Paola Herrera
6 Marzo 2022

Paola Herrera

No merecen ni un voto

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Solo falta una semana para las elecciones legislativas en Colombia, las que muchos consideran incluso más importantes que las presidenciales, ya que el Congreso es el que tiene la competencia de reformar la Constitución, aprobar las leyes y hacer control político, y sé que todavía tenemos muchas dudas sobre cómo y por quién votar.

Y aunque en la baraja de candidatos hay cientos de opciones que representan a todos los colores políticos, preocupa que la mayoría de los aspirantes a una curul desafortunadamente no nos hayan convencido aún con propuestas, pese a que el país atraviesa por una crisis social, económica y de inseguridad.

Pero hay que hacerlo, hay que decidirse y salir a votar porque como ciudadanos tenemos una responsabilidad con la democracia. Abstenerse de ejercer el derecho al voto puede ser peor. No podemos dejar que otros elijan por nosotros y mucho menos permitir que el futuro del país, por lo menos en los próximos cuatro años, quede en manos de los que siempre han tenido el poder o de los que abusan de él.

Por eso, permítanme ayudar a decantar las posibilidades de voto. No les voy a decir por quién votar, pero sí podemos revisar quiénes definitivamente no merecen que los marquemos en el tarjetón del próximo domingo 13 de marzo.

Empecemos por los atornillados y corruptos: son aquellos candidatos que llevan varios periodos legislativos (más de dos) ocupando una silla en el Senado o en la Cámara y no han hecho nada por el país, solo van a calentar la silla porque no proponen proyectos de ley y ni siquiera votan lo que sus compañeros sí presentan.

También son los que solo usan sus cargos de congresistas para aprovecharse de los famosos cupos indicativos y llevar proyectos, que en realidad son contratos, a sus regiones de tal forma que ellos puedan recibir una tajada.

Todos sabemos que eso pasa, que hay congresistas que solo se hacen elegir para cumplir con esa nefasta labor. Y la justicia ya los ha puesto en evidencia como en el caso del senador liberal Mario Castaño, a quien la Fiscalía le descubrió toda una red de corrupción con la que manipulaba licitaciones, pedía comisiones y se apropió de recursos públicos aprovechándose de su condición.

A pesar de todo este escándalo, el señor Castaño Pérez tiene el descaro de estar buscando su reelección en el Senado para ¿seguir haciendo lo mismo? Eso no lo podemos admitir, cuando decidamos nuestro voto anulemos a todos los que tengan un perfil similar, revisemos quiénes son y sus “jugaditas” para no darles una nueva oportunidad de seguir robando.

Hablemos ahora de los que legislan en cuerpo ajeno. En Colombia hemos escuchado casos de congresistas relacionados y hasta financiados por paramilitares, guerrilleros, narcotraficantes o corruptos y aunque estas personas son judicializadas por sus delitos, e incluso a muchos los privan de su libertad, siempre buscan la forma de seguir activos.

Esa es otra práctica que no podemos normalizar. Hay que ponerle freno a esos candidatos que no tienen ni una sola propuesta, pero que están seguros de que llegarán porque cuentan con el respaldo de las maquinarias de aquellos que ya pasaron por ahí y salieron por la puerta de atrás.

Justamente en el programa Sigue la W, de W Radio, los hemos recordado con la sección “pildoritas para la memoria” y hoy les voy a mencionar tres de esos casos para que nos ilustremos sobre esa vieja forma de hacer política.

El primero es el candidato al Senado por el Partido Conservador, Germán Blanco, quien ha sido visto haciendo campaña con la ayuda de Óscar Suarez Mira, un cacique de Antioquia condenado por parapolítica que lleva solo un mes fuera de la cárcel. El segundo caso es el de otro candidato de los conservadores, el señor Luis Eduardo Díaz Mateus, quien es nada más y nada menos que el hermano de Iván Díaz Mateus, a quien la Corte condenó también pero por la yidispolítica.

Y finalmente tenemos a una candidata a la Cámara para representar al departamento del Tolima con el Pacto Historio, que no se queda atrás. Estamos hablando de Sandra Liliana Salazar Martínez, la sobrina de Emilio Martínez, que según mi colega de la W, Andrea Díaz, fue condenado por peculado culposo y señalado por paramilitares de tener nexos con las autodefensas.

¡Hágame el favor las joyitas! Creo que con esos ejemplos no hay nada más que decir, no merecen ni un voto los candidatos que tienen ese tipo de apoyos. Hay muchos, no se queden sin conocerlos y no se dejen convencer. Busquen información en los medios de comunicación que han hecho la tarea juiciosa de desenmascarar  lo que hay detrás de esas campañas. Ni un voto por esos clanes.

Tampoco votemos por los que solo pelean, los que creen que hacer política es atacar al que piensa diferente, por los vagos que no van a las sesiones, como los que han sido denunciados por la periodista, activista y ahora candidata, Catherine Juvinao, (en las redes sociales de ella pueden ver quiénes son), por los que compran votos y menos por los que no respaldan las propuestas de reducir el salario, las vacaciones y otros beneficios que hoy tienen nuestros honorables.

Y bueno, creo que para seguir descartando hablemos de inamovibles, de razones por las cuales, por lo menos yo, no le daría mi voto jamás a un candidato. No se justifica, para nada, los comportamientos machistas, misóginos y de irrespeto hacia las mujeres. Que no nos pretendan engañar con esas listas cremallera que, supuestamente velan por la paridad de género, pero en la práctica bajan de las tarimas a la representación femenina. 

Qué triste que la lista del Pacto Histórico haya sido contaminada con personajes como el candidato Alex Flórez. Si ese movimiento prometía ser el cambio, pues ese cambio no lo representa un hombre que por su ego y por querer figurar, demostró la calidad de persona que es.

No se trata de ver que en el ramillete de candidatos de esa lista los buenos son más, se trata de haber permitido que un aspirante así entrara, porque seguro ganará y lo tendremos que ver actuando mientras disimula su arrogancia, su odio a las mujeres y quién sabe a qué más. Ojo, eso no se negocia.

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