Daniel Samper Pizano
19 Febrero 2023

Daniel Samper Pizano

SOMOS MAYORES, NO IMBÉCILES

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Como bien dice mi admirado Daniel Coronell, la transmisión de Los Danieles es “la hora más feliz de la semana”. Y mi participación en el programa, me temo, es la hora más feliz de mis colegas de emisión, pues me he convertido en un espectáculo dominical de divertida torpeza informática e inseguridad digital que conducen a súbitas desapariciones de escena y hervor de nervios. 

Con frecuencia mi micrófono calla, mi cámara pasa a ser una exploradora de fosas nasales y mi computador produce ruidos gangosos e imágenes congeladas. Me he vuelto una chaplinesca figura apenas aliviada por la paciencia de mis contertulios y por los mensajes inmediatos de apoyo que me llegan... pero que soy incapaz de leer porque ando revisando enchufes y cables en cuatro patas. Muchos nobles lectores, lejos de insultarme, me animan conmovidos. Unos pocos me exigen, exasperados, que no sea tacaño y renueve mis equipos. Si supieran que con lo que he gastado en impresoras, audífonos, tabletas, celulares y computadores podría haber construido el metro subterráneo con plazas de comida en cada estación...

Hace trece meses un médico español de setenta y siete años estalló porque los bancos atendían cada vez menos a los clientes en forma personal y los condenaban a complicadísimas maromas on-line. El cliente protestón despertaba sonrisitas sardónicas, como diciendo “qué imbécil este viejo...”. Fue entonces cuando el doctor Carlos San Juan lanzó un berrido de protesta que sacudió a España y reverberó en Europa. “Soy mayor, pero no idiota” fue su respuesta. Y lo demostró: redactó un memorial de agravios electrónicos donde denuncia que la tercera edad ha sido arrasada por prácticas informáticas y equipos sofisticados y efímeros ajenos a quienes nos educamos en una cultura secular más simple y grata: el contacto interpersonal.

Su memorial se volvió un manifiesto contra la exclusión tecnológica, su frase se encarnó en lema y ambos provocaron una carta que entre enero y febrero de 2022 (con la ayuda de internet, por supuesto) recogió 647.815 firmas en demanda de una atención bancaria “más humana y justa”. Las estadísticas revelaron que “uno de cada tres ciudadanos es víctima de la brecha digital”. Algunos por falta de conectividad y otros por falta de pericia.

La prensa de medio mundo recogió la noticia. San Juan apareció en los canales de televisión con su elemental y justo reclamo: “Las personas mayores existimos, somos muchas y queremos que nos traten con dignidad”. Presionados, los bancos empezaron a abrir servicios para abuelos. Muchas oficinas estatales prometieron imitarlos. El gobierno español expresó su apoyo a la causa y anunció que lo plasmaría en una ley (pero no ha cumplido). En octubre, el parlamento de la Unión Europea premió al médico como Ciudadano Europeo del Año, distinción reservada a una veintena de iniciativas meritorias. 

Cambio Colombia

Carlos San Juan agradece la distinción como Ciudadano Europeo 2022.

Tienen razón el doctor San Juan y los otros 647.814 firmantes. Los catanos no solo no somos idiotas, sino que, como diría la vicepresidenta Márquez, atesoramos saberes que ignoran muchos jóvenes. Nuestra capacidad matemática iguala o supera a veces la de los computadores. Por ejemplo: resolver una regla de tres con solo un bolígrafo y una servilleta de papel, sin ayuda de calculadoras; recitar las tablas de multiplicar; recordar teléfonos sin acudir al celular; señalar la longitud de los meses del año hurgando los nudillos de las manos. 

En saberes que se relacionan con letras y escritura, la ventaja es claramente de los viejos. Hay menores de cuarenta años incapaces de escribir un texto más largo que un trino de Twitter. Y aquellos acostumbrados a la ortografía en WhatsApp ignoran dónde se ponen una coma o un punto, para no hablar de tildes, diéresis y otros vegetales raros. Los sardinos de hoy quizás derrotarán a sus padres en los videojuegos. Pero no les aconsejo desafiar al abuelo a una partida de Scrabble o una tanda del juego del diccionario, porque los masacrará.

Un podio nacional de destinos hostiles al colombiano común empieza por la Administración de Impuestos (parecería que odia a los contribuyentes) e incluye la exigencia pública o privada de documentos escaneados... los pagos bancarios... la compra virtual de tiquetes de Avianca... la reclamación de accidentes de trabajo... la adquisición de boletas en línea... los conmutadores que ofrecen un menú pregrabado con once posibilidades y al final confiesan: “Llame más tarde; todos nuestros operadores están ocupados”. Etcétera. Que cada lector haga su lista.

Es la Gran Paradoja Digital: internet (que nos ha beneficiado con posibilidades maravillosas) buscaba el contacto directo con el ciudadano: solo lo logró con máquinas. Ofrecía eliminar instancias: cada día aparecen más intermediarios; ya no bastan los nietos, hay que acudir a ingenieros algorítmicos y oficinas especializadas. Juraba eliminar la corrupción: ahora es el reino de los ciberladrones y los jaqueros (va siendo hora de españolizar el término). Iba a acabar con el lápiz y el papel, pero ha hecho crecer la importancia de la libretica para copiar pines, contraseñas, claves, correos e instrucciones, con la certeza de que solo así no las borrará un corto circuito en la batería.

Los mayores no queremos regresar el reloj. Pero pretendemos tener acceso a él. Apoyamos la tecnología, mas no la exclusión tecnológica. No pretendemos frenar el progreso, pero exigimos alternativas paralelas derivadas de los hábitos que aprendimos. Somos veteranos, no idiotas. Y recuerden: dada la velocidad con que avanza el mundo cibernético, muy pronto los actuales genios de la informática estarán pidiendo socorro y firmando la carta del doctor San Juan. 

ESQUIRLA. Me parece infame que la Dimayor sancione al jugador de Millonarios Daniel Cataño por ejercer la defensa propia ante el ataque alevoso de un hincha del Tolima. Y conste (¿será preciso decirlo?) que soy santafereño.
 

 

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