Juan Camilo Restrepo
23 Diciembre 2022

Juan Camilo Restrepo

Alzó vuelo el helicóptero

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Los anglosajones tienen un dicho que comienza a tener aplicación en Colombia: “Lanzar dinero desde un helicóptero”. Con ello se expresa un método de gestión pública que consiste en distribuir febrilmente dinero sin tener preparadas las más mínimas estructuras para que funcione. Es una metáfora que refleja el populismo al vuelo.

Los anuncios de que se va a distribuir dinero febrilmente en causas que a primera vista lucen plausibles, comienzan a ser una constante del Gobierno de Gustavo Petro. Habrá que ver si los billetes lanzados desde los helicópteros oficiales caen en terreno fértil; y si se cumplen efectivamente los propósitos presidenciales. Anuncios que se vienen dando concomitantemente con la aparición de problemas para contrarrestarlos políticamente.

Quiero ilustrar lo anterior con tres ejemplos. 

El primero tiene que ver con la respuesta que el Gobierno dio al último informe sobre extensión de cultivos ilícitos que, por primera vez, excedieron las 200.000 hectáreas. ¿Qué dijo el Gobierno inmediatamente salió este informe? Que iba a poner en marcha un programa en virtud del cual se estimularía a los cocaleros para que “devolvieran sus tierras a la selva” (tal fue la expresión utilizada por el presidente Petro). ¿Y cómo se cumpliría tan plausible propósito? Pagándoles entre 2 y 4 millones de pesos por hectárea mes a los cocaleros que devuelvan sus tierras a la selva.

La última novedad –de acuerdo con el más reciente trino del presidente Petro– es que los cultivos de coca seguirán sin que se les perturbe hasta que la rentabilidad de los cultivos lícitos los iguale o supere. Curiosa noticia tratándose de cultivos ilícitos que precisamente por serlos seguirán por mucho tiempo con rentabilidades superiores a las de los cultivos alternativos.

Como era de esperarse detrás de este anuncio no había ni dinero ni programación sería alguna. Aun tomando como referencia la más baja base del anuncio (es decir, 2 millones de pesos mes por hectárea) la propuesta costaría 5 billones de pesos al año que, naturalmente, no existen. Y todo indica que el vistoso anuncio presidencial se quedará en eso: en un globo que cae en el vacío porque no hay recursos ni programas dispuestos para llevarlo a la práctica.

El segundo anuncio que ilustra la tesis del helicóptero es el que ante las amenazas de los motociclistas de paralizar a Bogotá lanzó apresuradamente el Gobierno para calmar los ánimos: asumir con cargo al presupuesto nacional el 50 por ciento de las primas, lo que acarrearía costos de 2 billones de pesos que representan el 10 por ciento del total de lo que se pretende recaudar con la nueva reforma tributaria.

El tercer ejemplo lo encontramos en el inesperado anuncio del presidente Petro de que va a pagarles un millón de pesos por mes a 100.000 jóvenes que entrarán a engrosar (junto con los que salgan excarcelados de la primera línea) el contingente de gestores de paz. 

Nótese que este anuncio lo hace el presidente para callar las críticas que desde diversos frentes –en especial los de la judicatura– se hicieron oír inmediatamente se expidió el decreto con base en el cual el Gobierno se dispondrá a liberar un número indeterminado de miembros de la primera línea. El último anuncio tiene un costo anual de 1,2 billones de pesos que se suma a la ya abigarrada lista de gastos que se supone podrán financiarse con el producido de la reforma tributaria.

Este último anuncio presidencial, que en principio está rodeado de propósitos plausibles, plantea, sin embargo, muchos interrogantes: el principal de ellos a mi entender es el siguiente: ¿cómo y quién elegirá a los beneficiarios de esta nueva propuesta? Si el procedimiento para hacer su escogencia no es muy serio y transparente puede volverse un foco de clientelismo político de alcances impredecibles.

Las tres propuestas de gasto público que hemos mencionado en este artículo suman 5+1+2+1,2= 9,2 billones de pesos, que es el 46 por ciento de todo lo que se pretende recaudar en la nueva reforma tributaria. Esto ilustra cómo se está congestionando a marchas forzadas el ya estrecho margen fiscal de que dispone el Gobierno.

El helicóptero que distribuye dinero ha alzado pues su vuelo. Ninguno de los programas que se han anunciado aparecía, en las bases del plan de desarrollo recientemente divulgadas. Son respuestas dadas sobre la marcha ante problemas que se quieren acallar. Hacen parte de una protuberante improvisación en la asignación de gastos públicos. 

Seguramente veremos en los días venideros que al helicóptero distribuidor se le seguirán colgando nuevos programas del gasto público. Ojalá no se le sobrecargue en exceso. Podría venirse a tierra en el momento menos pensado: que es aquel cuando se descubra que no hay cobija fiscal que aguante tantas promesas. 

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