Ana Bejarano Ricaurte
21 Agosto 2022 03:08 am

Ana Bejarano Ricaurte

EL CHIPOTE DE ORTEGA

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Se impuso un silencio muy incómodo cuando se llamó a votar a Colombia esta semana en el Consejo Permanente de la OEA y nadie contestó. Se debatía una resolución condenando la violación sistemática de derechos humanos en Nicaragua, el hostigamiento a la prensa, a las ONG, a la Iglesia católica. Un llamado por la liberación o por lo menos el trato humanitario para los presos políticos. Nadie sabe bien qué pasó. Algunas fuentes apuntan a que se trató de una jugadita sorpresa de Iván Duque a Gustavo Petro, esta vez en Washington.   

Una de las historias que inspiró esa resolución —que tal vez pocos cambios de facto traerá, pero por lo menos sirve para concientizar al mundo sobre la tiranía que se apoderó de la tierra de los “nicas”— es la del periodista Miguel Mora. El fundador y director de Noticias 100% es uno de los directos afectados por el violento régimen de Daniel Ortega. Ahora Mora, en su segunda encarcelación, sostiene una huelga de hambre, en la que solo ha consumido líquidos como agua y suero.

Es difícil saber cuándo empezó la pesadilla nicaragüense, pero un punto de inflexión que explica la situación actual es la represión a las manifestaciones de 2018. En ese entonces Ortega anunció que cobraría un cinco por ciento de las mesadas pensionales de los retirados. La gente se volcó a las calles para protestar y ello sirvió de detonador de la inconformidad del pueblo con la ausencia de garantías democráticas. 

La protesta fue masiva y televisada por Noticias 100%. También lo fue la violenta reacción de Ortega. Según la Comisión de Derechos Humanos de la OEA se asesinaron a más de 300 civiles, la fuerza pública los embistió de la mano de paramilitares y francotiradores, se atacó indiscriminadamente a la población desarmada, se asesinaron periodistas y se confiscaron medios de comunicación.   

Así me lo explicó Lucía Pineda, directora del informativo de Noticias 100%, ahora radicada en Costa Rica por cuenta de la persecución: “Nosotros solo contábamos la historia de lo que pasaba en las calles… tantos jóvenes asesinados”. Cualquier atisbo de independencia en los medios, el relato franco del horror que se apoderó de las calles, condujo a su persecución y cierre. 

Mora y Pineda sabían que venían por ellos, pues incluso antes de las manifestaciones el Director de Telcor, la entidad de comunicaciones del Gobierno, les advirtió que no deberían transmitir ni cubrir la manifestación pública. Por eso los reporteros se enclaustraron en las instalaciones del noticiero por veinte días, hasta que el 21 de diciembre de 2018 fuerzas del Estado se llevan preso a Mora por primera vez. Lucía, aunque se escondió bajo unas escaleras de la sala de redacción, fue aprehendida también. 

Tras su liberación, Mora anunció que sería candidato presidencial: otra afrenta al régimen. Por eso volvió a ser detenido, acusado por delitos relacionados con la difusión de noticias falsas, rápidamente enjuiciado y condenado a trece años de cárcel. Ahora se encuentra preso en el complejo judicial Evaristo Vasquez, calabozo inhumano conocido como El Chipote. 

En El Chipote las condiciones son atroces, no hay acceso a salud, pero sí a mala alimentación, prohibición de materiales de lectura (en especial las biblias) e incluso algunos sobrevivientes han relatado maltratos y torturas. Lo peor para Mora es que solo hasta el día de ayer permitieron la visita de su hijo, un joven de 21 años que por su condición se moviliza en silla de ruedas, razón por la cual, decían, no podía entrar al penal.  

Y es que la tragedia de Mora es la alegoría perfecta para la situación actual de Nicaragua. El país entero es El Chipote de Ortega, está preso bajo su mando, donde ha logrado encerrar a toda la nación. Es truculento el camino que ha recorrido Nicaragua en los últimos sesenta años: las dictaduras de los Somoza, la lucha sandinista, los Contras financiados por los EE. UU., el regreso efímero de la frágil democracia y el poder ejercido por Ortega sin descanso desde 2006. La celebración de cuestionables elecciones y el ejercicio del poder junto con otra carcelera, la primera dama y vicepresidenta, Rosario Murillo. La desaparición de los frenos y contrapesos, la eliminación de los medios independientes y cooptación de los pocos que quedaron.

Por eso las condiciones de vida en Nicaragua son cada vez más difíciles para la población y eso explica el doloroso éxodo que camina a pasos agigantados hacia las fronteras, para salir corriendo a cualquier lugar. 

Nicaragua es ahora el panóptico de Ortega; la deformación del sueño sandinista. Revesar lo que ha ocurrido tardará décadas, pero tal vez aún haya tiempo para salvar a Miguel Mora, que hoy cumple 59 días en su huelga de hambre y tan solo hasta ayer le fue permitida la visita de su hijo, Miguelito. 

El episodio de la ausencia de Colombia en la votación para la resolución contra el régimen que se tomó Nicaragua invita a la pregunta de cuál será el rol que quiere asumir Petro. Tal vez tenga interés en ocupar un lugar trascendental en la izquierda latinoamericana, en liderar diálogos, o acompañar sanciones, o simplemente promover una intervención humanitaria para que liberen a los presos políticos. Y ojalá Petro acompañe a otro colombiano en esta gesta, el relator para la Libertad de Expresión de la OEA Pedro Vaca, quien, por ahora, solo pide que se abran las puertas del Chipote y entre la luz, así sea solo por un momento. 

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