Daniel Samper Pizano
25 Julio 2021

Daniel Samper Pizano

Iván: ¡Declárese en rebeldía!

Para empezar la lucha contra el cambio climático, el primer paso firme sería declararse en rebeldía ante el Centro Democrático (CD), su partido, y repudiar públicamente a su patrón, Álvaro Uribe, el hombre que lo puso en la Casa de Nariño.

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No se imaginan la ilusión que me produjeron las palabras del presidente Iván Duque ante el Congreso de la República el martes pasado. Mientras la ecología mundial anda patas arriba (incendios en la gélida Siberia, huracanes de fuego en los bosques gringos, ciudades alemanas y belgas anegadas, inundaciones mortíferas en la China, deforestación voraz en el Amazonas), Duque anunció varias leyes en defensa de la agraviada naturaleza y señaló que espera “continuar fortaleciendo la lucha contra el cambio climático y el medio ambiente”. El verbo adecuado no sería continuar sino empezar. Y el primer paso firme sería declararse en rebeldía ante el Centro Democrático (CD), su partido, y repudiar públicamente a su patrón, Álvaro Uribe, el hombre que lo puso en la Casa de Nariño.

La emancipación de Duque podría sacudir al país. Lo aplaudiríamos y apoyaríamos. Todo lo demás es demagogia. Porque si la lucha en pro de la reina Natura ha tenido un enemigo constante, ese ha sido la cáfila uribista a la que él pertenece. Para proteger el medio ambiente es indispensable proteger a quienes lo cuidan. Sin embargo, la matanza de líderes ambientales no cesa, y cuando el Gobierno presentó un proyecto de ley para llevar la justicia al campo, se encargaron de hundirlo los parlamentarios del CD: sus hermanos. Una carta a Duque de prestigiosos científicos lamenta el abandono de esta iniciativa que “habría facilitado las resoluciones de históricas disputas de tierra”. Son estos conflictos una de las causas de la deforestación y la ganadería destructiva. No era extraño que ocurriera semejante revés. Uribe es reconocido devastador del medio ambiente y cuenta entre sus asesores cercanos con el zar de los ganaderos, José Félix Lafaurie, y su esposa, la indescriptible senadora María Fernanda, la menos cabal de las figuras del Capitolio. Como observó el analista Rodrigo Uprimny, es “incomprensible que el Gobierno y la coalición gubernamental, que dicen implementar el acuerdo de paz, dejen morir este proyecto.”

La misma mano que aplicó la eutanasia a los jueces rurales asesinó con alevosía otro importante esfuerzo. Hablo del Acuerdo de Escazú que, firmado ya por el ejecutivo, había logrado atravesar tres de los cuatro puentes que exige su conversión en ley de la República. Buena parte de los países latinoamericanos suscribieron este convenio que protege a los guardianes ambientales y avala el acceso ciudadano a la información pertinente. En las sesiones finales del Congreso le bastaba al tratado un último empujoncito y el visto bueno de cierre. No obstante, con la complicidad de Arturo Chad, que presidía el capitolio, el CD ensució la agenda con una de las típicas jugaditas uribistas. La senadora Paola Holguín consiguió que Chad incluyera en el último debate un proyecto que declara al carriel antioqueño como patrimonio cultural nacional. Ocasión de oro para ella, que, prendida del carriel, destiló la oratoria barata del pequeño patriotismo regional y se tomó toda la tarde en hacerlo, de modo que no quedó tiempo para Escazú. Que era la meta. Clausurada la legislatura, el proyecto se extinguió y ahora Duque sale con el cuento de que intentará revivirlo.

¡Ja! Un presidente que se escabulle para no escuchar el discurso de la oposición no es garantía de palabra, pues obedece a los gritos del amo. Me encanta el carriel paisa; ojalá hubieran incluido también la alpargata tolimense, la ruana boyacense, el champús vallecaucano, la juanesca de Nariño, la cotiza llanera y la trespuntás. Pero da ira que esta iniciativa chovinista sirva de cuña para bloquear un proyecto destinado, entre otros fines, a menguar la muerte de líderes agrarios.

Un mes después de que el CD sepultó estos avances fundamentales, sus huestes eligieron las nuevas directivas del Congreso. Otra dosis de quintaesencia uribista: preside la Cámara una exreina de belleza llanera cuyo nombre se me escapa y cuyos padre y hermano han sido condenados por diversos delitos, pese a lo cual aquel es contratista del Estado en la zona de influencia política de la hija. Y encabeza el Senado un antioqueño (¿Gómez?, ¿Jiménez?, ¿Gómez Jiménez?), hijo, también, de tremendo expediente condenatorio por falsificación y fraude.

Estos son los dos ciudadanos que sienta el uribismo en sillas que alguna vez ocuparon dignísimos personajes de nuestra historia. Aquí hay que restablecer desde la ética hasta la estética. Pero temo que Duque no va a dar el grito de independencia. Vendrá entonces la candidatura como jefa de Estado de la Cabal y la de Lafaurie, promotor de la deforestación para alimentar vacas y enemigo de los dos proyectos de ley abandonados, como Primer Marido del país.

La conclusión es muy simple: en las próximas elecciones hay que echar a esta gente del poder ejecutivo y reducirla en el Congreso a un inane grupo minoritario. Imitemos a los jóvenes, que un día decidieron que no seguirían aguantando atropellos y se lanzaron a la calle. Dentro de algunos meses los colombianos debemos lanzarnos a las urnas y elegir opciones que no produzcan sofoco ni temor.

ESQUIRLAS. 1. Sin saber qué hacer con su dinero, un grupito de multibillonarios derrocha fortunas en divisar la Tierra desde lejos. Con la mitad de lo que gastan podrían ver en nuestros países la pobreza desde cerca y ayudar a paliarla. 2. Me gustaría saber quiénes se enriquecen en Colombia con los altísimos precios de los exámenes de covid que muchas naciones ofrecen gratis como fórmula eficaz para frenar los contagios. 3. Las aerolíneas, que hace poco lloraban y pedían compasión, hoy actúan con un despotismo mudo, como si no fuéramos todos víctimas del mismo mal.

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