Gabriel Silva Luján
10 Julio 2022

Gabriel Silva Luján

Acuerdos Políticos

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La historia de Colombia está colmada de acuerdos políticos. En el último siglo y medio la nación ha visto sus destinos definidos durante la mitad del tiempo por gobiernos de coalición. Las coaliciones o alianzas entre partidos han sido tan comunes como los gobiernos hegemónicos o las guerras civiles, y han estado presentes desde la misma gestación de la nación. El estudio de esos acuerdos de colaboración política genera una taxonomía muy reveladora que puede ayudar a descifrar la naturaleza de lo que pretendería el presidente electo con su propuesta de un “acuerdo nacional”, todavía bastante difusa en cuanto a su alcance y objetivos.

La variedad más silvestre son los acuerdos de gobernabilidad. En este tipo, de una manera similar a lo que ocurre en un sistema parlamentario, el propósito principal es tener unas mayorías que permitan legislar y promover la agenda del gobierno de turno. Sin duda, en la propuesta de Petro hay claramente esa intención. Dado el carácter minoritario del Pacto Histórico se necesitan otras fuerzas legislativas. Eso esta bien, así funcionan todos los parlamentos del mundo, sin embargo, hay que esperar a ver que tipo de contraprestaciones y concesiones ocurrirán.

Las coaliciones para la gobernabilidad en las democracias de verdad generalmente se hacen sobre la base de acuerdos programáticos. Los partidos serios quieren que su agenda quede representada en las decisiones del ejecutivo y en sus proyectos de ley. No hay que ser particularmente agudo para concluir que la motivación central de los partidos que se le pegaron a Petro no era precisamente defender su ideología. 

La gobernabilidad conseguida de esa manera tiene altos costos para la democracia. De una parte, los partidos tradicionales al no exigirle compromisos ideológicos o programáticos a quien llegará a la Casa de Nariño renuncian a su función de hacerle contrapeso a muchas de sus ideas. Es decir, en cuanto al contenido de las políticas públicas Petro tendrá gran laxitud para hacer lo que quiera. Y por la otra, a Petro de todas maneras le tocará alimentar a las hienas consolidando precisamente esa forma de hacer política contra la que se manifestaron millones de sus electores y de los de Rodolfo Hernández. El escepticismo y la decepción de esos electores no son beneficiosos para la convicción de que por la vía de las urnas se pueden cambiar las cosas.

Los conflictos políticos violentos, y la exacerbación de las luchas sociales, han sido históricamente un contexto fértil para el surgimiento de coaliciones de gobierno. La posibilidad de una disolución nacional, a causa del enfrentamiento armado, y el riesgo de una generalización de la violencia, han motivado muchas veces los pactos políticos. Este factor sin duda también está en la raíz de la propuesta de Petro de construir un acuerdo nacional más allá de la simple búsqueda de la gobernabilidad.

El problema es que convocar a la “Nación” no es tan sencillo como lograr acuerdos para la gobernabilidad legislativa, dado que no basta con tener al “país político” entre el bolsillo para que se cree un consenso colectivo en torno a la paz. Para conducir negociaciones con grupos armados -sobre todo con el alcance que pretende darles Petro- no son suficientes los políticos. Es necesario que este acuerdo nacional incluya a la sociedad civil y hasta ahora esta no aparece por ninguna parte.

Finalmente, otra de las lecciones de la historia es que para que los acuerdos políticos funcionen se necesita que existan partidos y liderazgos de verdad, como ocurrió en el proceso de gestación del Frente Nacional. Desafortunadamente, en los mal llamados “partidos” que se le pegaron a Petro no hay ninguno de los dos.

*Esta columna está basada en: Gabriel Silva Luján, El Origen del Frente Nacional y el Gobierno de la Junta Militar. Nueva Historia de Colombia Tomo II, Planeta Colombiana Editorial, 1989 dirigida por Álvaro Tirado Mejía y Jorge Orlando Melo.

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