Daniel Samper Pizano
8 Noviembre 2020

Daniel Samper Pizano

4 años a bordo de un matón

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Ha sido conjurada la pesadilla de Donald Trump. Termina su abominable cuatrienio en la Casa Blanca y se esfuma la amenaza de una dosis igual o peor hasta 2024. Fue un mal ganador entonces y es un mal perdedor ahora, como corresponde a matones de su calaña. Pero el dragón todavía respira y el fantasma del autoritarismo corrupto, del que Trump es hijo, recorre el mundo. Hace cuatro años, cuando sorprendió a todos con un inesperado triunfo electoral, pocas personas tenían noticia, fuera de los Estados Unidos, acerca de ese multimillonario cómico, casi patético, con fama de hombre de negocios inescrupuloso, atropellador de mujeres y empresario de reinados de belleza. Los colombianos sí lo sabíamos. En 2015 tachó a los inmigrantes mexicanos de “traficantes de droga, criminales y violadores” y cuando nuestra compatriota Paulina Vega, Miss Mundo, se solidarizó con ellos, la llamó “hipócrita”. Dieciséis meses más tarde Paulina se enteró espantada de que Trump era el nuevo presidente gringo y la pobre entró en crisis.

Algo parecido sintieron la mayoría de los ciudadanos al verlo ocupar a la Casa Blanca en 2016 y al conocer detalles de su vida. Lo que acababa de ocurrir en la nación supuestamente más desarrollada de la historia parecía increíble y avergonzaba al mundo. De inmediato surgieron las reflexiones consoladoras: “El tipo no puede ser tan malo como parece”... “Fue un accidente, no volverá a suceder”... “El Partido Republicano lo moderará”... “Lo repudiará el pueblo en las próximas elecciones”... “El resto de países lo meterán en cintura ”...

Todos estábamos equivocados. Tras cuatro años a bordo de Donald Trump es preciso decir que el tipo resultó peor de lo que se decía: mentiroso, racista, xenófobo, machista, evasor de impuestos, ignorante, fanfarrón, etc. Un estudio sicológico revela que se trata de un matón clásico: un matón con plata, que son los peores. A lo largo de los años, la revista Psychology Today se ha encargado de analizar el perfil de este sujeto inseguro y vulnerable que busca el conflicto como la hiena busca la mierda y es fruto, dice la publicación, de “fuerzas oscuras como la ansiedad, el terror, la envidia y el resentimiento”. Por eso atiza a su alrededor la atmósfera tensa y sucia en la que se siente cómodo y amenaza, insulta, reta, avasalla, quiebra las reglas de juego y borra las fronteras entre lo correcto y lo incorrecto.

Pues bien: el caricaturesco magnate resultó peor de lo que se temía y los frenos que en teoría iban a contenerlo no funcionaron. El Partido Republicano no solo no lo educó en una política madura y democrática, sino que se dejó arrastrar por la bandera del triunfo que agitaba y terminó escoltándolo de manera execrable. Hoy se arrepiente; pero una rata que abandona el barco náufrago podrá ganar medallas de natación y sin embargo seguirá siendo una rata. El pueblo norteamericano conoció su truculenta historia y, sin embargo, no se liberó de este monstruo que lo encadenó con sus mentiras y su demagogia. Hace cinco días, cuando aún faltaban millones de votos por contar, Trump ya llevaba 8 millones más que los obtenidos en 2016. No, lo de 2016 no había sido un accidente. Y no, el pueblo no lo repudió, sino que lo respaldó aún más. En cuanto a las presiones del resto del mundo, no fueron ni generalizadas ni suficientes. Los emigrantes latinoamericanos recibieron toda clase de oprobios y represiones de Trump, pero la región fue incapaz de armar un bloque para defenderlos. México, tan vejado y maltratado, terminó por besarle la mano. La agresividad de Washington con Venezuela permitió a Maduro achacar a los gringos todos los males que él mismo creó. Y Colombia, cuyo gobierno se siente ahora un imperio de juguete, traicionó a la región siguiendo su tradición de caín de América y se puso al servicio del monstruo.

No nos engañemos: la enorme votación de Trump, al cabo de cuatro años de desastres, es una calamidad. Aunque haya perdido. ¿Cómo es posible que semejante personaje consiga el apoyo de casi medio país? ¿Cómo se explica que haya aumentado su caudal de votos? ¿Este es el ejemplo que ofrece al mundo un Estado cuya democracia precede a la Revolución Francesa? ¿Qué se puede esperar de un electorado que se suicida cada cierto tiempo?

Lo peor es que la expansión trumpista forma parte de una peste planetaria cuyo rasgo común es la destrucción interna de la democracia por cuenta de un caudillo populista que galopa intensamente en las redes sociales. No importa el color de la camiseta que vistan, así pasa también con Bolsonaro en Brasil, Duterte en Filipinas, Orbán en Hungría, Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Duda en Polonia, Erdogan en Turquía, Putin en Rusia y por supuesto, songo sorongo, Duque-Uribe en Colombia.

Todos ellos están comprometidos en un peligroso viaje hacia el autoritarismo y la demolición de la democracia. ¿Por qué creen ustedes que el gobierno de Colombia, el partido que lo apoya y el gran jefe que dirige el titirimundi trabajaron en pro del decapitado muñecón? La explicación solo puede ser que admiran sus métodos y comparten sus fines.

ESQUIRLA. El cambio en el gobierno gringo comporta necesariamente la renuncia o retiro de los funcionarios y diplomáticos colombianos que ayudaron a la campaña de Trump. Auguro movimientos en la embajada de Washington y algunos consulados.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas