Sebastián Nohra
6 Marzo 2022

Sebastián Nohra

Sancocho ideológico

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La negociación del acuerdo de paz y el plebiscito de 2016 reforzaron en la opinión pública una división conceptual confusa y frágil y que hoy es inútil entre izquierda y derecha. Los del SÍ portaban la etiqueta de ser supuestamente de izquierda y lo de ser de derecha les correspondía a los del NO. Después apareció el fenómeno Fajardo y otros políticos que nunca acompañaron formalmente al uribismo ni al petrismo, y entendimos que estos eran “el centro”.

Va siendo hora de cuestionar el orden de ese mapa y darles a algunos el lugar que corresponde. Por un lado, hay partidos (Liberal, Cambio Radical, La U) que no tienen ninguna brújula ideológica y, salvo excepciones, se dedicaron solo a olfatear la despensa de cargos para caer parados con el poder, construyendo en sus bancadas un sancocho caótico de ideas y proyectos de ley. ¿Cambio Radical es un partido conservador, socialdemócrata, liberal? Es todo y es nada.

Por otro lado, hay varios políticos importantes que se pusieron de sombrero alguna escuela o categoría, pero en la práctica, su discurso es el secuestro de unas ideas en las que no creen. Entre la voracidad clientelista y el oportunismo retórico les compramos demasiado fácil a los partidos la bandera o color que se les vaya ocurriendo, y nos ha faltado carácter y rigor para pararnos en la raya y poner a cada loro en su estaca. Voy con varios ejemplos.

No sé cuál fue el momento en que el país graduó a Jorge Enrique Robledo, un hijo del Moir (partido que tiene como base ideológica el maoísmo), como alguien de “centro”. Es apenas natural que un senador que fue por mucho tiempo la bandera del Polo, y que cree en la autarquía productiva, termine irritado y divorciado de alguien como Alejandro Gaviria. Los unía más la estrategia que el contenido.

El caso del Partido Liberal es notable. Al convertirse cada vez más en el tablero de ajedrez de César Gaviria, su decadencia y borrachera ideológica lo redujo a un partido que lo que más tiene de liberal es el nombre. Desentendido del tránsito ágil y abundante de personas, capitales y mercancías como lo pensaron los fundadores del partido y grandes liberales en el siglo XIX, ausente (excepto Juan Fernando Reyes Kuri) para defender una agenda de drogas de verdad liberal y autor de la construcción de un diseño institucional hiperpresidencialista y hostil con los mercados competitivos. Por ese desprecio a las ideas, a cada tanto el partido termina teniendo congresistas y candidatos con unas ocurrencias como la de “Cacho cero” para “proteger a la familia” de Karina Espinosa, aspirante al Senado.

En el Centro Democrático tenemos a un partido que se pone medallas por ser “el muro de contención contra la izquierda” y defender la libertad de empresa, pero hoy carga con un historial de discursos y proyectos que firmarían el kirchnerismo y Podemos. Desde los años de Uribe han sido los responsables del extraordinario aumento de las barreras no arancelarias, hicieron la ley de castigo a las importaciones de comercio electrónico por menos de 200 dólares, proponen todo tipo de mecanismos de controles de precios, aumento de aranceles, se oponen a la formalización de las aplicaciones de transporte y su candidato, Óscar Iván Zuluaga, en un reciente video prometió “perseguir a los especuladores” para frenar la inflación. Esto es apenas un bocado de un largo etcétera. 

Y del otro lado tenemos a Petro, Bolívar, Caicedo y compañía, que hoy nos cuentan que vienen a rescatar las banderas liberales. Pocas cosas más antiliberales que un proyecto que pretende tener un estado elefantiásico, crear monopolios públicos para un sector grande de la economía (salud, servicios, pensiones), que descree del libre comercio y que en el corazón de su programa habita el deseo de un gran aumento de la discrecionalidad presidencial. Ya le dijo a Néstor Morales en entrevista que su primera medida de gobierno sería decretar la emergencia económica. Es decir, poderes extraordinarios y más discrecionalidad desde el minuto cero. ¿Este es el liberalismo colombiano? Creo que hoy no hay en Colombia una tradición política más secuestrada que la liberal.

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