Daniel Samper Ospina
12 Julio 2020

Daniel Samper Ospina

En una Colombia paralela…

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Era jueves, y ya sentía que el país me doblegaba con sus noticias de siempre: la W denunció que el fiscal Barbosita, obsesionado acaso por la transparencia, viajó por cuenta del erario a Caño Cristales, y también a Pereira, donde asistió, en vuelo oficial, a la fiesta de la esposa del contralor, como ejemplo de trabajo interinstitucional: ¿en qué otros destinos piensa acumular millas? ¿En la isla de Barbados, con el pretexto de analizar procesos de guerrilleros? ¿En Punta Cana, como guiño a su amigo Iván Duque?

María Jimena Duzán publicó una grabación en que Tomás Uribe aterriza ante Caye Daza la donación de un amigo al que se refieren con el alias de "Carevampiro", pero de ninguna manera se trata de Óscar Iván Zuluaga, o de la actual canciller.

Como era de esperarse, la Corte Constitucional tumbará las sesiones virtuales del Congreso, con lo cual podrían caerse leyes fundamentales para el país, como las de declarar al carriel como patrimonio inmaterial de la humanidad y a Buga como la “ciudad señora de Colombia”.

Y, por si faltaran noticias sorprendentes, Gustavo Petro invita a desconocer la autoridad presidencial de Iván Duque e, inspirado en las técnicas de lucha de Uribe contra Santos, llama a la desobediencia civil. Pero es imposible comprender el llamado: ¿cuál es la autoridad de Iván Duque, acaso, para poder desconocerla? ¿La desobediencia civil consiste en no lavarse las manos cuando el presidente presentador pide que lo hagamos en su Talk show? ¿En no creer que los enanitos de Blanca Nieves eran siete, como él mismo lo pregonó con vigor en la Unesco? Desobediencia sería brincarse la autoridad de Álvaro Uribe, quien dicho sea de paso fue el primero en desconocer la de Duque: ¡he ahí al Thoreau de nuestros tiempos! ¿En qué momento nos convertimos en esta pequeña Venezuela en que Uribe hace las veces de Chávez; Duque, de Maduro y Petro de Guaidó, el hombre que denuncia el poder del usurpador?

Y, como si no fuera suficiente, en una defensa memorable que pretendía congraciarse con Uribe, Pachito Santos publicó los cuantiosos contratos que el Presidente Eterno otorgaba a dedo al fiscal Montealegre; se disparó el pico del coronavirus; e Iván Duque contactó a Bolsonaro para contener en conjunto la enfermedad: ¡a Bolsonaro! ¿Qué sigue ahora, por favor? ¿Pedirle ayuda para luchar contra la deforestación del Amazonas, de una vez? ¿Contratar la asesoría en derechos humanos de Rodrigo Duterte, el tirano de Filipinas?

Abrumado ante el agobio informativo, decidí tomar distancia de las noticias nacionales y concentrarme en otras secciones del periódico: cultura, por ejemplo, para empaparme del nombramiento de Bad Bunny como compositor del año; economía, para seguir los preocupantes sucesos de la banca; o deportes, para lo mismo, aunque concentrado en James Rodríguez y el Real Madrid.

Sin embargo, fue en la sección de ciencias donde un titular absorbió mi atención: expertos del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar en Gotinga, Alemania, descubrieron una imagen “espejo” de nuestro Sistema Solar con un exoplaneta idéntico a la Tierra. Así como suena: en algún lugar del universo hallaron una galaxia paralela con un planeta gemelo del que quiero creer que somos la versión bizarra, el reverso: un planeta hermano, correcto, plácido, pacífico, donde existe un país que se llama Colombia, con C, no con P; Gustavo Petro es un conciliador hombre de zapatos Hevea de gamuza que busca la concordia y se afeita cuando viaja a Cuba; el director del ejército no grita “Ajúa” en las entrevistas, como si hubiera descubierto algo (una ley física, el archivo con el perfilamiento de un periodista: algo), sino que guarda las formas (y los fondos) de manera ejemplar; Álvaro Uribe es un destacado defensor de los derechos humanos al que, gracias a un fallo judicial, nadie puede llamar “Matarife”, y el fiscal general es un funcionario de bajo perfil que se destaca por el manejo delicado de los recursos públicos.

En aquella Colombia de Gotinga el excandidato Pinzón denuncia a los auxiliadores de la guerrilla con pruebas; el gol de Yepes fue válido; la alcaldesa no grita; Nairo Quintana gana el Tour de Francia; en la cuarentena no abundan los trancones; Pachito Santos es un hombre maduro; y Maduro no es el tirano del país vecino, porque abandonó el poder agobiado por un concierto en la frontera protagonizado por Iván Duque, quien no es presidente de la República, sino un tranquilo exministro de cultura del gobierno de Santos que persigue, ya no opositores, sino su sueño de ser guitarrista. Sergio Fajardo ostenta la locuacidad de Martha Lucía Ramírez en los momentos cumbres, y Martha Lucía Ramírez, la mesura silenciosa de Sergio Fajardo en los críticos; Nubia Stella Martínez llama “donación ilegal” a los lapsus; Mockus tiene curul; James Rodríguez es titular. Y la changua no existe.

Existe, en cambio, un columnista de abundante cabellera que observa la realidad con optimismo porque sabe que no todo está perdido: el fiscal general está volando. Literalmente.  El “Carevampiro” quizás sea el “Condecontar”, que trabaja con Hassan “Archibaldo” Nassar, entre otros amigos de Plaza Sésamo. Y en la Colombia de Gotinga a lo mejor no sepan todavía de nuestra existencia.

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