Antonio Caballero
25 Julio 2021

Antonio Caballero

Unas frases

Un periodista colombiano no puede concebir que nada exista sin que algo sospechoso o siniestro esté detrás. Suele tener razón. Es un titular inevitable.

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Hay unas cuantas frases sin las cuales no podríamos escribir nada en los periódicos los periodistas colombianos.

 "Qué hay detrás" es la primera: un periodista colombiano no puede concebir que nada exista sin que algo sospechoso o siniestro esté detrás. Suele tener razón. Es un titular inevitable. Qué hay detrás de una matazón de veinte personas en Urabá o en Tumaco, o de una buena o una mala cosecha de papa o de tomate, o de un accidente de tráfico, o de una derrota o de una victoria en un partido de fútbol, o de un aguacero. Y lo que "hay detrás", muchas veces con acierto, suele ser un político profesional: un senador corrupto, un gobernador convicto de varios asesinatos, un candidato presidencial (todos lo son). Vivimos de ellos. Contra ellos.

Otra frase necesaria es "bajo la lupa". Todo está en lo dicho en la prensa, aunque sin resultados apreciables, "bajo la lupa" de la Procuraduría, o de la Fiscalía, o de la Policía, o de la Corte Constitucional. Y ahí aparece siempre, también, un político: un gobernador, un senador, un precandidato presidencial. Y lo que no está "bajo la lupa" está siempre, en los titulares de la prensa, "en la mira": de la Fiscalía, de la Veeduría, de la Defensoría. "En la mira" y "Bajo la lupa" compiten en las primeras planas de los periódicos colombianos.  

O no: son arrasadas por los anuncios comerciales. Ningún crimen, por grave que sea (y la prensa colombiana rebosa de crímenes, en general cometidos por senadores o alcaldes, representantes o concejales elegidos democráticamente por electores responsables), ningún crimen puede arrebatarles los titulares ni las primeras páginas a los anuncios de rebajas de un gran almacén, o a los que proclaman que es posible diferir por ocho meses las cuotas de pago de la compra de un nuevo automóvil, "el que tú necesitas", nos dicen. Porque ahora los anunciantes, confianzudos, nos tratan de "tú". ¿Y de verdad yo necesito un carro nuevo? Yo creo que no. Pero ellos creen que sí. A ver quién gana.

La palabra "contundente" es un añadido presidencial, de Iván Duque, al lenguaje político y mediático. La usa por lo menos tres veces con solemnidad en cada uno de sus discursos. "Categórico, concluyente, decisivo" dice en su gran diccionario doña María Moliner.  Y ahora aquí todo el mundo en Colombia escribe o dice "contundente" para referirse a las cosas más insignificantes. Como Duque. Lucha contundente contra la droga, golpes contundentes contra las mafias o contra las Bacrim (bandas criminales) o contra los GAO (grupos armados organizados: qué inventivo es este gobierno para bautizar adversarios que es incapaz de derrotar). Sin ningún efecto. O con el único efecto de que los columnistas de la prensa usen esa palabra, "contundente", cada dos por tres. Bueno: para eso está el gobierno ¿no? Para mandar en el lenguaje. La realidad, que se las arregle. Para que, injustamente —incluyéndome a mí—, esos mismos columnistas de prensa digan que Duque no gobierna.

Sigo con otras frases inevitables. "Por ende". Y yo pregunto ¿por qué? Espero que la racha pase, como espero que pase ya la racha en el lenguaje coloquial de las señoritas que lo llaman a uno por teléfono a la madrugada para preguntarle "cómoestáustedeneldíadehoy" y le quieran vender algo, y le digan que todo es "como tal". Ay, Bogotá, la llamada "Atenas suramericana", donde se hablaba, decían, el más puro castellano del mundo. Qué decadencia.

Y más: volviendo a las frases que usan —que usamos— los periodistas: un par de latinajos. "Ad portas", que sirve para todo: a las puertas, es decir, al principio o al borde del principio de qué sé yo cualquier tontería, como la inauguración de las sesiones del Congreso, que acaba de ocurrir este 20 de julio con los mezquinos escándalos habituales. No eligieron a Bolívar vicepresidente de la Cámara o del Senado, como estaba previsto, y el presidente Iván Duque no tuvo el gesto de cortesía de quedarse a oír la respuesta de la oposición a su perorata. El Congreso, que debería ser una augusta corporación admirable, y hoy está en manos de esos.  Y... ¿cuál es el otro latinajo que solemos citar los periodistas?

No me acuerdo.

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