Menos optimista y risueña que de costumbre –quizás abrumada por escenas de Gaza y otros lugares trágicos—, Beatriz Ordóñez adoba sus décimas de hoy con unos granos de soledad y unas gotas de tristeza.
La soledad y su revuelo
La soledad es la nueva epidemia con la que avanza el siglo XXI
Julián de Zubiría
Cómo sería el futuro
si amar fuera lo primero;
el odio llegó ligero
y el cielo se volvió oscuro.
Vivir se tornó inseguro
y hablar es una granada
que estalla como si nada.
¿En qué momento el clamor
por una brizna de amor
se nos quedó en la mirada?
Algunos niños aprenden
en sus primeros sonidos
los llantos y los quejidos
de miserias que sorprenden.
No saben y no comprenden
que en esta vida llegaron
a un lugar donde segaron
la bondad y el compromiso,
y deben pedir permiso
para ser lo que soñaron.
Muchos jóvenes hoy día
no tienen con quién hablar,
compartir ni pasear;
tienen la vida sombría,
no conocen la alegría
de un buen amigo entrañable
y se vuelve insoportable
su soledad sin remedio;
los acosa siempre el tedio
y el día es interminable.
Se requieren la empatía,
las caricias y el arrullo,
el respeto y el barullo
del juego con alegría,
del canto y la poesía.
La luna, el mar, las estrellas
son esas caricias bellas
que abrazamos suavemente,
para borrar lentamente
los daños de las querellas.
Se puede armar un presente
que proteja a cada hermano,
donde nos demos la mano,
nos miremos frente a frente
y enfrentemos realmente,
el mal de la egolatría,
con la camaradería.
Somos un gran engranaje,
en este hermoso paraje.
Hay que gozar cada día.
