Sandra Borda
5 Octubre 2022

Sandra Borda

Balance de una visita

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La reciente visita del secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, visibilizó algunos cambios en el entendimiento bilateral que es preciso registrar. Para empezar, el tono es distinto al que estamos acostumbrados a observar. En la rueda de prensa fue claro desde el comienzo que ni Petro ni Blinken estaban en el negocio de soltar frases huecas ni de apostarle a las declaraciones vacuas para evitar desacuerdos públicos. Y eso está muy bien. Es útil que todos nos familiaricemos con los grandes desafíos que plantea nuestra relación con Washington y no se viola ninguna norma del protocolo diplomático cuando se contradice o se matizan las afirmaciones del interlocutor. Al contrario, es una forma de expresar en dónde está parado cada uno y cuál es la naturaleza de su posición.

Pero, además, tuve la impresión de que la actual administración Biden también entendió al gobierno anterior colombiano como una pausa, un paréntesis que ya es preciso cerrar para continuar trabajando con los temas prioritarios. Por eso la insistencia en regresar a la implementación del acuerdo de paz. Como muchos de nosotros, el gobierno estadounidense parece tener la impresión de que por ponerle todo el capital político al proyecto de la paz total, se está descuidando la implementación de un acuerdo que ya es una realidad. Entonces, en este campo, no sobra el llamado de atención.

El único espacio de gestión que Blinken le reconoció al gobierno anterior (de nuevo, como muchos de nosotros) es el de la puesta en marcha del Estatuto de Protección a los venezolanos migrantes. Como en el caso del proceso de paz, Estados Unidos quiere algo de continuidad en ese sentido y un compromiso con el verdadero otorgamiento de garantías a los migrantes a través de dicho estatuto. 

Pero este llamado a la continuidad le gustó a Petro mucho menos. En vez de pasar por encima de las divisiones políticas y reconocer la utilidad del estatuto, Petro dijo que lo que realmente puede cambiar la situación de los migrantes es la normalización de las relaciones con Venezuela que está liderando él, y no el Estatuto de Protección que inauguró Duque. Además señaló los problemas (que claramente los tiene) del estatuto para luego, terminar proponiendo uno para los colombianos en Estados Unidos (que a las claras se veía que no había sido discutido en privado).  Eso obligó a una respuesta de Blinken que dejó mal parado a Petro y de paso a su política hacia Venezuela: el secretario de Estado recordó que la razón por la cual migran los venezolanos es, en últimas, responsabilidad del gobierno de ese país, de su mal manejo económico y de su constante violación a los derechos de sus ciudadanos.

Estados Unidos está preocupado por la pérdida de su influencia en la región latinoamericana y quiere regresar ahora que nota que su ausencia está siendo sustituida por la presencia de potencias extrarregionales como China y Rusia. El primer lugar para empezar a poner la casa en orden es necesariamente Colombia, su socio más cercano, y el primer tema, el más crucial para Estados Unidos en esta coyuntura: la guerra entre Rusia y Ucrania. 

No es gratuito entonces que al día siguiente de la visita, Colombia haya tomado la decisión de firmar una declaración conjunta del denominado Group of Friends of Accountability Following the Aggression Against Ukraine (link https://geneva.usmission.gov/2022/10/04/joint-statement-by-the-group-of-friends-of-accountability-following-the-aggression-against-ukraine-hrc51/ ) en donde se condenan duramente los referendos promovidos por Rusia buscando anexarse importantes zonas del territorio ucraniano, se condenan prácticas violatorias de los derechos humanos por parte de las fuerzas de Putin, se expresa solidaridad con Ucrania y se suscriben los derechos a la no intervención y respeto a la soberanía. De la región latinoamericana, solo Colombia y Guatemala han firmado hasta este momento. 

Si bien parte de este regreso estratégico de Estados Unidos a la región está motivado por la necesidad de recoger dosis importantes de apoyo en su enfrentamiento contra Rusia (y también contra China), la búsqueda de adhesión a principios como el respeto a la democracia y al Estado de derecho no son, ni mucho menos, pura decoración o fachada. Por eso hay interés en condenar a los regímenes autoritarios de la región (Nicaragua, Venezuela o Cuba) pero la prioridad está en Europa, no en América Latina. Teniendo en cuenta esto y la álgida agenda que tiene Colombia con cada uno de estos países de la región, y también en aras de encontrar a Estados Unidos a mitad de camino, es posible que la declaración conjunta contra Rusia le dé al gobierno de Petro un compás de espera y un margen de maniobra adicional para evitar un pronunciamiento sobre el vecindario. Unas por otras.

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