Gabriel Silva Luján
27 Febrero 2022

Gabriel Silva Luján

Bombardeo

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Cuando hablo de bombardeo no me refiero al trágico diluvio de misiles y de bombas que las aspiraciones neoimperialistas de Putin han desatado sobre Ucrania. El bombardeo al que me refiero es de otra naturaleza. Nos están bombardeando desde antes de la invasión de Ucrania con la advertencia de que “ahí vienen los rusos”, que Venezuela está llena de tropas de Moscú, que hay riesgo inminente para la soberanía nacional.

El “enemigo externo” siempre ha servido para esconder debilidades políticas, para alimentar nocivos nacionalismos y, también, para promover la adquisición de armas y equipos cuya utilidad no siempre está bien justificada. No es coincidencia que después del cuento de los rusos en Caracas se filtre a El Tiempo un documento “ultrasecreto” de la Fuerza Aérea, presentado al presidente Duque hace un par de semanas. Ese documento recomienda la adquisición de una flotilla de cazabombarderos. Específicamente se aboga por la compra de aviones F-16 de fabricación estadounidense.

No deja de ser preocupante que algo tan delicado como los planes de adquisición y la estrategia de seguridad nacional de las fuerzas militares colombianas se filtren al público desde el mismo gobierno. Pero más grave aún es que se pretenda ambientar, al final de un gobierno, la adquisición de treinta y seis aeronaves cuyo costo unitario es del orden de 40 millones de dólares. Esa decisión avanza sin que medie una discusión técnica, integral y multidimensional sobre las verdaderas necesidades de la seguridad nacional en la actual coyuntura regional y geopolítica.

El excomandante de la FAC, Héctor Fabio Velasco, anuncia el destino de los aviones: “Tenemos una amenaza latente que todos conocemos, a nosotros nos amenaza Venezuela”. Si es esa la misión asignada a los aparatos, la adquisición de mayor capacidad aérea de combate en la coyuntura actual podría desatar una carrera armamentista bilateral. Maduro no va a desaprovechar un minuto las revelaciones de El Tiempo para justificar ante Putin que es necesario compensar con más apoyo las nuevas capacidades ofensivas de Colombia. Esos pedidos al dictador ruso caerán en tierra fértil. Putin tiene grandes alicientes para perturbar a Estados Unidos en su “patio trasero” y aún más cuando Duque ha puesto a Moscú en la picota pública internacional.

De otra parte, existe un consenso amplio en el sentido de que la política hacia Venezuela del gobierno Duque ha sido un fracaso. La ingenua pretensión de que caería la dictadura chavista hostilizando a Maduro con conciertos en la frontera, con un precario grupo diplomático y con el reconocimiento a Guaidó, nos han dejado en una situación de alta tensión bilateral.  No es buena idea alimentar esa crispación con propuestas que seguramente se interpretarán como belicistas. La amenaza que hoy representa Venezuela para Colombia no son sus poderosos Sukhoi, una aeronave que además muchos analistas consideran bastante superior a los F-16. Es la tolerancia cómplice de Maduro con los grupos terroristas y las organizaciones criminales en territorio de la república bolivariana. Ese sí es el verdadero desafío para la seguridad nacional.

Nadie pone en duda que hay un desbalance en materia de seguridad estratégica entre Colombia y Venezuela. Un desequilibrio que no se resuelve simplemente comprando aviones. Las desventajas de nuestras fuerzas militares son transversales y cobijan también al Ejército y a la Armada. Hay que aprovechar más bien el cambio de gobierno que se avecina para promover una transformación en el paradigma de seguridad nacional de manera que incluya, sin duda, los aspectos de equipamiento, pero ante todo el rediseño de la estrategia geopolítica y diplomática. A veces un buen tratado o un buen acuerdo de paz pueden ser más eficaces que mil aviones.

Dictum. Si se trata de amenazas estratégicas a la soberanía territorial es mucho más preocupante Nicaragua que Venezuela, y son más importantes los barcos y los submarinos que los aviones. Con Nicaragua no tenemos disuasión militar y ahora tampoco canal diplomático.

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