Llevaba toda la semana despertándome en la madrugada para observar las historias en Instagram de Miguelito Turbay. Recordemos que el señalado heredero de Álvaro Uribe grabó un video en el que elogiaba el tesón del colombiano madrugador como si fuera un esfuerzo voluntario y no un destino, lo cual despertó críticas de toda índole: una de ellas del periodista Félix de Bedout, a quien el pichón de candidato respondió: “Félix: sería bueno que se informara: me levanto antes de las 5 am a hacer ejercicio. Por cierto, sígame en Instagram, entreno todas las madrugadas para mi primera maratón”.
Desde que leí aquella respuesta, digo, despertaba a mi esposa, despertaba a mis hijas, y todos, en familia, seguíamos paso por paso la rutina de entrenamiento del bonsái turbayista: estiramiento del muslo, giro de tobillos, trote leve.
A veces me anticipaba a los hechos:
--- Ahora va a flexionar las rodillas para aliviar los isquiotibiales -anunciaba, mientras las niñas se acomodaban para verlo mejor y el senador imitaba el movimiento que suele hacer frente a Uribe: se arrodillaba repetidamente.
Después la casa entera quedaba despierta y cada quien se preparaba para la jornada, pero haber observado a Miguelito en pantaloneta era un empellón de energía que nos duraba todo el día: Dios bendiga al Niño-Tía.
Y tanto más lo bendiga cuanto más difícil parezca la semana, como ésta. Miremos algunos de sus sucesos: en el que hasta la fecha ha sido su mejor discurso -equivalente, acaso, a la Carta de Jamaica de su colega el Libertador- Berto dijo desde Nuquí que los hombres negros no pueden ser conservadores; que las periodistas mujeres son muñecas de la mafia y que los filósofos de la libertad son Rosseau y Rocinante, el caballo del Quijote de la mancha errante: así lo dijo. Como si se hiciera referencia a los pantalones de Alex Flórez.
Murió Rodolfo Hernández, el ingeniero que no quiso ser presidente. Paz en su tumba y en la de su perro que, de forma insólita, se fue de esta vida un día después; y, de forma todavía más insólita, se llamaba Narco: lo supimos por una historia en Instagram publicada por el hijo del ingeniero que decía, cito textual, “se fue Narco a cuidar a mi papá”: parecía un pedido a la DEA.
La exministra Carolina Corcho ofreció sus servicios para acceder a “medicamentos, procedimientos y citas”, en lo que parecía el nacimiento de una nueva EPS, Corcho Salud, o Corchánitas: el nuevo sistema de salud que consiste en tener palanca con un político para satisfacer las necesidades médicas. El cambio es imparable; bienvenidos al Seguro Social.
Y, por si no fuera suficiente, faltaba la noticia de la semana: el paro de camioneros por culpa del cual los petristas parecían uribistas y los uribistas petristas. Poco antes de mandar a la calle al Esmad, el presidente Berto rechazó la protesta con un vehemente trino en el que advertía que no dejaría bloquear al país. Solo le faltó el numeral #YoNoParoYoProduzco. Se sentía uno leyendo a Iván Duque.
Para más angustias, el miércoles pidió al pueblo salir a la calle a defender a su gobierno de un golpe de estado -otro más- esta vez propiciado por los camioneros uribistas, y, casi a la vez, protagonizó una alucinante alocución presidencial, semi bilingüe, en la que no pronunció ni una sola palabra sobre los bloqueos. Eso sí: primero la promovió con un trino de expectativa en el que dijo, cito textualmente, “Esta noche a las siete de la noche en alocución pública por televisión pública, daré una información muy relevante ante para el país”.
Las especulaciones recorrían un amplio abanico de posibilidades: ¿anunciará que él también se suma al paro, así el paro en Berto consista en trabajar y llegar a tiempo a las citas? ¿Anticipará por decreto la navidad, como lo hicieron Maduro y Olímpica Stereo? ¿Declarará día cívico el cumpleaños de Laurita Sarabia?
Ninguna de las anteriores: ventiló una denuncia publicada hace meses por una revista según la cual Iván Duque compró un software para espiar su campaña presidencial, acaso para robar ideas como la de construir un tren elevado.
Era el Petruque en persona: en la deriva de su desconexión, a Berto solo le faltaba anunciar una reforma tributaria. Cosa que, efectivamente, hizo.
Es cierto que Berto y Duque no son propiamente gemelos: ¡gemelos los que estira Miguelito Uribe! Pero nadie puede negar que tienen sus similitudes: que ambos nombraron a Juan Manuel Corzo en sus gobiernos, colocaron embajadores acusados de narcotráfico, creen que si se lanzan ganarían las elecciones. Y que Berto cita al Quijote de la mancha errante mientras Duque se parece a Sancho Panza.
Pero ser testigo de la desconexión del presidente, tan semejante a la de su rival político, resultaba angustioso: en cualquier momento se teñía de canas los implantes capilares, tocaba guitarra, hacía cabecitas y presentaba un programa de entrevistas en el canal de Hollman Morris, el tipejo peludo.
Líderes de derecha, como JotaPe, exigían respeto por la protesta social en trinos que podría rematar con el numeral #APararParaAvanzar; petristas, como Gonzalo Guillén, la criminalizaban y pedían cárcel para los camioneros. Era, pues, la Circombia de hoy: la patria errante en que añorarían vivir Rousseau y Rocinante.
Como siempre sucede, al final el paro se levantó como el senador maratonista: más temprano que tarde. Y a diferencia del presidente Berto. Y en la casa continuamos con la terapia de seguir por Instagram los pasos de Miguelito, reducto juvenil de nuestra última esperanza.
--- ¡Estira una articulación! -se emocionó mi hija mayor la vez pasada.
--- En realidad es un articulito -la corregí.
--- Y ahora trata de tocarse los talones -observó la menor, con interés.
--- Pero no llega. No le llega a los talones.
Si logramos sobrevivir al huracán Petro, será el Niño-tía, el Jorgito de Jorgito, el llamado a recoger los destrozos e iniciar la reconstrucción. Para cuando asuma la presidencia, ya habrá corrido su primera maratón. En caso, claro, de que no se desgarre un isquiotibial: ojalá esté afiliado a Corchánitas.
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