Daniel Samper Ospina
18 Diciembre 2022

Daniel Samper Ospina

SI SERRAT FUERA COLOMBIANO

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Diego

Me encontraba frente al computador dispuesto a comentar de nuevo, contra viento y marea (y contra viento y mareo), alguno de los delirios semanales de la prensa nacional. Noticias apetitosas recorrían la pantalla como trozos de carne para cualquier humorista:  Iván Duque viajó a Catar; el senador Polo Polo consiguió ser viral de nuevo, esta vez porque una perra se orinó sobre su cama; la bancada del Cambio aprobó una reforma electoral de la que parece autor Roberto Gerlein porque permite a los congresistas volverse eternos en sus curules, excluye a las minorías políticas y fortalece a los gamonales de cada partido; inauguraron una estatua de cera —¡de cera!— de Alfredo Gutiérrez en la calurosa Valledupar; el ministro Prada anunció la entrega de sueldos mensuales de un millón de pesos a los jóvenes sin futuro que el Gobierno señale (¿clasificaría el senador Polo Polo?). Incluso en un extra informativo se especuló con la noticia de que el presidente Petro había llegado a tiempo a una cita. Pero se trataba de información sin confirmar.

Elegía, pues, el pedazo de actualidad que dejara satisfecho mi apetito de comediante de poca monta cuando ingresó un mensaje al chat de Los Danieles. Haciendo gala de su incuestionable habilidad tecnológica, mi señor padre en persona informaba en 27 audios (de los cuales olvidó hablar en 3 y en 8 preguntó a Pilar, su esposa, si su mensaje se estaría grabando) que Joan Manuel Serrat ofrecería al portal para el que escribo la única entrevista de su retiro. Para devolver cortesías, mi amado progenitor sugería que, en la emisión de final de año, rindiéramos un homenaje al Nano, como lo llaman sus amigos, con una edición monotemática —nanotemática, en realidad— que, de paso, permitiera a los lectores tomar un respiro frente a la pestilencia de la actualidad.

¿Cómo escribir sobre Serrat cuando uno está acostumbrado a revolcarse en el fango de las viscosas noticias nacionales? ¿Cómo hacerlo sin resbalar en el instinto cursi de ponerse poético, de volverse nostálgico? Serrat ha compuesto buena parte de la banda sonora de mi vida; ha estado como telón de fondo en mis amores logrados y fallidos; en la luna de miel de mi esposa; en el parto de mi hija mayor y en el bautizo de la menor, a la cual alcanzamos a llamar en la clínica con el nombre de Penélope, en honor a su canción, hasta que el instintivo y cariñoso apócope con que nos referíamos a ella nos hizo reemplazarlo por el de Paloma, también presente en sus canciones. Ha estado en la incubación de  mi conciencia social; me ha dado ánimo en momentos sombríos; ha evaluado mi inventario anatómico con la canción Aquellas pequeñas cosas: ha sido y es no solo uno de mis cantantes preferidos, sino de mis autores de cabecera, acaso junto con su compadre Joaquín Sabina: ambos dioses de carne y hueso que presiden mi olimpo personal al lado del inolvidable Omar Pérez, patrono de los hombres calvos, santo de los santafereños sin esperanza y dios y esperanza de los santafereños calvos. Qué mejor regalo, pensé cuando recibí aquella metralla de audios paternos, que separarme del barrial noticioso de siempre y dedicar una columna al genio musical por culpa del cual envidio a la madre patria. 

Porque me habría encantado que Serrat fuera patrimonio colombiano, pese a que aquella  fantasía me llevó a imaginar lo que habría sucedido: porque si Serrat fuera colombiano habría sido costeño; no habría escrito Mediterráneo sino Noches de Cartagena; habría compuesto Tu nombre me sabe a hierba en homenaje al representante Daniel Carvalho y se habría inspirado en Irene Vélez para escribir Irene, y en su teoría del decrecimiento para componer Esos locos bajitos que, de todos modos, estarían bajo el cuidado de la directora del ICBF, doctora Concha Baracaldo, quien se ofrecería a cantar a dueto alguna canción que la inspire: a lo mejor Fiesta, en honor a la primera dama, o De cartón piedra, como guiño al vestido elegante de María Juliana Ruiz.

Gustavo Petro afirmaría en su cuenta de Twitter que  Para la libertad fue compuesta pensando en los de la primera línea, y que por eso buscará su liberación; Juan Camilo Restrepo, el duquista, pediría protagonizar el videoclip de Entre un hola y un adiós en sintonía con su duración en los cargos interinos; el ingeniero Hernández aparecería a su vez en el de Cantares en la parte de “Golpe a golpe”, pero en la de “verso a verso” se refugiaría en Miami desde donde diría que lo quieren matar a cuchillo. 

El Joan Manuel Serrat colombiano, que en realidad se llamaría Juan Manuel Herrán, haría colaboraciones con  Carlos Vives antes que con Maluma; con Shakira antes que con Karol G.; habría recibido la patadita de la buena suerte de Jorge Barón más de 50 veces, una por año de carrera; sería hincha de Santa Fe; no cantaría “hace 20 años que tengo 20 años” sino “Yo también tuve 20 años”; habría compuesto Como un gorrión inspirado, no en un pájaro, sino en cualquier senador; recibiría llamadas de Roy Barreras para que musicalizara sus poemas en un disco de homenaje. Y tendría una estatua de cera en la calurosa Valledupar que se iría derritiendo golpe a golpe.

La fantasía de compartir pasaporte con el cantautor más grande de nuestra lengua me llamó a la reflexión cuando descubrí la tragedia que significaría para él haber sido colombiano; también cuando me di cuenta de que acababa de dilapidar la oportunidad de no escribir de política en la última columna del año. Entonces comprendí que necesito tomar un respiro; acaso escuchar de nuevo la obra completa del hijo de Ángeles y de Josep, natural de Barcelona, para descontaminarme del todo y poderle dar las gracias. Al final los grandes cantantes no se retiran nunca; sus canciones quedan para siempre. Y me basta aferrarme a las suyas para soportar lo que se viene el próximo año: polarizaciones políticas, angustias económicas. Y decenas de audios de mi señor padre en los que se queja de que los mensajes que manda no se están grabando.


#MiCanciónDeSerrat: Benito.

La escogí porque: Podía elegir cualquiera, y habrá algunas que me hayan acompañado de forma más intensa, pero elegí Benito, porque no es una elección obvia ni su composición más conocida, y me resulta muy conmovedora la historia de este mendigo que habla con su amigo vagabundo.

 

Benito

Al verle caballero, le dije aquí al benito Ese es de los que nunca niega una ayuda» No deje que le engañe mi abrigo descosido Paso por una racha negra y peluda

Pero tengo mi casa, no soy un muerto de hambre Sólo que últimamente ya no la empleo No soy como el benito tengo familia, sabe Aunque hace mucho tiempo que no les veo

Si es su gusto invitarme tomaré una copita Hace un frío que pela por esas calles Acércate benito, el caballero invita Ponga dos de lo mismo y dios se lo pague

Tanto tienes, tanto vales Y pare usted de contar Hoy respiramos Mañana dejamos De respirar

Como le iba diciendo, fue el cabrón de mi yerno El que me buscó la ruina y les comió el tarro A toda la familia que si esto, que si aquello Mentiras, se lo juro ¿me invita usted a un cigarro?

La gente, jefe, es mala y el mundo, un desatino Mire, sin ir mas lejos, este sujeto Vendería a su madre por un cartón de vino ¡siéntate aquí benito y estáte quieto!

¿otra copita? bueno. ¡por la gente rumbosa! Este clarete abre el apetito ¿no le apetecería comer alguna cosa? El cuerpo lo agradece. ¿verdad benito?

Tanto tienes, tanto vales Y pare usted de contar Hoy respiramos Mañana dejamos De respirar

Despiértate benito se nos mojó la leña Y así no hay quien encienda un fuego decente Baja crecido el río ya cubre hasta las peñas Tendremos que mudarnos bajo otro puente

¿sabes benito? anoche, tuve un sueño virguero Me la pasé de charla y tomando copas En un sitio divino, con todo un caballero Y tú también venías benito y había sopa

Y gambas y chuletas y alubias con chorizo Y café, copa y puro como en los buenos tiempos ¿benito no me escuchas? ¿qué te pasa benito? No vayas a morirte. no me hagas eso

Y pare usted de contar Hoy respiramos Mañana dejamos De respirar

No creo que te importe que encima de los míos Me ponga para siempre tus calcetines Al fin y al cabo, amigo, tú ya no tienes frío Perdona que te deje, sigue creciendo el río


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