Lucas Pombo
26 Abril 2022

Lucas Pombo

Alcaldía o muerte

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El 2022 fue un año agridulce para el Nuevo Liberalismo. Por un lado, después de una larga batalla jurídica que parecía perdida, la familia Galán logró recuperar la personería jurídica de uno de los proyectos políticos más emocionantes de la historia reciente del país. Por el otro, el debut electoral del nuevo viejo partido no pudo ser peor. Habiendo pagado la novatada, ahora los ojos están puestos en un nuevo objetivo: la Alcaldía de Bogotá y en una persona: Carlos Fernando Galán.

La primera gran decisión con miras a 2023 está a la vuelta de la esquina. Ante el inminente hundimiento de la candidatura de Sergio Fajardo, el Nuevo Liberalismo tendrá que definir si apoya o no a Gustavo Petro en la segunda vuelta presidencial. Si lo hace, el partido de los Galán se engancharía a la locomotora del millón de votos en Bogotá. El guiño del exalcalde, quien recuperó del Partido Verde el título del gran elector de la ciudad, será definitivo. Sin embargo, ese camino tiene espinas. Acercarse a Petro implicaría para el Nuevo Liberalismo desnaturalizar el mensaje de centro sobre el que fundamentó su regreso a la vida política. También implicaría el riesgo de ser vagón de cola de un proyecto que con cada encuesta suma apoyos, muchos de ellos esperando la bendición del jefe de Colombia Humana en las elecciones locales.

La otra opción es no apoyar a Petro ni a Federico Gutiérrez en la segunda vuelta y doblar la apuesta por el centro, en un momento en el que la polarización se ha encargado de dejar desierto ese terreno político. Este camino sería consecuente con la narrativa que hasta ahora ha tenido el partido de los Galán. Sin embargo, hace cuatro años una decisión similar le costó a Sergio Fajardo todo su capital político. La política colombiana sigue gravitando en torno al contrapunteo entre Álvaro Uribe y Petro y el pronóstico apunta a que el clima empeorará antes de mejorar.

Más allá de la decisión que se tome, el Nuevo Liberalismo tendrá la tarea de llenar el vacío que le costó no llegar al umbral en las elecciones legislativas, a pesar de tener una de las mejores listas al Senado. Tal y como lo advirtió Rodrigo Lara, la estrategia de la política aséptica no funcionó y se demostró que sin estructura la opinión se escurre entre los dedos. 

La curva de aprendizaje terminó y hay tiempo de corregir el camino. La posta ahora está en manos del menor de los Galán, quien tiene la oportunidad de dar el primer gran golpe en la mesa en nombre del Nuevo Liberalismo. De él depende que el partido de su padre tenga vocación de poder y no sea flor de un día.

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