Diego Carvajal
18 Diciembre 2022

Diego Carvajal

EL PAPÁ QUE YO QUIERO

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Crédito: Nicolás Achury
Crédito: Nicolás Achury

Durante muchos años Joan Manuel Serrat y Daniel Samper Pizano fueron lo único que tuve en común con mi papá. Mi viejo, un titán que siempre quiso para mis hermanos y para mí lo que él no tuvo, era un convencido de que lo mejor que podía dejarnos como herencia era una educación firme llena de lecciones para la vida. Yo, por mi parte, siempre me esforcé por contradecir y sabotear todos sus esfuerzos.

A diferencia de mi hermano, el sapo de la familia, no me gustaba ir con él a lavar el carro. También prefería quedarme viendo tele en la finca en lugar de caminar por el campo en el que él había crecido. Ni siquiera el fútbol nos sirvió de común denominador: él jugaba de 10 y “prefería hacer un túnel que un gol”, lo mío eran la defensa y el choque. Pensándolo bien, creo que si me hice hincha de Millonarios fue principalmente para llevarle la contraria a su pasión santafereña.

En materia de música siempre me desesperaron los sosos Beatles de Let it be y Michelle y el escandaloso Rubén Blades de Plástico y Decisiones que él ponía sin ningún orden ni justificación los domingos. Nunca fuimos a un concierto juntos. De hecho, me sorprendió mucho cuando me contó que él, que no disfrutaba los conciertos, había ahorrado mucho para ir al de un tal Joan Manuel Serrat. “Es que Serrat es otra cosa, -dijo-. Es el símbolo de una generación. De mi generación”.

Tanta emoción por un artista me llenó de curiosidad. Con más prevención que admiración me terminé acercando a ese vinilo de portada amarilla. Cuando nadie me veía, paraba mi walkman que tocaba el estridente Grunge de los 90  para tratar de entender por qué ese mechudo catalán lograba conmover tanto a mi viejo. 

Debo confesar que a primera escucha la música de Mediterráneo -ese era el disco- me parecía rara. Algunas canciones se me antojaban sobrecargadas de arreglos de cuerdas rococó y de capas innecesarias. Sin embargo la potencia de las letras me voló la cabeza desde el minuto cero: ¿Cuál U2?, ¿Cuál Pearl Jam? ¡Cantares!, ¡Mediterraneo!, ¡La mujer que yo quiero! Todas esas canciones estaban tan bien contadas que las vivencias de un señor 30 años mayor que yo de repente eran mías. Más importante que eso, esas historias cantadas me conectaban con mi papá. Me mostraban una faceta hasta ese momento desconocida para mi. Era imposible que un tipo que se emocionara con ese Serrat no estuviese repleto de sensibilidad. No era simplemente el papá que demandaba  buenas calificaciones y jodía por todo.

Serrat, que vivía lejos y escribía sobre un mar que no conocíamos,  fue la llave para abrir una puerta que toda la vida ha estado a mi lado. Ese Diego papá desconocido que cantaba yse emocionaba con las canciones que empezaron a ser de los dos, mejor dicho de los tres. Cuando se me acabaron los acetatos y los cassettes seguí buscando puentes hasta dar con un libro verde y chiquito que lo hacía reír. Era Postre de Notas, una selección de columnas de un tal Samper Pizano y una explicación (¿traducción?) del humor negro y rápido de mi taita.

¡Ojo! Siempre admiré y respeté a mi papá. Lo que pasa es que este man que se conmovía oyendo qué va a ser de tí lejos de casa mientras miraba a mi hermana con anticipada nostalgia, el mismo que se reía a carcajadas con un columnista cachaco que amenazaba a la reina de Inglaterra con dejar de tomar güisqui si no suspendía su ataque contra las malvinas, me caía bien. Empezó a ser uno de los míos o yo, uno de los suyos.

Sin que ninguno de nosotros se lo hubiera propuesto y sin siquiera darnos cuenta, empezamos a parecernos más de lo que creíamos: el sarcasmo, Mafalda, comer mucho y muy rico, Les Luthiers, el single malt, Luis Carlos Galán, la kola sol…
…Los “sosos” beatles y el “escandaloso” Blades entraron a mi top 10 y “aquellas pequeñas cosas” terminó encabezando mi playlist de rolas bonitas.

Tres décadas más tarde el acetato de mediterráneo y esa edición de Postre de notas están en mi casa firmados por sus respectivos autores. Ambas firmas las conseguí para él pero me las terminé quedando. Quizás como protesta, quizás como homenaje o quizás porque sigo buscando la ocasión especial para entregárselos. 

Si mi papá lee esto quisiera aprovechar la inmunidad del texto y la distancia para confesarle que me da pesar no acompañarlo al estadio pero que cada vez que pongo el disco u ojeo el libro siento que visto su camiseta. Es mi también heredada manera de decirle que lo quiero sin decírselo.


#MiCanciónDe Serrat: Aquellas pequeñas cosas 
La escogí porque: así cantemos y vivamos para para las mujeres, la vida está hecha de gestos menos elocuentes. De aquellas pequeñas cosas como un disco amarillo o un librito verde menta.

Aquellas Pequeñas Cosas

Uno se cree
Que las mató el tiempo
Y la ausencia
Pero su tren
Vendió boleto
De ida y vuelta
Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejó un tiempo de rosas
En un rincón
En un papel
O en un cajón
Como un ladrón
Te acechan detrás de la puerta
Te tienen tan
A su merced
Como hojas muertas
Que el viento arrastra allá o aquí
Que te sonríen tristes y
Nos hacen que
Lloremos cuando
Nadie nos ve

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