Daniel Samper Ospina
7 Febrero 2021

Daniel Samper Ospina

Pídale puesto a Duque

Como en épocas de pandemia el asunto del empleo no resulta sencillo, someto a su consideración mi hoja de vida, para que el alto comisionado para Relacionar Biografías con Cargos la contemple.

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Apreciado señor presidente:

Ante todo reciba un afectuoso saludo de este servidor que desde siempre (desde aquellos años en que usted demostraba sus prematuros dotes de liderazgo como voz líder de la banda de rock Pig Nose) ha sido infranqueable admirador de su programa, tanto el del gobierno como el de televisión, del que hacemos maratones en familia los fines de semana. 

Como muchos colombianos, dentro de los que destaco al presidente eterno de todos los colombianos, a la doctora María Juliana y al doctor Felipe Zuleta, entre otros, hago parte de esa Colombia libre de rencores que se postra ante su gobierno con sentimientos de verdadera gratitud. Gratitud por lo que ha hecho por la educación, o al menos por la Universidad Sergio Arboleda; gratitud por su modo de fomentar el empleo, a través de la creación de consejerías de toda índole. Y gratitud también por su forma ecuánime de asignar los nombramientos en los altos cargos del estado.

Es esto último, precisamente, presidente, lo que me lleva a empuñar la pluma para redactar esta misiva. He observado la manera en que nombró a dos personas de sus entrañas, o al menos a una de sus entrañas y a otra de las entrañas de alguien de sus entrañas. Me refiero al ministro de Defensa, Diego Molano, y a la nueva codirectora del Banco de la República, Bibiana Taboada. (Bibiana es la hija de Alicia Arango, para que la ubique: es posible que por el simple nombre no la recuerde). Su nombramiento le ha valido algunas críticas de los malquerientes de siempre según las cuales, al nombrarla a ella, pierde la entidad su carácter independiente: pero, ¿hablamos acaso de un banco o de un equipo de fútbol, como para que tenga que ser independiente? 

El nombramiento del doctor Molano, por su lado, está más que justificado con el irrebatible argumento que presentó el día de su posesión, cuando informó al país que el nuevo ministro de Defensa había nacido en el Hospital Militar (y estudiado en colegio militar). Indiscutible argumento. De haberlo hecho en el Liceo de las Bethlemitas descalzas, habría compuesto el mejor disco de Shakira. 

Como en épocas de pandemia el asunto del empleo no resulta sencillo, someto a su consideración mi hoja de vida, para que el alto comisionado para Relacionar Biografías con Cargos la contemple. 

Nací en la clínica del Country, lo cual podría habilitarme como ministro de agricultura o gerente para el Arte en Madera, en caso de que su excelencia considere a bien fomentar esta estética. A los cinco años mi mamá me matriculó en el jardín infantil “Periquito”, lo cual acaso me permita aspirar (nunca mejor dicho) a la Dirección Nacional de Estupefacientes, o a la presidencia de la Federación Nacional de Cafeteros, dado que, como alguna vez lo confesó, su excelencia se toma el café “pintadito”, esto es, con chorreón de leche (como el que obtuvo usted mismo en su carrera política para llegar a la presidencia). Crecí en el barrio de Niza, por lo cual me siento listo para estrenar el consulado de aquella ciudad, y posteriormente nos trasteamos al barrio Bella Suiza, por si supone que la embajadora Gaviria ya cumplió su ciclo.

Cursé mis estudios de colegio en el Gimnasio Moderno, lo cual me permitiría modernizar el estado como ministro de las TIC (mérito que refuerzo con la forma en que tiembla mi ojo derecho cuando veo demasiada televisión). Fui creativo de una agencia de publicidad, por si renuncia la viceministra de la Creatividad. Tuve dos hijas que nacieron en la clínica Santa Fe, con lo cual puedo ocupar el ministerio del Deporte. Y, hablando de fútbol, en un partido me lesioné la tibia, por si quisiera nombrar una cuota de centro en el servicio exterior: de ese modo nadie diría que su militancia en el extremo centro son meras palabras para deslegitimar a los tibios. 

Omito, por elegancia, el viaje que hice a Minnesota y el dato de la finca en Apulo.  Pero continúo informando que trabajé en la revista SoHo, y allí aprendí sobre pérdidas de investiduras, por si requieren mis servicios en la Procuraduría amiga. Uso calzoncillos a diario, experiencia de base para dirigir el Ministerio del Interior sin dejar mancha alguna. Escribo con estilográfico recargable, por si me requiere en el Ministerio de Minas. Y aunque en los años ochenta entoné todas las canciones de Los Prisioneros, agradezco de antemano no contemplar mi nombre para dirigir el Inpec. Ese cargo es un verdadero quemadero. En el próximo gobierno del doctor Alejandro Ordóñez, esa dirección será ocupada por libros de García Márquez que él irá nombrando uno tras uno hasta que todos queden incinerados.

Someto, pues, a su consideración los anteriores datos, con la seguridad de que encontrará la forma de vincularme a trabajar por la patria como fiel miembro del “duquismo”, aquella corriente creada en televisión esta semana, de la que me siento miembro singular. Literalmente. Porque soy el único que milito. (Y acaso la doctora María Juliana. Y Felipe Zuleta). 

Mientras tanto, reciba un saludo fraternal de este admirador que lo aprecia y que se entrega cada fin de semana a las maratones de su programa de televisión. Aunque le tiemble el ojo derecho. 

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