Ana Bejarano Ricaurte
15 Enero 2022

Ana Bejarano Ricaurte

La titiritera

Cuando se eligió a Duque mucho se rumoró que el presidente sería una marioneta de Uribe. Se equivocaban: la titiritera resultó ser Correa.

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Existen en todos los gobiernos personas que manejan los hilos del poder por fuera de las cámaras y a salvo del escrutinio de la opinión pública. Es una posición cómoda, que reporta enormes beneficios sin ningún control. Y no es solo una tradición colombiana, toda vez que Rasputines hay desde que se ejerce la política. En el caso de Iván Duque, la consigliere para todas las materias y la mandamás en el manejo diario del gobierno es María Paula Correa. 

Correa empezó como secretaria privada del presidente, pero rápidamente se autoascendió a un cargo inventado, que suena más elegante: el de jefa de gabinete. Después, la vertiginosa escalada se consolidó con la expedición del Decreto 1185 de 2021, al que solo le faltó otorgarle las funciones de dirigir las fuerzas armadas o de dormir en la casa privada del palacio de Nariño. Resulta alarmante —e incluso inconstitucional— semejante delegación de responsabilidades presidenciales en cabeza de una sola funcionaria, que además opera en la penumbra. 

El cuestionable decreto incluso la convirtió en vocera del Gobierno en escenarios nacionales e internacionales. Fue el premio de consolación que recibió tras la pataleta interna que armó cuando se designó a la invisible Marta Lucía Ramírez para dirigir el Palacio de San Carlos. Y esto porque una de las muchas ambiciones de la señora Correa era hacerse al cargo de canciller de la República. 

Y Ramírez no es la primera funcionaria del Gobierno que María Paula ha relegado. Lo hizo también con Alicia Arango, a quien sacó a correazos del Ministerio del Interior y en su lugar hizo nombrar al obsecuente Daniel Palacios, quien ejecuta sus dictados al pie de la letra. Clara María González, secretaria jurídica, también tuvo fuertes enfrentamientos con la jefa Correa hasta el día de su partida. A la emperatriz del gabinete, otrora furiosa uribista, se le ha acusado incluso de bloquear el acceso del mismísimo expresidente eterno a su lacayo sucesor. 

Correa gestiona las relaciones con otras ramas del poder público, recibe a los empresarios y a los gremios, amenaza a los directores de los medios de comunicación, da órdenes en el Congreso, habla en nombre del presidente en todos los escenarios… en fin, doña María Paula trabaja mucho. Y ello resulta intrascendente, porque al margen de sus capacidades, la concentración de semejante poder en cabeza de una sola persona es inquietante. En su defensa, la ama de Palacio se encuentra mucho más capacitada que el mismo Duque para ejercer la jefatura del Estado. Cuando se eligió a Duque mucho se rumoró que el presidente sería una marioneta de Uribe. Se equivocaban: la titiritera resultó ser Correa.   

Por eso suena indignante la respuesta de la todopoderosa dama ante el justificado escándalo que provocó la lluvia de contratos irregulares que logró su asesor, el señor Andrés Mauricio Mayorquín, para su esposa, la desconocida Karen Vaquiro. Ante medios de comunicación, Correa aseguró que no tenía ni idea de lo ocurrido y que se sentía “asaltada en su buena fe”.

Primero, no es cierto. El mismo Departamento Administrativo de la Presidencia comunicó al público que desde hace dos meses se le había abierto una investigación a Mayorquín, por esos mismos hechos. Segundo, el acceso al erario y las facultades exageradas en su cabeza la obligan a responder políticamente por semejante anomalía, o por lo menos por su descuido al permitirla. (Los abogados lo llamamos culpa in vigilando: la responsabilidad de una persona sobre los actos de otra a quien debe vigilar). 

Es lo de siempre: para acumular poder y mandar desde las tinieblas, les sobra ímpetu; pero ponen cara de yo-no-fui a la hora de responder por la repartija que se organiza desde este gobierno. El poder que ejerce Correa es vasto y desbordado, y por eso estamos autorizados a exigirle que responda por las fechorías que hacen desde su oficina. Señora cuasipresidenta: sería bueno que además de su pretendida indignación se diera a la tarea de iniciar los procesos judiciales y administrativos para finalizar esos contratos y obtener de vuelta el dinero que nos robaron. Entendemos que pedirle la renuncia es un imposible, pues dejaría en orfandad a este caótico gobierno. Pero sepa que, aunque su ancho equipo le tema, el país no le cree. 

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