Daniel Samper Ospina
31 Julio 2021

Daniel Samper Ospina

Duque es el final de Uribe

Me acerqué y efectivamente allá estaba el viejito ese canoso que te conté la vez pasada: ¿sí te acuerdas? Un señor muy amable que anda con un vestido de paño muy elegante, pero que se pone Crocs, mija, ay no, un personaje: hay unos viejitos que dios mío….

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Como todos los días, saqué a las mellizas al parque porque las gordas se desesperan en la casa y Carlos Felipe, mi marido, ahora se la pasa de mal genio, y es grite aquí, grite allá, haga mala cara con ese teletrabajo por toda la casa, mejor dicho, mijitico, horrible (tú lo vieras, coge ese Zoom y le dice al uno que es guerrillero, al otro que es un hijuetantas y, bueno, como un loco, como es Carlos Efe: tú lo conoces).

Bueno, saqué a las niñas, pero resulta que no le cabía un solo escolta más al parque, lo más  de raro: hasta bueno, pensé, porque uno sale con sus hijos y vaya a saber con qué se encuentra: que migrantes, que gente pidiendo, que vendedores ambulantes, que marihuaneros: tantos riesgos que hay, mija, que si uno empieza no termina nunca… 

Me acerqué y efectivamente allá estaba el viejito ese canoso que te conté la vez pasada: ¿sí te acuerdas? Un señor muy amable que anda con un vestido de paño muy elegante, pero que se pone Crocs, mija, ay no, un personaje: hay unos viejitos que dios mío…. 

El señor estaba ahí con su niño.

Yo los conocía del jardín infantil al que llevaba a las gordas, el de “Mis primeros huevitos”, porque el viejito llevaba a ese mismo jardín a su chiquito. Pero vieras cómo se le estiró el gordo, ahora está gigante, y con unos hoyitos que se le hacen en los codos y en los cachetes para comérselo, divino. 

—Ve —me le acerqué al viejito—. Está gigante tu gordo: ¿sigue igual de juicioso?
—Qué va —me dijo el viejito todo bravo, todo sincerote—: ¡vos vieras las penas que me está haciendo pasar!
—¿Pero todavía lo tienes en clases de música?
—Nada, home, no… Si es que ahora no me da pie con bola. Y encima adora la gaseosa…

Y era verdad: las quería eximir de impuestos el gordo sinvergüenza, divino.

Bueno: el viejito desesperado me contó que el niño toma Coca Cola a toda hora, y a él le preocupa (porque además prefiere productos Postobon) y que le quita los dulces a los niños de Bojayá para comérselos él, y que eso lo pone a mil. Y se notaba porque estaba todo acelerado: hacía malabares con la pelota, se trepaba en el pasamanos, jugaba a que era presentador: mejor dicho, la locura. 

—Trata de que le baje al dulce o no te duerme —le dije al señor, así quedara como una metida—. Y si me dejas que opine, a veces también es bueno ponerles límites.

Y se lo dije porque el gordo andaba como un loco: eso en ese columpio parecía que se iba a caer. Y así como en el jardín lo vestían divino, con unos pantalones cortos escoceses para derretirse, esta vez andaba terrible. Todo le quedaba como grande. 

El viejito se animó a hablarme:

—El niño no me recibe frutas, ni siquiera naranjas —me dijo.
—Hay que enseñarles a comer de todo —le respondí, porque es verdad.
—Que días le di jugo de banano y fresa y me lo devolvió: me tocó hacérselo tragar y darle otro para que aprenda. 

Yo ni sé qué le dije al viejito, pero él siguió:

—¿La señora, disculpe, que les da a sus chiquitas de desayuno? —me preguntó.
—Huevo —le dije—. El huevo es muy nutritivo.
—Yo a este no le puedo dar huevitos porque apenas ve una cacerola me hace una pataleta horrible…
—¿Y si se los da tibios?

El niñito subía y bajaba como loco y comenzó a jugar en la arenera y a embarrarse todo y a embarrar a todo el mundo.  

En esas empezó a llegar un montón de gente a tomarse el parque, pero tú vieras la cantidad: mucho estudiante mechudo, mucho hippie. Y yo dije: ay no, otra vez vienen estos acá a molestar, a dañar cosas y que se armen trancones. Porque yo sí te digo una cosa: vienen, arman el trancón, se tiran el Transmilenio, y al final ¿quién paga? Pues uno porque le llega tarde la empleada. 

Te digo que el parque se llenó, llegó un montón de gente con pancartas de protestas, y todos sacaron unas cacerolas que las tenían todas vueltas nada, y empezaron a darles: y dele, y dele, y dele a la cacerola. Y el niño que oye eso, y se tapa los oídos, y arranca con una pataleta que ni te puedes imaginar: se le prende al señor de las piernas, así, las abraza durísimo, no le soltaba las rodillas, muerto del susto. 

Y el viejito era cálmelo y cálmelo, pero el niño berreaba más duro, mija, y el viejito furioso, y mientras tanto llegue y llegue gente hasta que empieza ese niño a vomitar. Y ahí fue que el viejito se puso furioso y arrancó a perseguir al niño dizque para que se tomara el vómito, pero como loco. Ahí llegaron un poco de jóvenes que comenzaron a cantar con palabrotas, porque esa es la juventud de hoy en día, mija, qué tristeza, todo es vandalismo y grosería. Ya en ese momento habían llegado unas patrullas de la policía, entonces el viejito arrancó a ordenarles que usaran su derecho de dispararles a los vándalos. Les gritaba que ellos no fueron a recoger café. La locura. 

Yo agarré a las niñas de la mano muerta del miedo y me fui derechito para la casa. Nunca había visto nada así, te juro. Ya en la casa estaba Carlos Efe, y eso era furioso por no sé qué problema que tenía en el trabajo y gritaba por ese Zoom como loco.

Te juro que casi me devuelvo. Pero las gordas se pusieron necias porque llegaron muertas de hambre. Entonces les hice un juguito de banano y fresa que se tomaron felices. Es que ellas sí están muy bien educadas. 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más columnas en Los Danieles

Contenido destacado

Recomendados en CAMBIO