Valeria Santos
13 Abril 2022

Valeria Santos

Por ser

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Por ser ellos, dos jóvenes fueron agredidos en Chapinero con palos, piedras, un cinturón y hasta un cuchillo. Por ser homosexuales. Por ser maricas como les gritaban sus agresores. Simplemente por ser. A pesar de las múltiples llamadas de auxilio, la Policía nunca llegó. 

Por ser drag, o drag queen, la artista Lucifer Velastric ha tenido que soportar en su ciudad natal, Cartagena, y luego en donde vive actualmente, Medellín, toda clase de agresiones:

“Mira que desde el arte drag, desde sentirnos una mujer, cuando nos maquillamos, cuando nos ponemos una peluca, vivimos la experiencia de cualquier mujer, llámese una mujer lesbiana, una mujer trans, que al ponerse una peluca siente esa victimización en las calles del hombre que la mira, que la intenta robar, porque cree que es mucho más frágil, o hablando de experiencias propias cuando he salido justamente con mis niños, mi familia drag, han intentado violentarnos por el hecho de ser diferentes”.

A pesar del estado de indefensión de Lucifer y sus hijos, la autoridad nunca las protegió. 

Por ser trans, Alisson Rosette, después de haber sufrido el rechazo de su familia y de ser mujer en situación de calle, fue violada por un hombre:

“Una vez estando con mis amigas me dejaron en mi apartamento y cuando iba subiendo las escaleras sentí que alguien entró detrás y me agarró en las escaleras del edificio y me violó, entonces ahí, aparte de ejercer la resistencia, y cuando él tenía un arma, me tocó simplemente dejarlo. Pero, pues, yo gritando y pidiendo ayuda y mis vecinos nunca atendieron, porque también existe esa cosa de no nos metamos con las maricas porque son gente mala y, pues, cómo la vamos a ayudar, de pronto nos metemos con gente mala, porque gente mala siempre trae gente mala; entonces me dio muchísima rabia, no recibí ayuda de nadie”.

A pesar de que Alisson interpuso la denuncia, los oficiales la culparon por haber sido violada y la justicia nunca llegó. 

Por ser trabajadora sexual trans, a Samantha la atacó la Policía:

“Los policías nos golpeaban, nos amedrentaban, nos amenazaban, nos insultaban, nos ‘gasiaban’, que indiferentemente (sic) pienso que no se debería hacer, porque indiferentemente (sic) uno estaba buscando lo del diario, ¿me entiendes? Y pienso que una persona consciente no haría eso”. 

A pesar de que Samantha puso la queja en el CAI por agresiones, la Policía solo se burló. 

Por ser una joven de 18 años y estar en pleno proceso de transición, Enyel fue víctima de agresiones sexuales:

“Entonces yo iba por las vías del metro, debajo de las vías, iba por la estación Floresta e iba con un amigo, y dos tipos se me acercaron y entre los dos me empezaron a decir cosas, entonces yo como que traté de esquivar y seguir mi camino, pero no, fue muy tenaz porque me agarraron contra las barandas que había por ahí y me empezaron a tocar y pues fue terrible … eran dos hombres, muy grandes y una mujer es muy débil por las hormonas, por todo el proceso que está haciendo, a uno le queda muy difícil a veces defenderse, pero los hombres que están con su testosterona normal y están normal y te pueden atacar, te pueden violentar. No solamente te pueden sacar un cuchillo, también matarte ahí mismo por las vías del tren”.

A pesar de que Enyel gritó con todas sus fuerzas desde las barandas del metro, nadie le contestó.

Por ser disidente sexual, Sebastián Arcos fue atacado con una botella de vidrio:

“Tenía unos 14 o 15 años en el parque de El Poblado, inclusive un amigo se me acercó y me dijo que había unas personas que me estaban mirando raro porque yo estaba abrazando a otra persona, ¿cierto?, a otro hombre, y al momento de yo irme ya hacia mi casa me cogieron entre tres hombres y me tiraron al suelo. Yo alcancé a irme y al final como que me escapé de ellos y me lanzaron una botella de esas garrafas grandes de aguardiente que me explotó en el brazo. Yo estaba muy pequeño, y recuerdo mucho el susto, de ir a mi casa, el estar llorando y como sentir ese acoso y que estábamos en peligro”.

A pesar de ser menor de edad, Sebastián prefirió no hablar. El miedo nunca desapareció. 

Por ser mujer afro lesbiana, Nela Rengifo sufrió desde niña la discriminación:

“Una vez hubo una reunión de padres de familia en la cual varias madres de familia decían que sus hijas habían bajado el rendimiento académico por ser amigas mías, por mi influencia, por mi orientación sexual y los profesores que estaban presentes estuvieron de acuerdo con eso. Algunas de las chicas les prohibieron hablarme. Cada vez que yo sacaba una mala nota decían que era por eso”.

A pesar de que Nela trató de entender, el colegio la juzgó y la abandonó.

Por ser de la comunidad LGBTI, Juan David López Alzate, Hernán Macías López, Sahmir González, Oswaldo Adolfo Botero, Gustavo Alberto Arango y Juan Danilo Bedoya Román fueron asesinados este año en Medellín. Torturados, amarrados, asfixiados. 

A pesar de la sistematicidad de los asesinatos, la Fiscalía aún no responde, la Policía tampoco llegó. 

Entre 2020 y 2021, 98 integrantes de la comunidad LGBTI fueron asesinados en Colombia. ¿Y la justicia? Nunca llegó ni llegará por ser quienes son. 

Más vale que las instituciones adopten protocolos especiales para enfrentar la violencia estructural, machista y patriarcal que aún gobierna nuestra sociedad. Por tratar de ser quienes son, dentro de la familia, en la escuela y en el espacio público les matan, violan, torturan y discriminan. A pesar de la evidencia, de los gritos, y de los cuerpos desahuciados, la Policía, la Fiscalía y el poder público siguen sin actuar. 
 

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