Al regresar Los Danieles del descanso navideño encontramos un aguinaldo sin abrir al pie del árbol. Es un villancico del profesor Pompilio Iriarte dedicado a su colega, nuestro decimero Luis de la Vaina, que merece nostálgico recuerdo.
Tutaina tuturumá,
tutaina tuturumaina
cantaba Luis de la Vaina,
llegada la Navidad.
Uribe, Petro y Piedad
ansiaban con alegría
la llegada del Mesías.
Después de tanto esperar,
se pusieron a llorar:
el que llegó fue el Macías.
Tutaina tuturumá,
tutaina tuturumaina.
Para alimentar las luces
del portal del nacimiento,
pusieron un Hidroituango.
No funcionó: muchas cruces,
masacres, desplazamiento,
el pesebrito en el fango
y el bello Belén a oscuras.
Más sabe el diablo por viejo,
pues ya nos puso conejo.
Pobre pueblo. ¡Qué locura!
Tutaina tuturumá,
tutaina tuturumaina.
En casi todo el pesebre
las casas son un cambuche.
Pare la oreja y escuche:
nos meten gato por liebre.
Mejor, don Luis, no celebre
que en Belén gobiernos crueles
pongan trenes sin rieles
y pastores con prontuario.
Les queda más ordinario
que pesebre con moteles.
Tutaina tuturumá,
tutaina tuturumaina.
Tres Reyes vienen también
con incienso, mirra y oro,
con el más grande tesoro
a ofrendar a Dios su bien.
A Colombia, este Belén
de godos y de mamertos,
llegan tres magos inciertos
con formol y con aceites,
con la mirra y los afeites
para embalsamar los muertos.
Tutaina tuturumá,
tutaina tuturumaina.
Gana el oro voluntades,
y el incienso echa cepillo.
El rey Melchor pone el oro,
Gaspar compra dignidades,
y Baltasar, el rey pillo,
echa a perder el decoro:
golpea en la puerta: toc toc,
¡y aporta un perro caliente!
Más ordinaria esa gente
que mandatario con croc.
Pompilio Iriarte.