Velia Vidal
5 Noviembre 2022

Velia Vidal

Adolescente

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Por estos días cumplimos años el Chocó y yo. Mi departamento cumple 75 de vida institucional y yo cuarenta de haber nacido. Los míos, sin duda, mejor vividos que los de mi tierra. Todavía no sé nada de la crisis de los cuarenta, mientras que esta selva de dos mares vive en una constante crisis que, pensada en términos del tiempo transcurrido desde que fue erigido como departamento, los efectos del conflicto, el narcotráfico y el racismo estructural, termina pareciendo lógica y asignándole un gran valor a algunos logros que, comparados con el resto del territorio nacional, en realidad son mínimos.

El Chocó, como nos gusta llamarlo a nosotros (no Chocó, sin el artículo definido), sigue estando en los primeros renglones del índice de necesidades básicas insatisfechas. Los datos de las recientes agregaciones territoriales publicados por el Dane el 30 de junio de este año, aun siendo una fría tabla de Excel, estremecen porque reflejan con mucha claridad lo que vemos quienes vivimos y recorremos esta tierra todos los días.

El 65,51 por ciento de nuestra población tiene las necesidades básicas insatisfechas (NBI) y el 20 por ciento vive en la miseria. Algo que me llama particularmente la atención es que en otros lugares como Vichada o Vaupés, que tienen un índice de NBI similar al del Chocó, la carencia de servicios se concentra en las zonas rurales mientras que en nuestro departamento la insatisfacción de las necesidades es casi igual en las cabeceras municipales que en la ruralidad, lo que indica problemas de fondo en materia de servicios públicos, vivienda y dependencia económica, por mencionar algunos, puesto que no se trata simplemente de la incapacidad de llegar a zonas distantes y comunidades dispersas, sino que, incluso donde podría llegarse, se carece de lo más básico.

Un panorama similar nos podría ofrecer el análisis de la educación, salud, seguridad alimentaria, orden público y seguridad ciudadana. Siempre estamos en los mayores niveles de pobreza, de ausencia de derechos básicos y regularmente presentamos los peores resultados de gestión y calidad. Y aunque muchos suelen responsabilizar a nuestros gobernantes e instituciones con argumentos frecuentemente racistas creo que, a veces como en los cumpleaños, es necesario detenerse y evaluar la situación presente con relación al tiempo transcurrido.

No pretendo ser condescendiente ni excusar la responsabilidad de quienes están a cargo de nuestras instituciones que en muchos casos se han formado por fuera del departamento y, supondría uno, tienen las herramientas para hacer una mejor gestión; pero sí quiero señalar que tanto las instituciones como las personas aprenden con el paso del tiempo, crecen, mejoran, se fortalecen y esto pasa con mayor o menor rapidez, dependiendo de los retos que tengan que afrontar y del acompañamiento con el que cuenten.

Pienso en el Chocó, con relación a Colombia, y somos una adolescente que apenas empieza a descubrir su cuerpo – el territorio – que, así tan joven, ya ha sido abusado. Se mira al espejo y no comprende bien los cambios, sangra sin saber por qué. Reposa sobre la tupida selva y piensa en su rumbo, busca su identidad. Una adolescente que se tropieza mientras camina porque aún no conoce las nuevas dimensiones de sus extremidades. Ante los otros se queda sin palabras, se paraliza, teme a quienes admiran su belleza, pero no conocen sus verdaderas necesidades y deseos, desconfía de aquellos que, por su adolescencia, la creen incapaz. A veces se levanta con rabia y grita.

Como la adolescente que es, el Chocó necesita compañía. Una que sea asertiva y reconozca su potencial, que no la mire con condescendencia ni desde los estereotipos con los que históricamente se la ha asociado. Necesita saber, además, que con el tiempo irá encontrando su rumbo, y lo que hoy es caos en unos años podrá ser estabilidad.

Por mi parte celebro que estos cuarenta me hayan llegado viviendo aquí donde nací y donde, al volver, encontré el sentido de mi vida ligado justamente a ese crecimiento lento de esta tierra que, adolescente y todo, es mi lugar en el mundo.

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