Daniel Samper Ospina
22 Noviembre 2020

Daniel Samper Ospina

Consejos de Uribe a Biden

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Atardece sobre el río Potomac y el equipo de confianza de Joe Biden cumple 18 horas de trabajo ininterrumpido. Algunos rostros lucen cansados. El presidente electo de los Estados Unidos —el tapabocas ya descubierto, la camisa remangada— continúa interpretando los papeles extendidos sobre la mesa de crisis. Johnson, su intrépido asesor de cabecera, se atreve a hablarle con sinceridad:

—Ya hemos revisado los 27 primeros consejos de la carta, presidente electo; ¿podríamos descansar un rato, o al menos pasar a otro tema?

El amigable rostro del presidente Biden se impacienta:

—¿Qué parte de “leamos esta carta” no ha entendido, Johnson, por Dios Santo? ¿No ve que se trata de Uribe, el hombre que ha sido comparado con Jesús? ¿O es que acaso quiere que nos volvamos castrochavistas?

Charlie Bickenback, uno de sus chicos de prensa, se atreve a insistir:

—Con todo respeto, Mr. President, pero está escrita en un inglés incomprensible.

—En español, está escrita en español… —corrige Biden.

—Es en inglés —dice Kamala Harris, y su sonrisa ilumina el salón—. O, bueno, también puede ser español —concede.

Cae la noche en Washington y nadie allá afuera imagina que el equipo de cabecera del nuevo presidente estudia a fondo la carta que recibió de Colombia en la cual el expresidente Uribe, con enorme humildad, regaña al gobierno americano por apoyar el proceso de paz; tira línea sobre la política que debe ejercer contra Venezuela; advierte sobre los misiles de Corea del Norte; señala salidas para la crisis del Medio Oriente y dice cuál posición debe asumir Estados Unidos frente a Emiratos Árabes y Bahréin, entre otras cosas.

Viejo zorro de la política, el presidente Biden sabe que aquellos consejos son fundamentales para no convertirse en castrochavista y quiere descifrarlos como sea. Suspira una vez más y se sirve un vaso de agua en el justo momento en que Johnson lee su celular:

—Presidente: mire lo que acaba de tuitear Trump …

Biden lo interrumpe, impaciente:

—¡A quién le importa Trump en estos momentos, Dios Santo! ¡Más bien léanme de nuevo lo que dice Mr. Uribe sobre Kim Jong-un!

La rubia Kelly McWire, asesora internacional, lo hace:

—Dice: “the little snake is still alive” y luego sugiere “The Machita boots solution” pero no da más detalles…

Biden suspira y se toca la barbilla. Vaya desafío le ha puesto la vida en el estertor de sus años. Estar allí con sus mejores hombres para descodificar cada consejo es todo un reto: “change a little article”; “invade Venezuela with General From The River”; “Kim Jong-un is not drinking coffee”; “put a puppet in the White House and wait charged of tiger”: ¡cuánta verdad ha de residir en cada frase! ¡Cuánta ansiedad por desentrañarla!

—¿Qué es “Gbno”? —pregunta la bella Kathy Anderson, directora de staff.

—¿Qué es Jep? ¿Se referirá a la marca de camionetas? —se pregunta Charlie Bickenback.

— Acá dice: “Close the cuts with a populist referend”, ¿qué será cuts? —insiste Johnson.

Un oscuro silencio invade el salón, pero el emocionado ingreso del edecán lo interrumpe:

—Mr. President: misión cumplida —exclama—: la hoja de vida del señor Arias, que anexó Mr. Uribe para que lo ubicáramos en el ministerio de agricultura fue aceptada: podrá trabajar allá 72 horas.

—¡All right! —estalla en alegría el presidente.

Sus asesores se abrazan. Pero el edecán carraspea.

—No obstante, en Cabo Cañaveral se rehúsan a contratar al embajador Pacho Santos, que era otra de las solicitudes de la carta.

El júbilo se disuelve. Los rostros se tornan circunspectos.

—Pero el mismo Uribe dijo que vivía en la luna —comenta Biden, mientras se deja caer en la silla.

Un remezón recorre su corazón de 78 años, hasta que una ocurrencia lo rescata:

—Contrátenlo en el Pentágono, en reemplazo del contratista que ya despedimos por orden del mismo Mr. Uribe —ordena.

—Ahora mismo —sonríe Johnson.

—Y algo más: mándenle al embajador Santos un combo de Taco Bell: es la comida que lo pone nostálgico. Ese detalle le gustará a Uribe.

***

Son las cuatro de la mañana cuando evacúan el punto número 54 de la carta de Uribe a Biden: pedir al canal MTV que invite a “The Ivan´s rock and roll band”, para que haga un desconectado en su larga carrera de desconectados, y demostrar su punto de que efectivamente ahora los músicos ganan más dinero.

—¿Quién será Iván? —se pregunta Kathy Anderson.

—Imagino que su hijo: acá dice que está triste porque sus amiguitos le hicieron “bulling” en Bolivia, que ni le hablaban —responde Biden.

—Pobre niño, invitémoslo a Disney —interviene Kamala. Y su sonrisa alumbra el salón.

***

Destellos de luz se reflejan en el río Potomac con el sol de la mañana.

Tras 25 horas de extenuante trabajo, el equipo de Joe Biden ha digerido, atendido y evacuado toda la carta de Uribe, y se siente pleno para hacer un gobierno libre de castrochavismo y digno del eslogan “Hand hard, big heart” que el expresidente antioqueño sugirió.

—Bueno, chicos —afirma Mr. Biden—: tómense un café, porque ahora debemos responderla.

El viejo zorro comienza a medir las palabras de adulación al caudillo colombiano porque sabe que con ellas arrebatará a Donald Trump los votos de la importante avenida “Alvaro Uribe way” en 2024.

—Recorreremos esa calle victoriosos en nuestras camionetas Jep —dice entusiasta.

La bella Kamala sonríe. Y su risa ilumina la sala.

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