Daniel Coronell
13 Junio 2020

Daniel Coronell

El millonario del hambre

Sus mayores utilidades vinieron de las cajas de alimentos subsidiados, de cuestionable calidad y precio, conocidas como Clap.

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El multimillonario Alex Saab, capturado este viernes en Cabo Verde, África, construyó gran parte de su enorme fortuna a costa de la miseria del pueblo venezolano. Su eventual extradición tiene temblando a varios personajes porque puede poner al descubierto una operación de corrupción, sobornos y lavado de dinero que se ha venido desarrollando en Venezuela, Colombia y Estados Unidos.

Saab ha hecho múltiples negocios con los gobiernos de Chávez y Maduro.

El primero de ellos fue un contrato por 685 millones de dólares para construir casas de bajo costo, en polietileno, para las personas más necesitadas de Venezuela.

El contrato se basó en un convenio colombo-venezolano que desde el comienzo sonaba extraño. Mientras que por Venezuela firmaba el gobierno a través del Ministerio del Poder Popular de Industrias, por Colombia era responsable una empresa de Alex Saab llamada Fondo Global de Construcciones SAS. La ceremonia para firmar el curioso acuerdo, en noviembre de 2011, fue encabezada por los entonces presidentes Juan Manuel Santos y Hugo Chávez y sus cancilleres María Ángela Holguín y Nicolás Maduro.

De acuerdo con el escrito de acusación del gobierno de Estados Unidos, Alex Naim Saab Morán, Álvaro Pulido Vargas y otros tres colombianos, cuya identidad aún no han revelado, participaron desde Florida y Colombia en un esquema criminal para lavar varios cientos de millones de dólares que obtuvieron con tasa de cambio preferencial del gobierno venezolano, dentro de ese contrato.

Presentaron papeles falsificados de importación de materiales de construcción que jamás llegaron a Venezuela y sobornaron a funcionarios de la Aduana (Seniat), la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi) y la Guardia Nacional (GNB) para obtener la aprobación de esas operaciones. En algunos casos fotografiaron un único embarque en varios lugares para hacerlo pasar como entregas múltiples.

350 millones de dólares, resultado de la operación corrupta, fueron transferidos a cuentas de Estados Unidos y de allí volaron a otras partes del mundo.

El tema no paró ahí. Alex Saab continuó enriqueciéndose con el hambre de los venezolanos. Sus mayores utilidades vinieron de las cajas de alimentos subsidiados, de cuestionable calidad y precio, conocidas como Clap. Nicolás Maduro ha usado las míseras cajas de comida para premiar lealtades y castigar rebeldías.

Los beneficios para Maduro no han sido solamente políticos. Una de las empresas usadas para esta operación de mercadeo del hambre se llama Group Grand Limited. Fue fundada en Hong Kong, tenía una filial en México y recibió al menos otros 350 millones de dólares.

Luisa Ortega, la fiscal general de Venezuela destituida por Maduro, aseguró que su suerte quedó sellada cuando descubrió quiénes eran los dueños de esa empresa: “Se presume que es del presidente de la república Nicolás Maduro, cuyos propietarios son Rodolfo Reyes, Álvaro Pulido Vargas y Alex Saab”.

En entrevista con el diario El Tiempo, Saab negó que tuviera relación con esa sociedad. Sin embargo, en los registros de Hong Kong consta que su hijo Shadi Nain Saab Certaín fue director de la empresa hasta el 24 de febrero de 2017.

En esa fecha lo remplazó otro colombiano llamado Javier Ernesto Betancourt Valle.

En 2005 Betancourt fue nombrado cónsul en Nueva York como pago del voto de su cuñado a favor de la reforma constitucional, que permitió la reelección de Álvaro Uribe. El cuñado es Jaime Amín y es el actual embajador de Colombia ante los Emiratos Árabes Unidos.

Amín era un politiquero del montón en Barranquilla. Su buena estrella arrancó con ese voto en la comisión primera. Poco después -y en el escaso margen de tres días- le cayó la fortuna del cielo: el gobierno Uribe le nombró a su mujer Claudia Margarita Betancourt Valle, como notaria sexta en Barranquilla y su cuñado se posesionó como cónsul en Nueva York. Al cabo de un tiempo, el propio Amín terminó convertido en senador del Centro Democrático. Cuando finalmente se quemó en las elecciones de 2018, se lo pusieron de consejero presidencial a Iván Duque y ahora es embajador.

Su cuñado Javier Betancourt también ha tenido suerte. Fue nombrado director de la Agencia Nacional de Hidrocarburos en el gobierno de Santos y últimamente se dedica a los negocios privados.

De este negocio privado de los Clap quizás tendrá la oportunidad de hablar en español y en inglés.

Él no es el único, ni el más vistoso.

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