Animales de compañía, mascotas, simpáticos mamíferos domésticos pasean por el Capitolio... La medida, por demás demagógica y populista, sorprendió a los colombianos, entre ellos nuestra decimera María Crstina Lamus, que reaccionó con las siguientes estrofas en el formato clásico de una cuarteta que preside y desgrana sus versos en las décimas acompañantes.
Un caballo en el Congreso,
un perro en la guardería:
puede más la ideología
que hacer buen uso del seso.
Mi abuelo tenía un caballo
(se llamaba Patequeso);
y acariciaba el pescuezo
a su buen caballo bayo,
veloz y ágil como un rayo.
Era mi abuelo importante
y persona muy prestante,
mas de origen campesino.
Nunca pensó en el destino
de un caballo en el Congreso.
El primer perro que tuve
era un gozque agradecido
que se crió muy consentido.
Con sus gracias me entretuve
y por los campos anduve.
Pero, claro, llegó el día
en que con tanta energía
mi paciencia se agotaba,
y no sabía si cuadraba
un perro en la guardería.
Pero ahora es muy distinto:
los perros son citadinos
y, entre sus gustos caninos,
ya prefieren por instinto
resguardarse en un recinto.
Allí oyen la vocería,
del debate día a día,
pues los llevan al Congreso,
donde, en aras del progreso,
puede más la ideología.
Y yo le digo a Daniel,
que adora a perros y gatos
y les prodiga buen trato:
si a sus mascotas es fiel,
porque lo siente en la piel,
jamás cometa el exceso
de llevarlas al Congreso,
porque nunca será igual
defender a un animal
que hacer buen uso del seso.
