Jaime Honorio González
2 Septiembre 2022

Jaime Honorio González

Auto-oposición

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Qué días los que han padecido el Gobierno Nacional y sus aliados. Les han pasado tantas y tan absurdas cosas que a muchos les cuesta trabajo no creer que el verdadero propósito sea la autodestrucción. Sobre todo, porque no son consecuencia de un ataque o en respuesta a una provocación o intentando sacudirse de una férrea oposición, porque— la verdad—oposición seria en este país y que preocupe a quienes están al mando pues no hay.

También es cierto que —por ahora— no parece necesitarse. En el Gobierno, y en su partido, lo están haciendo de maravilla. Me refiero a evidenciar los errores, que es lo que busca un opositor con su rival para ir acreditándose frente al electorado, pensando en los próximos comicios.

Sí, yo sé que acabamos de elegir al presidente, pero aquí ya están pensando en las próximas elecciones, al menos los que perdieron en marzo y mayo pasado, los llamados “viudos del poder”.

Esos opositores deben estar felices, frotándose las manos, sentados en una silla, meciéndose suavemente mientras observan cómo sus rivales dilapidan el capital político, se gastan la generosidad de las encuestas y dejan pasar lenta e imperceptiblemente (como el aluvión) los pocos días de miel con que cuentan siempre los recién llegados, días que —como todo lo bueno— suelen ser escasos y se acaban muy rápido. Claro que aquí pareciera haber un inusual esfuerzo conjunto para acabarlos antes de lo normal, como una especie de auto-oposición de la que no son conscientes y que —por el contrario— defienden a capa y espada.

Sí, también sé que apenas va menos de un mes de iniciada la era de la Colombia Humana. No obstante, me parece que es mejor decirlo de una vez. De pronto, alguien con poder de decisión o que tenga ascendencia entre las filas gobiernistas, lea con calma, haga a un lado el espíritu de infalibilidad que suele acompañar a quienes detentan el poder, caiga en cuenta de la situación, acepte que se están equivocando, busque ayuda de especialistas y logre revertir o —al menos— detener la situación.

Miren ustedes, el presidente Petro arranca su gobierno con interesantes niveles de favorabilidad, mucho mejor que el mejor de los días del anterior cuatrienio (bueno, tampoco es que sea una gran referencia). Es una tremenda oportunidad política que podría comenzar a desaparecer por cuenta de situaciones que la mayoría de los colombianos no entiende. Y no acepta.

Porque la barrida de generales en las Fuerzas Armadas —aunque no la aceptaron— la entendieron propios y extraños, pero no que el presidente haya dejado plantados a los militares el día que se iban a presentar en sociedad, aquella soleada tarde en la Escuela Militar. La purga al interior de las tropas, dura como todas las purgas, aún muchos de sus detractores la vieron como un hecho político. Pero, la palaciega disculpa de que el presidente no asistió porque tenía inaplazables reuniones y luego la confesión presidencial de que no había ido porque su estómago lo había arrinconado en Palacio para —al otro día— aparecer en el comedor de una unidad militar departiendo un poderoso almuerzo con los soldados, pues eso ni un experimentado camionero, quien —según la tradición popular— posee el vientre más resistente a los traicioneros embates gástricos. La situación comenzaba a oler mal.

Luego fue lo de Nicaragua en la OEA, donde después de varias versiones algo confusas vino a confirmarse que la orden de no asistir a la sesión donde se condenaría al país centroamericano por sus evidentes violaciones a los derechos humanos, había sido dada desde un céntrico palacio de Bogotá. Como diría el defensor, eso “salió mal”.

Y bueno, llegó esta semana.

A la ministra de Minas se le juntaron el cansancio, la inexperiencia, un poquito de soberbia y mucho de ausencia de estrategia para comunicar. Se molestó con unos asistentes a un congreso de mineros porque algunos estaban charlando mientras ella hablaba y les metió su regaño cual profesora en salón de clase, con toque de ironía y todo. Pa que aprendan. Supongo que se le salió la academia. Se molestó con los periodistas porque le hicieron muchas preguntas, ¿cuándo carajos cambiaremos los periodistas esa mala costumbre de preguntar? Es verdad que en la siguiente ciudad de su recorrido se disculpó profusamente con mis colegas y que todos —en algún momento— tomamos una mala decisión. Pero, ¿por qué todos la misma semana?

Porque el viernes en otro evento, esta vez de las TIC, la congresista Susana Boreal—respondiendo a una invitación— decidió cantar el Ave María, de Franz Schubert. Qué lindo canta la congresista. Pero qué tino para escoger el lugar. Espero que en medio de una plenaria no le vayan a hacer la misma invitación. Va y la acepte.

Claro que eso es un juego de niños al lado de cómo el senador Alex Flórez decidió cerrar esta semana de pasión para el Gobierno y sus aliados.

Lo digo por los videos del congresista que circulan en redes, donde se le ve ebrio y no de la felicidad, armado con su celular, insultando a un policía después de haber insultado a unos empleados de un hotel cartagenero a donde pretendía ingresar en compañía de una mujer, pero sin cumplir la norma del establecimiento de registrar a la huésped.

Qué lamentable espectáculo dio este pobre muchacho, con quien justo hablé hace unas semanas acerca de las denuncias que venía realizando sobre el crimen de tres jovencitos en Chochó, Sucre y que en este espacio denunciamos días atrás.

Me acuerdo que le pregunté su edad, me dijo que tenía treinta, que había nacido en Cartagena, aunque había sido criado en Sincelejo y que, por eso, sentía especial preocupación por los falsos positivos del pasado 25 de julio.

Qué duro les ha pegado el poder a todos ellos. Ya pagaron la novatada, ojalá reaccionen con un poquito de humildad, menos exposición, más escuchar, menos pontificar. A veces, esas sencillas recomendaciones ayudan.

Eso sí, espero que el Gobierno y sus aliados dejen de defenderse y se concentren en evitar tantos errores no forzados, como dirían los comentaristas deportivos. Lo que sí deberían hacer, en cambio, es darle una medalla al policía que enfrentó al senador y que le advirtió que si lo golpeaba lo capturaba. Hubiese sido un verdadero momento histórico porque senadores borrachos ha habido siempre, desde la Roma Antigua, pero capturados en flagrancia por estar completamente ebrios, diría que ninguno, nunca jamás.

Esa página no se escribió gracias a otro que —diría yo— merece una bonificación: el escolta del senador. Vean el video y me darán la razón. A estos dos servidores públicos sí, mi gratitud por sus servicios prestados.
 

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