Juan Lucas Restrepo
"La resiliencia de la naturaleza es mágica": Juan Lucas Restrepo
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En el desarrollo de la COP 16 hizo presencia Juan Lucas Restrepo, quien desde Roma dirige la Alianza de Bioversity International y el Ciat. Su campus en Colombia custodia uno de los bancos de semillas más grandes del planeta y trabaja en soluciones científicas para enfrentar la crisis de la biodiversidad.
Por: Olga Sanmartín
Para un ciudadano del común, como yo, que ha pasado su vida distanciada de la ciencia, llegar al campus de la Alianza de Bioversity International y el Ciat es como hacer un viaje al futuro en tiempo real. A 17 kilómetros de Cali, ya en zona rural de Palmira, se construyó una versión vanguardista del arca de Noe, cuya finalidad ya no es salvar del gran diluvio universal a la humanidad y otras pocas especies, sino garantizar la seguridad alimentaria y, para lograrlo, trabajar por la sostenibilidad de las diversas formas de vida que habitan el planeta.
Sorprende que el Centro Internacional de Agricultura Tropical (Ciat) exista en este lugar desde 1967. Su objetivo, lograr a través de la investigación “una agricultura más competitiva, rentable y resiliente a través de un manejo más inteligente y sostenible de los recursos naturales”. Hoy, como Alianza Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (alianza lograda en 2019), se encarga de custodiar su banco de germoplasma (semillas), patrimonio de la humanidad, con más de 67.000 variedades de fríjol, yuca y forrajes tropicales del mundo, de las cuales solo se ha secuenciado el genoma de cerca del 10 por ciento. Exploran otras especies. La colección tiene copia de respaldo en la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, en este campus.
Cerca de 450.000 ejemplares han sido distribuidos por América, Asia y África, en más de 100 países. A 2025 su meta es contar con suficientes estrategias para poder afrontar las crisis en cuatro ámbitos interrelacionados entre sí: biodiversidad, clima, medioambiente y nutrición. Es en la información genética de estas variedades, la mayoría desconocidas, y de otros cereales centenarios y perdidos, donde los científicos encuentran los elementos que pueden hacer semillas más nutritivas, resistentes a condiciones extremas de calor o frio, a las sequías, a las inundaciones y a las enfermedades.
CAMBIO conversó con Juan Lucas Restrepo, director de la Alianza de Bioversity International y el Ciat, sobre la crisis de la biodiversidad, el cambio climático y la viabilidad de un futuro sostenible.
CAMBIO: Hace dos años, en su discurso de cierre de la COP15 en Canadá, usted reafirmó que la devastación de la biodiversidad es tan grave como el cambio climático. Pareciera algo lógico.
Juan Lucas Restrepo: La crisis de la biodiversidad comenzó a evidenciarse hace muchos años y fue en la COP15 cuando se hizo pública. Nosotros tenemos una crisis climática y una crisis de biodiversidad. Y ambas son terribles. Pero son de naturaleza muy distinta para los humanos. La crisis de clima la leemos a diario. Hubo un huracán, una sequía, una inundación, el mar Pacífico sube la temperatura, entonces se viene el fenómeno de El Niño y los racionamientos de agua. Como estas situaciones “pegan” en el día a día, la gente las siente muy fuerte, directamente. En cambio, la crisis de la biodiversidad es permanente pero silenciosa, y la pérdida de especies, de hábitats naturales, sucede cada segundo. Es lo que pasa con la rana en la olla. Que, si uno la pone en el agua fría y la va poniendo tibia, tibia, tibia, uno puede terminar cocinando la rana antes de que se salga. Eso es lo que nos pasa con la biodiversidad. Pero si uno mete la rana en agua caliente, la rana va a tratar de salir de la olla de inmediato. Hay un efecto distinto en la percepción frente al tema.
CAMBIO: ¿Cuál de las dos situaciones es más grave?
J.L.R.: Ambas son graves, y la una conlleva a la otra. Pero la diferencia radica en que hay formas de revertir el cambio climático. Ya la humanidad está hablando de hasta dónde vamos a llegar en el aumento de temperatura en 2025 o en 2027, si vamos a alcanzar o superar el 1,5ºC, o si vamos a llegar hasta 3,1ºC en unos años. Ya se está discutiendo cuándo vamos a volver a temperaturas más sostenibles para la humanidad. Se plantea si es en 2060, en 90, en étera100. Sabemos que estamos avanzando en el proceso de descarbonización y que habrá tecnologías para enterrar carbono, que en el momento en que los precios sean adecuados habrá, por ejemplo, más consumo de la energía eléctrica, de los paneles solares, etcétera.
CAMBIO: O sea, ¿el cambio climático es reversible?
J.L.R.: Digamos que nos va a hacer sufrir de manera horrible, va a haber drama humano, pero es reversible. La pérdida de la biodiversidad, en cambio, no es reversible, porque estamos hablando de que fueron necesarios billones de años para la existencia de una especie ya evolucionada en lo que es hoy, y que se perdió, se extinguió. Esa especie no se vuelve a recuperar. Entonces, cuando logremos contener la crisis de la biodiversidad, ya habremos pagado un enorme costo por las especies que se perdieron y el consecuente desequilibrio de la vida en el planeta, porque de todas maneras una especie depende de la otra, es un ecosistema demasiado complejo.
Tenemos un planeta que tiene su biodiversidad en riesgo. Cada vez, ecológicamente, hay menos especies interactuando, lo cual nos hace frágiles. ¿En el futuro, los humanos cómo van a relacionarse con ese entorno en términos de bienestar?
Es común que algunos humanos se preocupen cuando les dicen, por ejemplo, que solo quedan vivos unos pocos rinocerontes de Java. Entonces, uno dice: "Uy, qué preocupación”, porque uno se relaciona muy fácil con un rinoceronte, una bestia enorme. Sin embargo, la extinción tiene las mismas dimensiones cuando estamos hablando de un microorganismo, de un insecto, de un ave o de otras especies pequeñas, habrá un desequilibrio en el ecosistema que afectará a la humanidad, pero es muy difícil que la sociedad la vea.
CAMBIO: Cualquier pérdida de biodiversidad afecta todos los ecosistemas, pero también a la agricultura, como ha sucedido, por ejemplo, como consecuencia de la epidemia del síndrome de nariz blanca que ha acabado con el 70 por ciento de algunas especies de murciélagos que se alimentan de insectos en Norteamérica.
J.L.R.: Por supuesto, decrece el control biológico en los cultivos. Se incrementa la presencia de insectos y, sin lo murciélagos que comen insectos, aumenta el control de plagas con químicos, con insecticidas, porque los medios ecológicos se desequilibran. Eso lo vemos en nuestro trabajo. Cuando hay una gran peste es porque cambió algo en el ambiente y cambió algo desde la biodiversidad, o sea, hubo un desequilibrio entre el balance, entre un número de especies, un desequilibrio en lo ambiental.
CAMBIO: En el caso de los murciélagos, la epidemia se propagó por la llegada a Estados Unidos de un murciélago foráneo de Euroasia, resistente al hongo. ¿Qué otras situaciones pueden generar estos eventos?
J.L.R.: Por ejemplo, si sube la temperatura, durante un tiempo las plantas no logran florecer y fructificar, y disminuye la cantidad de una especie que depende de esas flores o frutos y que presta un servicio ecosistémico clave que no se logró al nivel que se esperaba en ese momento.
La pérdida de hábitat, la disminución de las poblaciones de insectos, entre otras.
CAMBIO: La detección de plagas es una labor central en el Ciat para lograr la seguridad alimentaria. ¿Cómo controlarlas?
J.L.R.: Nuestro trabajo consiste en luchar permanentemente contra esos desbalances. Por ejemplo, lo vemos mucho en el frijol, una de nuestras especies insignia y base de la alimentación en Colombia, en África, en muchos lugares, donde los cultivos nacen de los bancos de germoplasma, de nuestras variedades de semillas. Todo el tiempo tenemos que estar entendiendo cómo está cambiando el ecosistema, desde las plagas y las enfermedades, que van variando, porque los balances ecosistémicos se rompen.
Entonces, tenemos que ir a la biodiversidad del fríjol y mirar dónde tenemos algo que resista, por ejemplo, la población de insectos que ha empezado a volverse un problema, cuando antes no lo era. O que resista los hongos, que antes tampoco eran un problema y ahora sí afectan a los productores.
Tenemos la mirada en lo que pasa en esas relaciones ecológicas y acudimos a la “fábrica” de fríjoles para encontrar una solución de biodiversidad para que, a través de esa semilla, podamos mejorar el equilibrio.
CAMBIO: ¿Por qué fueron elegidos el fríjol, la yuca y los forrajes para la creación de este banco de semillas?
J.L.R.: Cuando nacieron estos centros internacionales de semillas, hace unos 50 o 60 años, se crearon alrededor de los núcleos de origen de las especies más importantes para la alimentación humana en ese momento, en esta zona del mundo: Mesoamérica, donde la biodiversidad es el centro de origen del fríjol vulgar, y la Amazonia, el centro de origen de diversidad de la yuca. Adicionalmente, estas regiones tienen una enorme diversidad de forrajes y leguminosas. Entonces, cuando se estaban ubicando estos bancos, el equipo se acercó a los centros de biodiversidad para cumplir con su primer mandato, el de recoger esa biodiversidad y empezar a protegerla en los bancos de germoplasma, porque se estaban perdiendo a niveles muy rápidos.
Hay otros centros internacionales de semillas, por ejemplo, el de la papa está en Lima y el de los tubérculos en los Andes. La Ciat se enfoca en el fríjol, la yuca y los forrajes.
CAMBIO: ¿Cuántos bancos de semillas hay en el sistema Ciat?
J.L.R.: Tenemos 12 colecciones globales que involucran unas 100 especies. Doce bancos de semillas en América, Asia y África representan una acción real y definitiva no solo para garantizar la seguridad alimentaria sino la biodiversidad.
CAMBIO: ¿Cómo garantizar simultáneamente seguridad alimentaria y biodiversidad
J.L.R.: El 50 por ciento de la superficie habitable del planeta está ocupada por la agricultura y la ganadería. De ese 50 por ciento, el 70 lo ocupa la ganadería. Es en ese 50 por ciento del planeta donde debe darse la solución para la biodiversidad. A eso le estamos apuntando. El discurso ha cambiado. En los ministerios de medioambiente de hace 10 o 20 años, se decía que la pérdida de biodiversidad era por la expansión de la frontera agrícola. Sí, en efecto, la expansión de la agricultura ha generado pérdidas de bosque y de biodiversidad; la dependencia de los agricultores de muy pocas especies como el maíz, el fríjol y el arroz, ha generado la expulsión y pérdida de otras especies.
Pero esa es precisamente la parte recuperable si se desarrollan actividades agrícolas y pecuarias que, por ejemplo, incorporen más árboles. Hay modelos silvopastoriles, agroforestales que, a través de la investigación científica que adelantamos, han sido estudiados y reconocidos como modelos apropiados para recuperar la diversidad genética de especies arbóreas en función de los servicios ambientales que los productores deben acoger. Entonces, ¿cuáles árboles hay que devolver a las fincas de los pequeños agricultores porque retienen agua, mejoran los suelos y ayudan a recircular nutrientes? La ciencia nos dice que es ese 50 por ciento de la superficie habitable del planeta donde debe acogerse más biodiversidad. Nos dice que se diversifique el número de especies agrícolas, que rescatemos especies cuyo uso ha sido marginado, pero que eran muy importantes hace 100 o 200 años. Son cultivos olvidados y debemos convertirlos en cultivos de oportunidad.
Del otro 50 por ciento, el 30 son bosques naturales o semiintervenidos. Hay que sacar los desiertos, los polos, ciertas partes inhabitables o al menos donde el ser humano no se puede establecer fácilmente.
CAMBIO: El 70 por ciento de la superficie habitable es ganadera. ¿Qué tan dispuestos están los ganaderos a sumarse al cambio?
J.L.R.: La ganadería es un gran debate, en términos de cuál es su futuro. La ganadería es importante y, bien manejada, presta servicios ecosistémicos. Sin embargo, hay modelos mejores que otros. Modelos intensivos, como los que pueden verse en Estados Unidos u otros países desarrollados, de animales estabulados, alimentados con maíz y oya, en sociedades que consumen productos cárnicos mucho más de lo recomendado, son modelos que hay que transformar.
Pero también un modelo excesivamente extensivo es complicado. Un par de vacas en 17 hectáreas, caminando por ahí, comiéndose los retoños, etcétera, van a degradar el suelo, la biodiversidad. Entonces, hay que aplicar tecnologías como las que nosotros producimos para que, por un lado, una vaca no requiera tantas hectáreas y, por otro, practique formas sostenibles de manejo de esa hectárea y de ese animal. Por ejemplo, estamos probando un tipo de pasto llamado brachiaria en la Orinoquia colombiana, en el Vichada, donde las sabanas degradadas tienen una capa fértil muy ácida, que puede ser de tres o cuatro centímetros. Allí el agua no penetra, se lava. Es la altillanura.
Los forrajes que hemos probado allá, sin fertilización, han logrado romper esa capa y llevar raíces hasta dos metros de profundidad, donde no hay actividad microbiana. Se están convirtiendo en unos organismos de captura de carbono. Entonces, puedes tener una vaca en menos tierra, con una pastura que compensa el carbono requerido para producir un kilo de carne, con una buena parte de ese carbono recuperado de la atmósfera y llevado a una capa inferior del suelo, donde se puede quedar por décadas.
CAMBIO: Sin embargo y conociendo el daño ambiental que producen, algunos ganaderos se empecinan por mantener la ganadería excesivamente extensiva.
J.L.R.: A veces, el problema no es la vaca ni el sistema productivo, sino la tenencia de tierra, el control territorial. ¿Por qué tener pocas vacas en 100 hectáreas? Es una forma de ocupación para prevenir que “se le metan” y con títulos precarios minimizar el riesgo de que te digan que no está utilizando la tierra. Pero un verdadero productor, racional, que mira sus números y vive de la ganadería, es tradicional, pero entiende cada vez más que lo hecho por décadas es insostenible, porque ya se está afectando: los suelos no le dan, en los periodos secos debe comprar muchos insumos externos, le cuesta demasiado sostener los animales en un verano y concluye que el modelo extensivo no es rentable. Entonces, sí hay ganaderos muy abiertos a la tecnología. Se necesita que las políticas públicas, los modelos de financiamiento, etcétera, nos ayuden a que esas rutas de transición de la ganadería sean financiables. Tras un periodo de inversión, un productor que se transforma en silvopastoril verá grandes beneficios económicos de su negocio. Pero se requiere apoyo de los sectores público y privado para que esas transiciones se den.
CAMBIO: Esas transiciones también aplican para los monocultivos…
J.L.R.: También ellos están abiertos, hoy saben que esos monocultivos están siendo dañinos e insostenibles. Creo que hay conciencia en todos los sectores. Están trabajando en manejo sostenible de esos espacios para que sean hospederos de biodiversidad de fauna y flora, en la protección de las cuencas hídricas, etcétera. ¿Qué especies deben ser parte de esos cultivos? ¿Cómo se protegen los bosques circundantes a esos cultivos? ¿Cómo se aprovechan los beneficios ecológicos de los que estamos hablando, como menor presión de plagas y enfermedades?
Hay un manejo de mayor sostenibilidad como un propósito en muy buena parte de esos cultivos. Los productores líderes han venido transformando esos sectores que han sido sujetos de crítica.
Ese problema de los monocultivos no es solo de Colombia, es global y por eso nuestro trabajo, nuestra ciencia, no es ver cómo se eliminan, sino cómo se hacen sostenibles desde la biodiversidad. Ni eliminar vacas, ni eliminar la palma, ni la caña, nada de eso, más bien asegurar que acudan a modelos de producción amigables y acordes con la naturaleza.
CAMBIO: Es un hecho que mientras que la devastación camina a millón por hora, las soluciones van a paso de tortuga.
J.L.R.: Sí, es por eso que estas COP son tan importantes. Su propósito no es distinto a comprometer a los gobiernos, a los actores institucionales, a los sectores privados, que son conscientes de la urgencia de acelerar los compromisos de la COP en el marco global de biodiversidad. ¿Qué tasa de cambio y de compromiso adicional va a generar esta COP16? Yo creo que en la anterior COP no era tan claro que había una crisis de biodiversidad, y a mí me gusta que el Gobierno nacional plantee que las soluciones de la biodiversidad son también las soluciones del clima.
La paz con la naturaleza es una forma de atender la crisis climática. Y en la alimentación es indispensable. Por ejemplo, si no entendemos que el arroz es uno de los principales emisores de metano, gas de efecto invernadero complicado, y no buscamos cambios de modelos de siembra, cambios genéticos que nosotros promovemos para que esa emisión de metano disminuya, pues no estamos haciendo la tarea, no nos interesa producir nuevas variadas de arroz para mitigar el metano.
CAMBIO: En Colombia la legislación para proteger la biodiversidad parece fortalecerse; sin embargo, en la práctica poco se cumplen las leyes. Algunos grandes industriales buscan hacerle trampa a la norma, como sucede con la prohibición de algunos plásticos desechables.
J.L.R.: Las normas tienen un espacio y ese espacio se genera dentro de una cultura. La educación es la que cambia la cultura. En sociedades como las nórdicas ya uno ve cómo las generaciones jóvenes son muy conscientes del impacto de su alimentación. Hacen un balance de lo que genera, por ejemplo, comer carne, y determinan consumirla eventualmente e incorporar más cereales menores que ayudan a diversificar el campo: no solo arroz, maíz, trigo, sino cereales centenarios que empujan la biodiversidad.
Las normas, por supuesto, son necesarias, ayudan cuando están bien hechas, dan una dirección. Pero sin cambio cultural es muy difícil.
Es una lástima que no siempre tengamos el valor de hacer las cosas al nivel que se deben hacer. Hace unos meses conocí a la ministra de Ambiente de Kenia, que hace unos diez años apoyó al presidente en ese momento para abolir los plásticos de uso único en el país. Me contó cómo en momentos sintió que su vida estaba amenazada, le tocó salir del país, etcétera, pero aun así implementaron la abolición de esos plásticos. He tenido la fortuna de ir a Kenia en distintos momentos, vi lo que allí eran las ciudades en términos de contaminación visual y de plástico frente a lo que son hoy, el cambio es del cielo a la tierra. Hoy son ciudades limpias, sociedades muy orgullosas de lo que lograron. Aunque se eliminara la ley que prohíbe el uso de esos plásticos en Kenia, la gente ya cambió la cultura. La gente dice que está mucho mejor que antes. Y están felices, cambiaron su cultura. Entonces, son necesarias las leyes, la cultura y obviamente la determinación de medírsele a ciertas industrias, a ciertos intereses.
CAMBIO: ¿Cuál es el apoyo del Gobierno nacional a este banco de semillas tan impresionante?
J.L.R.: Este banco de semillas es un patrimonio para la humanidad. Hace unos meses Colombia ratificó el Tratado Internacional de Recursos Fitogenéticos que, en uno de sus artículos, reconoce este y los otros bancos de nuestro sistema y dice: "Ustedes tienen un mandato de conservar esta diversidad genética en estas especies para las generaciones futuras". O sea, la existencia de esa diversidad, somos los custodios de esa diversidad. Y eso implica que hay mecanismos internacionales que nos ponen recursos para el sostenimiento de esas colecciones. Por supuesto, la plata nunca es suficiente, pero son recursos de muchos países que nos dan apoyos sistemáticos.
Colombia nos apoya para apalancar nuestro uso de esos bancos, por ejemplo, que logremos fríjoles biofortificados con alto contenido de hierro para las comunidades indígenas del sur del Cesar.
Hay proyectos para que desarrollemos ese tipo de semillas, hay proyectos con el Fondo Verde del Clima. Hay un proyecto enorme para ayudar a la agricultura colombiana en la adaptación al cambio climático con metas de mitigación. La relación con el Estado es de mutuo beneficio por proyectos.
Y segundo, nos da la base legal, los privilegios, las inmunidades que requerimos para que un centro internacional como es este espectacular, con un proyecto de la que se pueda de manera sostenible seguir trabajando desde Colombia. Es un apoyo fundamental.
CAMBIO: ¿Cómo es la competencia con las semillas transgénicas?
J.L.R.: Eso es como el cuento de la vaca. La culpa terminó siendo de la tecnología y no de cómo se desarrolla, cómo se usa, cómo se maneja. Hoy, lo transgénico está presente en muchos cultivos, incluido los de Colombia. Pero hoy hay mejores tecnologías, como la edición génica, que permiten resultados similares sin tener que acudir a transgenes, sin tener que combinar especies, que es lo que generó esa gran resistencia. Entonces, hoy probablemente no requiramos acudir a soluciones transgénicas para resolver los problemas.
CAMBIO: Desde la óptica de la biodiversidad y la sostenibilidad alimentaria, plataforma de este banco de semillas, ¿este planeta sí tiene una opción?
J.L.R.: Sí, totalmente. Mientras haya sol, la diversidad biológica del planeta existirá incluyendo a los seres humanos o no. Pero vamos a ponerlo con seres humanos, si consideramos que el planeta está transformándose en esa doctrina antropocéntrica. Nuestro trabajo, los bienes públicos que producimos, la investigación que hacemos, los productos tecnológicos, son para darle soluciones a ese momento antropocéntrico, para que la humanidad se acomode mejor en este planeta y sus especies, su oferta natural, etcétera, que logremos estabilizarla y recuperarla, en algunos casos. Conocí la experiencia de Uganda con los gorilas de montaña. Había 600 individuos y hoy son 1.000. Las comunidades campesinas, entre otras, están recibiendo pagos por servicios ecosistémicos, de cómo producen, de cómo protegen el entorno natural de los gorilas. Hay una coexistencia que es difícil, es frágil, pero que ha sido bien manejada para que esas especies se estén recuperando. Hay muchas especies en el mundo en recuperación, otras muchas se están perdiendo. Pero hay muchos casos donde estamos viendo que la naturaleza vuelve. En una finca de un productor que piensa y trabaja en regenerar y recuperar los suelos y manejar la producción de manera sostenible, la biodiversidad vuelve rápido. La resiliencia de la naturaleza es mágica.