Caminando por la décima
30 Marzo 2025 03:03 am

Caminando por la décima

SPAGHETTI WESTERN

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Víctor Mallarino descubre los secretos de las películas de vaqueros italianas.

Los mandamientos
del Western italiano

A caballo en su enorme talento de vaquero versificador, Víctor Mallarino extrae velozmente de su lírica cartuchera el arma implacable de unas décimas y con ellas nos dispara Los Diez Mandamientos del Spaghetti Western. Ya saben ustedes, aquellas películas de vaqueros que rodaron directores italianos durante años. San Pedro, el sheriff del condado de Jerusalén que defendió espada en mano a su jefe, guarde para siempre el alma genial del romano Sergio Leone, (1919-1989), inventor del género.

Imagen décimas


Los Diez Mandamientos 
del Spaghetti Western

El "western" de folletín
fue mi temprana doctrina.
En matiné y vespertina
del Lucía y el Arlequín,
con John Wayne y Antony Queen
fui cuatrero, cantinero,
jefe apache y pistolero;
veneré a Sergio Leone
y, silbando a Morricone,
fui John Wayne por Chapinero.

Yo abría la Coca-Cola
con los dientes y también
almorzaba en un sartén.
Dormía con una pistola
y en la tele de consola
a Franco Nero y Giuliano
les aprendí muy temprano
las reglas de aquellos cuentos.
Estos son los mandamientos
del Western Americano:

El del bigote gigante
va a traicionarlos a todos.
Los caballos se dan modos
de seguir siempre adelante
sin comerse ni un guisante. 
Al acampar, hay tormenta;
mas, cuando el clima se asienta
y empiezan a hacer la hoguera
está seca la madera
y prende de una y calienta.

Es de mala educación
si alguien que llega de fuera
la vasija no escupiera
al entrar en el salón.
Y hasta el último matón
un silencio frío y claro
debe guardar sin reparo.
Solo el pianista, sumiso,
de tocar tiene permiso
hasta que suene un disparo.

Una infección, una tos
un balazo, una fractura
o un despecho siempre cura
un whisky, máximo dos. 
Como cuando a Mario Bros
le sale su honguito verde.
Y uno que es mudo y que muerde
el palillo sin parar
es donde va a ir a parar
una bala que se pierde.

Todo sheriff contratado
hará bajo juramento
un intenso entrenamiento
al perro, que ya adiestrado,
cuando el bueno esté encerrado
y, muy ebrio, el alguacil
se duerma bajo un candil,
sacará con el colmillo
las llaves de su bolsillo
y a la celda irá sutil.

Siempre hay un indio volteado.
y no me malinterpreten,
son nativos que se meten
a pelear del otro lado.
Traducen todo lo hablado,
traicionan con ligereza
y al final, de la maleza,
brota un aullido de guerra
y acaban entre la tierra
con un hacha en la cabeza.

Si al héroe, en una emboscada
que lo pesca al natural
con su doncella sensual 
bañándose en la quebrada,
le falla el arma mojada,
pero con un patadón
logra anular al matón,
ya con el difunto a solas
puede coger las pistolas
pero no la munición.

Si el malo pregunta a dónde
ha huido el protagonista
siempre encontrará la pista
cuando el traidor le responde
que nuestro héroe se esconde
"hacia el Este" o "monte adentro"
y va sin falta a su encuentro.
Como cuando un bogotano
le dice a cualquier fulano:
"Entrada tres, Unicentro".

La muerte de un personaje
va en proporción al salario:
a un fullero secundario
una bala le da viaje;
califican a carruaje
desplomado por villanos
los actores veteranos.
y el antagonista, al cielo
solo se va tras un duelo,
y después de ochenta planos.

El héroe se salvará
porque las leyes del cine
no permiten que termine
su existencia así, en un ya.
Diez minutos tardará
aquel monólogo eterno
en tono incluso fraterno
hasta que entre la penumbra
un balazo se vislumbra
que manda al malo al infierno.

Imagen décimas

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas