Sebastián Nohra
13 Noviembre 2022

Sebastián Nohra

Benedetti: la idea es ser socios, no compadres

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Restablecer las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela es uno de los mayores logros del gobierno en sus primeros cien días. No ha habido titubeos ni intrigas. Lo prometieron en campaña y desde el primer día se pusieron en la tarea. Van bien. Armando Benedetti encontró una infraestructura diplomática desmantelada y una frontera que estrechó los vínculos entre los vecinos más corruptos y criminales de cada lado en estos años.

La aproximación de Duque jamás prosperó. No hay razón para insistir. Supone un costo humano demasiado alto para que sea aceptable. A millones de colombianos y venezolanos la vida les mejora sustancialmente si hay servicios consulares, cierta certidumbre jurídica, relaciones comerciales y un tráfico aéreo regular. Además, si la dictadura cae, Colombia debería ser el principal protagonista de la reconstrucción de Venezuela. Los beneficios son enormes. Romper con Maduro del todo y seguir en esa fantasía de comunicarse solo con Guaidó, cuando no tiene ningún poder, era absurdo.

Ahora, recuperar de verdad la confianza perdida del sector privado y alentar a los empresarios a que hagan grandes inversiones y negocios en un país sin seguridad jurídica y con un gobierno expropiador tomará años. Venezuela debe cambiar muchas cosas para mandar señales que viajen en ese rumbo. Está bien que el gobierno de Petro sirva de vehículo y ayude a recuperar lo que había hace 15 años.

Pero una cosa es restablecer los canales básicos con Venezuela y otra tener acercamientos y palabras fuera de lugar con una dictadura tenebrosa que destruyó toda división necesaria entre Estado, gobierno y partido. El chavismo sigue siendo un aparato burocrático sistemáticamente violador de los DDHH, hostil con la oposición e insiste con ideas que, está suficientemente probado, destruyen riqueza.

No creo que sea sencillo, pero un equilibrio diplomático serio en Venezuela deberá encontrar la manera de tener buenas relaciones diplomáticas con el gobierno venezolano, y mostrarse frío y distante con situaciones inaceptables. Hay que bajar la guardia, pero el compadreo es innecesario. No tienen por qué dar declaraciones que justifiquen y refuercen el relato chavista, como lo ha hecho el gobierno de Gustavo Petro varias veces.

Divulgar que el derrumbe de la economia venezolana y la hiperinflación que destrozó su moneda fue provocada por su dependencia del petróleo y las sanciones de los Estados Unidos, es justificar todos los atropellos que hicieron, las expropiaciones y las delirantes políticas que aplicaron. El discurso victimista anti-yankee déjenselo al régimen.

Lo cierto es que hemos tenido que leer declaraciones vergonzosas del embajador Benedetti. Decir que en Colombia se violan más los DDHH que en Venezuela, por ejemplo. Además, no lo contrataron como panelista o analista sino como embajador para defender nuestros intereses allá. Petro eligió a una de las lenguas más chabacanas de la política para una tarea medida por la mesura. Decirle pendejo a uno de los líderes de la oposición (Guaidó) en una entrevista sería razón de despido inmediato en cualquier gobierno serio.

Ser opositor en Venezuela es desafiar al diablo. Es muy riesgoso. Y llega Benedetti a denigrarlos congraciándose con Maduro. A usted, embajador, no le pedimos que sea hostil con Venezuela. Sabemos cuál es su tarea. Pero ahórrese el colegueo, muérdase la lengua y no repita el cassette que el régimen le ha vendido al mundo para justificar su ruina social y económica.

Se puede comerciar con Venezuela y tener reuniones bilaterales con fiines estratégicos sin hacer una operación de blanquear a la dictadura. Eso requiere tacto y prudencia, dos dotes que de origen le fueron negados al embajador.

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