Daniel Samper Ospina
18 Septiembre 2022

Daniel Samper Ospina

SI LA REINA FUERA COLOMBIANA

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

La semana comenzó con el insólito debate que suscitó la nueva versión de La sirenita protagonizada por una mujer de raza negra. En las redes se desató una discusión inaudita sobre la raza original, (o la raza verdadera, según dijo alguien: “esa no es la verdadera raza de la sirenita”) como si no habláramos de un espécimen ficticio: ¿qué tipo de pescado es la sirenita de cintura para abajo, si vamos a hablar de asuntos étnicos? ¿Un pargo? ¿La sirenita es mitad mujer afro, mitad pargo rojo?  ¿En la versión de Disney rebana lonchas de su parte animal para venderlas a turistas de Barú y se hace millonaria? ¿Cómo sería casarse con una sirenita? ¿Quiénes son los suegros de quien contraiga nupcias con ella? ¿Un abogado y una mojarra, por ejemplo? ¿Cuánto se demoraría en el baño, en la tina? ¿Cómo sería hacer mercado con ella, comprarle ropa para la parte humana, que, dicho así, parece un término petrista?

Y sin embargo, la noticia se diluyó en el torrente de actividades del entierro de la reina Isabel. Qué ceremonia. El féretro ha acumulado más millas que el hermano de Duque en el gobierno de la equidad. Lleva sucediendo como un mes. Siguen oreando el cadáver por todos los pueblos de Inglaterra. ¿No era mejor hacer con ella lo mismo que con Walt Disney, si era para eso? ¿Someterla a un proceso de criogenia en una nevera? ¿Tiene sentido ocupar el trono y poseer grandes fortunas si aun cuando uno descansa en paz no puede descansar en paz?

Y, pese a todo, no se puede decir que corrió con mala suerte porque su vida (y su muerte) transcurren en aquella apacible isla del primer mundo; porque si su vida hubiera sucedido en estas tierras, la historia sería diferente. Si la reina hubiera nacido en Colombia, sería madre del rey, Gustavo III; abuela de Nicolás y el otro Nicolás, y uno de ellos habría abdicado a cualquier posibilidad de ser rey por haberse enamorado de una actriz extranjera, digamos Gaby Espino. (En el multiverso de la monarquía colombiana los reyes habrían sido  Rodrigo Lara I, Rodrigo Lara II y Rodrigo Lara III, pero una disputa entre los dos últimos habrían echado a perder la corona).

Si la reina Isabel hubiera sido colombiana, habrían mandado el coche fúnebre con el cajón a los 50 destinos de los diálogos vinculantes, para que recibiera honores; harían pasar la caravana con el ataúd por Saisama, por La mesa, por Apulo, por Salento, y duraría tres días en un trancón en la Línea. Procurarían ingresar el cuerpo a cámara ardiente en el castillo de Marroquín, nuestro único castillo, pero ante el colapso del tráfico en la Autopista Norte el funeral se retrasaría tres días más. Al féretro lo esperaría Claudia López vestida con chaleco y casco y tres camarógrafos del Distrito que le ayudarían a transmitir videos para sus redes en los que vociferaría que si la caravana quiere avanzar deben vender el carro mortuorio, mi hermano, y que nos debería dar pena que vaya un solo cadáver por coche fúnebre.

Como es la reina de la unidad, (como la bandeja paisa, según juzgó la comentarista internacional de Caracol) en el sepelio cantarían La diosa coronada Susana Boreal y Marbelle, a dos voces. Martuchis haría guardia frente al ataúd y se caería.  El Presidente Gustavo Petro llegaría tres días tarde, sin excusa; improvisaría un breve discurso de tres horas y media, interrumpido por dos pausas activas dirigidas por Nerú, en el que la llamaría “su Majestat”; anunciaría una reforma pensional; una reforma a la salud; una reforma laboral; una reforma energética; una reforma a la justicia; una reforma a los baños de su oficina, y su estrategia de paz total. El ministro de transporte, a la postre de los últimos reyes que nos quedan, leería el sentido poema “Instantes” (que habría copiado de un recital en los llanos ofrecido por Jennifer Arias, quien a su vez lo habría bajado de internet). La primera dama lo irrumpiría bailando porros con los gaiteros de San Jacinto, para subir el ánimo de los presentes. 

En señal de respeto, el ingeniero Hernández estrenaría implantes color caoba, ya no canela, y ofrecería a la salida unas sentidas palabras (“que la virgen la reciba y todas las prostitutas que vivan en el mismo barrio”) al lado de su señora madre, quien mostraría los daguerrotipos de aquellos días de infancia en que compartía con la reina, por allá en Piedecuesta. 

Juan Manuel Santos se excusaría porque estaría atendiendo compromisos en Windsor. Iván Duque le diría al nuevo rey que Uribe le manda saludos y que lo quiere mucho. Uribe le regalaría su mejor percherón, con Jorgito incluido, para que pueda probarlo en círculos. La universidad Sergio Arboleda sacaría un posgrado en estudios nobiliarios de la cual sería profesor Francisco Barbosa, que cobraría por no dictar las clases.

Enrique Gómez publicaría en su cuenta de Twitter fotos del cadáver de su majestad, diría que se trató de una masacre y responsabilizaría al gobierno de Petro. Miguel Uribe escribiría un trino diciendo que el ascenso del nuevo monarca es otro logro de la oposición. La ministra de minas ofrecería una fugaz rueda de prensa para advertir que la fortuna de la reina asciende a diez mil billones de pesos y que se encuentra enterrada al lado de unas reservas de gasolina, ante lo cual Fico Gutiérrez sólo comentaría que plata es plata. El ministro de defensa los pediría para financiar “el ejército más grande del mundo” conformado por cien mil jóvenes a los que de esa forma sacarán de la delincuencia. Marlon Becerra daría detalles de la corona que fabricó para la reina, llena de diamantes, pero dental, como la Diomedes. Corona sacaría una nueva línea de tronos en signo de conmemoración. 

Una banda de atracadores en moto asaltaría a los asistentes a la salida de la misa. Un medio amarillista publicaría la noticia de que Carlos III tuvo un hijo con Shakira.  En la tarde caería un aguacero bíblico que inundaría las calles de Cartagena y en los arroyos que se formen nadaría, despistada, la nueva Sirenita, mientras pregunta dónde queda Barú, para encontrar sus orígenes.


Cambio Colombia
Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más columnas en Los Danieles

Contenido destacado

Recomendados en CAMBIO