Velia Vidal
2 Septiembre 2022

Velia Vidal

Atrato

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El sol desciende poco a poco buscando esconderse detrás de la selva y el cielo, lleno de nubes blancas que entre unas y otras dejan ver un fondo azul, se viste de colores: naranja, amarillo y, más arriba, tonos rojizos y morados. Aún el día es claro y se distinguen las diferencias entre las aguas del Atrato y las del Quito, que acaba de desembocar justo al frente del mercado de Quibdó. El Atrato seduce, enamora y después duele. 

Fueron justamente unos enamorados y adoloridos quienes hace cinco años lograron la Sentencia T-622 que reconoció lo que en las orillas se supo siempre: que ese río es un sujeto, un actor importante de la vida de los atrateños, los chocoanos y una parte de los antioqueños. El primer río con derechos en América. Antes habían sido reconocidos el Whanganui en Nueva Zelanda y el Yamuna, un afluente del río Ganges en la India.

La Sentencia que reconoce los derechos a este río que nace en el Cerro Plateado y desemboca en el Caribe apunta no solamente a la rehabilitación ambiental, sino a la recuperación de las formas de producción tradicionales que durante siglos permitieron la conservación de la funcionalidad del ecosistema ribereño y el sostenimiento de las comunidades. 

La Corte Constitucional ordenó a las treinta entidades e instancias sentenciadas la elaboración de planes de acción, en conjunto con las comunidades, para resolver la crisis humanitaria, social y ambiental del río, sus afluentes y sus habitantes. Estos planes de acción buscan la realización de estudios epidemiológicos y toxicológicos, el diseño e implementación de un programa de seguridad alimentaria, la descontaminación de las fuentes hídricas afectadas por el mercurio y otras sustancias tóxicas y la eliminación de la extracción ilícita de minerales, todo un proceso de restauración de los derechos bioculturales.

El Atrato es la vida. Así se llamó el foro realizado este dos de septiembre en Quibdó en el marco del Atrato Fest, un evento que nos inventamos entre los Guardianes del río, el Foro Interétnico Solidaridad Chocó, la Corporación Siembra y Motete; que hemos sacado adelante en tres ocasiones como navegando río arriba a punta de canalete, porque no es fácil encontrar financiadores para estas iniciativas culturales. 
Esta vez estamos celebrando los cinco años de la Sentencia y del cuerpo colegiado de Guardianes del Atrato. Celebramos que el mundo volteó su mirada a nuestro río y entonces se hizo internacional. Celebramos que los planes de acción han sido formulados con mayor o menor celeridad y que, simultáneamente, se han llevado a cabo numerosos estudios que dan cuenta del estado de la cuenca en variadas dimensiones; que los Guardianes se han convertido en voceros ante el mundo de las afectaciones por cuenta de la minería, el conflicto armado y el racismo estructural. 

En las calles de Quibdó, en Doña Josefa, en Beté, en Vigía o en el Carmen de Atrato se han tenido conversaciones que jamás hubieran ocurrido de no haber sido por el dinamismo que aportó la Sentencia. 

Hoy tenemos un nuevo reto: que los planes de acción se hagan realidad. Tenemos, además, la fortuna de que este momento llega justo cuando se empieza el diseño de un nuevo Plan Nacional de Desarrollo, en un gobierno que ha puesto entre sus prioridades al Pacífico colombiano y al departamento del Chocó por razones obvias y de amplio conocimiento. 

Necesitamos que estos planes de acción desemboquen en la carta de navegación de los próximos cuatro años, reciban presupuesto y tengan un riguroso seguimiento para que se nos endulcen los días, así como el Atrato endulza las aguas del Caribe cuando desemboca en el golfo de Urabá, hasta Capurganá y hasta Arboletes. 

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