Daniel Samper Pizano
18 Diciembre 2022

Daniel Samper Pizano

TARRÉS DESPIDE A SERRAT

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Matador

Se cuenta en los mentideros populares que al poco tiempo de que Joan Manuel Serrat anunciara su despedida apareció en cantinas, baños públicos, casas de citas, nidos de trinos abandonados y muros desvalidos una décima que copio enseguida.

Dice así:

“No me voy”, grita Tarrés. 
“Se marcha es el cantautor.
Yo soy el otro señor, 
el que canta con los pies.
Le deseo por esta vez
que crezcan aún más sus ventas
y que invierta bien sus rentas.
Pero que, haciendo un esfuerzo,
golpe a golpe, verso a verso,
regrese a pagar mis cuentas”.

Como ocurre a todo buen poeta, canta-autor o cuenta-autor, muchos personajes de Serrat se desprenden de él mismo. Desde Curro el Palmo, el cantaor de flamenco que no da la talla, hasta Penélope, que se queda esperando el amor en una estación, y el loquito que rompe una vitrina para huir con un maniquí. Todos ellos contienen átomos de JMS. Pero el secreto mejor guardado de este aquelarre es que allí también habita alguien que es al mismo tiempo el antiSerrat y el complemento que lo engrandece. Se trata Tarrés, su otro yo, adversario de aquel, cuya personalidad es la opuesta, como ocurre también con su apellido. Sí: Serrat se despide y ha llegado el momento de desenmascarar a “ese tal Tarrés”, su gemelo perverso, que abomina a su par, enamora a las casadas y le deja cuentas por pagar en los metederos de borrachos. Pero sin el cual JMS no podía vivir.

Muchas figuras de su universo poético y musical ofrecen destellos del espíritu romántico y compasivo del compositor. Tarrés, en cambio, lo salpimenta, lo contagia y lo amplía a una nueva dimensión con su magia, su humor negro, su escepticismo y su gracia. Ya desde Mediterráneo Tarrés aparta atardeceres rojos, pinos verdes y arenas blancas para asomar su sonrisa de diablito travieso. Los siguientes versos son suyos, no de Serrat, aunque sea este quien los canta: “Soy cantor, soy embustero / me gusta el juego y el vino / tengo alma de marinero”.

Cuando uno encuentra una semilla de desacato o desplante en una obra de JMS es porque la sembró Tarrés. Él es quien engaña a los padres de la chica que regresa a casa, puntual y correcta, poco antes de que den las diez, tras haber pasado secretamente la tarde con el novio. Es él quien extiende abluciones y perdones a las almas resabiadas que él mismo invita a pecar: “La mujer que yo quiero no necesita/ bañarse cada noche en agua bendita”. Es Tarrés quien, en medio de una preciosa elegía que anticipa lo que ocurrirá cuando la muerte pise el huerto del poeta, introduce una inquietud vulgarmente terrenal: “¿Quién se acostará en mi cama/ se pondrá mi pijama y mantendrá a mi mujer?”.

Quiero ser optimista y suponer que mantener, y no otro, fue el verbo que pergeñó con mano osada ese tal Tarrés. Lo digo porque en otras canciones y poemas la censura oficial se estremeció y procedió a modificar los textos que insertaba este sinvergüenza. Un ejemplo es Fiesta. El inclemente puño de la mordaza franquista corrigió la descripción de Tarrés: no, en la noche de San Juan los habitantes del barrio no compartían “su mujer y su gabán” sino una inofensiva tortilla; nadie magreaba (manoseaba) a una muchacha: solamente la abrazaban unos caballeros (se supone); y en la parranda no participaban mujeres licenciosas (zorras), sino damas de (se supone) diversas clases socioeconómicas. Seis años después de liquidado el régimen político que entraba a las camas de la gente, triunfó el texto de Tarrés: es el que desde entonces celebramos.

Tarrés maneja la mano pícara de Serrat y su ethos rebelde ha sido el mejor antídoto contra la dictadura de la corrección política. Gracias a ese otro yo que nunca tiene prou (suficiente) las canciones de JMS se dan el lujo de desafiar las buenas costumbres recomendadas en el menú de los grupos de presión que velan por nosotros. Sus amigos son unos atorrantes que orinan en mitad de la vereda (¡vaya!)... sus enemigos, “para no ensuciar, van a cagar a casa de otra gente” (¡cielos!)... el compadre de Benito, el buen mendigo, se apodera de sus calcetines porque, al fin y al cabo, los muertos ya no tienen frío (¡epa!)...  En fin; ustedes conocen a Tarrés. Es el mismo que, siendo un soñador de pelo largo, le confesó a la señora mamá de su novia que él era “casi un beso del infierno”. 
En las canciones de Serrat no se sabe qué admirar más: si la belleza de las formas, tanto poéticas como musicales, la hondura y permanencia de los temas o el estilo salpicado de ironía. De este último aspecto se ocupa Tarrés, desdoblamiento del autor, simpático bandido, sujeto aprovechado y proclive al abuso, holgazán que ha metido a su otro yo en mil apuros. Pero sin el cual Serrat dejaría de ser Serrat y volaría espantada la alegría y hasta la mujer del cantautor se moriría de tedio. 

Así lo confiesa Joan Manuel en esa rumba injertada de salsa que preside Cansiones, uno de sus discos más fascinantes y originales:

Ese tal Tarrés
que camina pa’atrás,
escribe del revés
y nunca tiene prou.

Que usa el calcetín 
derecho en el pie 
izquierdo por verse 
distinto de mí. 

Cuando viene, no estoy; 
donde llego, se fue; 
y si vuelve no sé 
si se queda o se va.

Me daría igual si 
no fuese porque 
él no es nada sin mí 
y yo no soy nadie sin él.

Ese tal Tarrés, 
que no me cabe en la piel 
y saca a mi animal 
de parranda con él. 

Le basta con que el sol 
reparta fuego y luz 
y Dios nos dé salud 
para poder beber. 

Y al amanecer, con 
cuatro copas de más, 
abomina de mí 
y me niega donde va. 

Me daría igual 
si no sufragase yo 
las deudas que Tarrés 
en la noche olvidó. 

Pero cuando él no está 
se atraganta el licor, 
los amigos se van 
y no me quiere mi amor. 

Si no está Tarrés, 
llueve en el corazón, 
no baila mi mujer 
y se calla la canción. 

Sin el tal Tarrés, 
que camina pa’ atrás, 
escribe del revés 
y nunca tiene bastante. 


ESQUIRLAS. Es bochornoso el repudio de nuestra clase dirigente a uno de nuestros máximos valores culturales: la lengua española. ¿Saben ustedes cómo se llama ahora el tradicional aguinaldo navideño del Parque del Salitre? Christmas Fest. ¿Y saben cómo se denominan sus pabellones? Letters to Santa, Cookies, Ice cream... Y dizque los bogotanos hablamos el mejor español. Quizás sí, antes de que los mercenarios se tomaran el poder. Qué depresión...

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