Ana Bejarano Ricaurte
25 Septiembre 2021

Ana Bejarano Ricaurte

La paloma de Duque

Producen asco el Congreso de la República y su connivencia con el ejecutivo al permitirle que endulce el bolsillo de los mandatarios regionales y así obtener su favor en los próximos comicios.

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Algunos auguran, con exceso de esperanza, que del mediocre gobierno de Iván Duque solo quedará el fin del uribismo. Por eso el solitario presidente tiene que hacerle una ofrenda a su jefe, como cuando los gatos matan una paloma y la dejan en la almohada de su amo. La paloma que dejará Duque, su única herencia posible, es permitirle al sector del establecimiento que representa -si es que algo representa- un triunfo en las próximas elecciones, cueste lo que cueste.  

La inminente derogación de la Ley de Garantías desató un repudio justificado entre la gente, pero solo representa el último de los esfuerzos que ha hecho este Gobierno para asegurarle al partido de Uribe un camino más claro en el 2022. Gracias a esta ley, cuatro meses antes de las elecciones se congela la contratación pública, para que no se use en la compra de votos. Producen asco el Congreso de la República y su connivencia con el ejecutivo al permitirle que endulce el bolsillo de los mandatarios regionales y así obtener su favor en los próximos comicios.   

Las defensas a este adefesio legislativo confirman lo que sabemos hace rato y es que la clase dirigente de este país se mofa de la ciudadanía en su cara. Pretenden hacernos creer -contra toda evidencia- que no reparten mermelada; que en realidad ese mecanismo no sirve para detener la corrupción; que la economía lo necesita; que es necesario que toquemos la puerta de su amigo Barbosa para detener el fraude electoral. ¡Descarados! 

Ese mico es abiertamente inconstitucional -pues reforma una ley estatutaria con una ordinaria- pero no les importa, porque cuando se pronuncie la Corte Constitucional, ellos ya habrán repartido tamal y lechona. Tampoco les preocupa que en el pasado Uribe y Duque dijeran con vehemencia que acabar la Ley de Garantías era favorecer la corrupción con fines electorales. No les importa nada: solo ganar en el 2022. 

Con la misma meta, y ayudados por su fiscal de bolsillo, han montado una campaña de persecución judicial contra el candidato Sergio Fajardo, para sacarlo del camino. O la embestida del insolente ministro del Interior, Daniel Palacios, contra Gustavo Petro, a quien señaló de ser un “candidato indultado, justificador de la toma del Palacio de Justicia”. Además de participar en política, se le olvida al altanero escudero de Duque que él es uno de los encargados de velar por la transparencia de las próximas elecciones. Da risa su anuncio de instalar la “Comisión Nacional para la Coordinación y Seguimiento de los Procesos Electorales”: el plan Ágora II. Palacios, “el guardián del ágora”. ¡Qué payasada!

Por eso también vendieron ISA e hicieron una reforma tributaria por la puerta de atrás, pues necesitan esas arcas llenas para las deliberaciones que se aproximan. 

Igualmente reformaron el Código Electoral con otro “mico” que les avale el triunfo el próximo año. La consagración del voto electrónico despertó las alertas de unos pocos, entre ellos la organización Karisma, al advertir que se estaba introduciendo tecnología sin veeduría, pero nadie hizo caso. El problema no es que el voto sea electrónico, sino que pretenden instalar urnas en la oscuridad. Cruzan los dedos en el Gobierno para que el fallo de la Corte Constitucional sobre el nuevo código electorero salga pronto y así puedan organizar a su antojo la siguiente fiesta democrática. 

Tampoco sabemos qué ha hecho o se propone hacer el Gobierno con los millones de datos que ha recogido con la excusa de la pandemia. ¿Querrá acaso emplearlos para campañas de publicidad política en pro de sus candidatos? La aplicación CoronApp, que ha sido desarrollada y ejecutada en la penumbra, es una poderosa llave para entrar a las casas y cabezas de los colombianos y esa llave la guardan bolsillos inescrupulosos. 

Cada vez hay menos garantías para los comicios que se vienen y Uribe está consciente de que ese es el único regalo que pudo hacerle Duque. La derogación de la ley de garantías es la punta de un iceberg que romperá en pedazos la ficción de democracia que teníamos. Y después se preguntan por qué los jóvenes salen a las calles con rabia y piden que la protesta transite solo por los andenes. ¡Atrevidos!

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