Inspirado en el súbito resplandor que han tenido en las últimas semanas la vida palaciega, la actividad cortesana y la realeza a raíz del fallecimiento de Isabel II de Inglaterra, don Luis de la Vaina escribió las siguientes décimas irrespetuosas.
Isabel criada tenía
para amansar sus zapatos.
No importaban los estratos:
la criada se los ponía
y suaves los devolvía.
No soy lambón, pero lamo:
desde hoy mismo me proclamo
amansador oficial
para amansarle —¿qué tal? —
a Petro sus Ferragamos.
Su hijo, la alteza real,
lleva siempre su inodoro
para evacuar con decoro
la agenda internacional.
El retrete es el sitial
—trono, solio, asiento o silla—
que alivia la pesadilla
que a su majestad afrenta,
para que nunca se sienta
reinando y sin bacinilla.
Tiene el rey un empleado
singular en su castillo
que se encarga del cepillo
de dientes con gran cuidado.
Cuando el rey —ya levantado—
se siente el dueño y el amo
de Natagaima y El Guamo,
dos centímetros y medio
de dentífrico en promedio
pone al cepillo el mucamo.
¿Finas excentricidades?
Con tal de que tengas plata,
se puede meter la pata.
Aumentan tus dignidades
si hay billete en cantidades.
Si no es así, tocas fondo.
De tonto mondo y lirondo
quedarás si no hay dinero.
Mira tú, soy decimero
y no tengo ni un jediondo.
Su alteza, no se enfurezca
y atienda bien mi consejo.
Viejo soy, mas no pendejo
aunque ambas cosas parezca.
Cuando algo se le humedezca
o el cálamo se le encharque
y la firma no le marque,
mientras escucha a Maluma
la reina limpia su pluma…
Por algo es Camilla Parker.