Gabriel Silva Luján
20 Marzo 2022

Gabriel Silva Luján

Cogiditos de la mano

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La contienda electoral está revelando que se viene una severa ofensiva contra la arquitectura esencial de nuestro Estado de derecho.

Hay elecciones de elecciones. Todas se parecen, pero en sustancia y consecuencias hay algunas mucho más decisivas que otras. Estas que vienen serán recordadas como unas de las más trascendentales para el futuro del país. En esta ocasión no solo importa quién puede ser el mejor gobernante, el de mayor experiencia o el más eficaz, temas siempre relevantes. Ante todo, lo que está en discusión es cuál modelo de país, cuál visión de Estado, cuál arquitectura institucional piensa implementar el ganador. Y en esos temas fundamentales las diferencias no son de matices.

Según las respuestas que den a esas preguntas los candidatos se les puede ubicar en dos ejes principalmente: izquierda-derecha, y el que definió ayer el candidato Sergio Fajardo, continuismo-populismo. Hagan el ejercicio de definir los candidatos de acuerdo con esas dos variables y tendrán una gráfica muy bonita que contrasta a los candidatos de manera sencilla y eficaz. Sin embargo, ese análisis deja por fuera uno de los temas más críticos, quizás el más decisivo, para la escogencia de un candidato. Me refiero a su propensión, inclinación y voluntad de respetar la arquitectura institucional y constitucional del país, y de acogerse a los métodos previstos en la Carta y en la ley para su modificación.

Allí está la cuestión básica. La aparente confianza que tenemos algunos en el sentido de que la Constitución de 1991 cuenta con los suficientes pesos y contrapesos para contener las pretensiones autoritarias de “refundar la nación”; para frenar los ataques a la estabilidad institucional; y para desmontar los intentos de perpetuarse en el poder, se ha venido diluyendo. Sin duda, ha sido heroica y eficaz la labor de las Cortes para trancar la ofensiva del uribismo y del gobierno Duque contra el proceso de paz y la estabilidad institucional. Pero esa capacidad tiende a disminuir con el deliberado esfuerzo de estos sectores por socavar la reputación colectiva de la Constitución, de las cortes y del poder judicial.

La confluencia de nuevos factores políticos y lo que está revelando la contienda electoral es que se viene una aún peor ofensiva contra la estabilidad institucional y contra la arquitectura esencial de nuestro Estado de derecho. Y quién lo creyera, no me refiero exclusivamente al miedo que en ese sentido ha despertado Petro. La ideología desplegada por el uribismo, el “Estado de opinión”, para justificar que el pronunciamiento de la gente en las encuestas, en audiencias públicas, en los plebiscitos y referéndums, está por encima de la verdad institucional y de la Constitución, está vivita y coleando. En múltiples ocasiones hemos visto a Uribe exigiendo referéndums para convocar al pueblo, usando causas como la del fallo de la Corte Constitucional sobre el aborto o la discusión sobre los resultados electorales, para abrirle boquetes mortales a la Constitución. 

El candidato de la derecha, Fico Gutiérrez no tendrá duda en apropiarse de esa ideología para cumplir con los deseos de su patrón. Ni hablar de Rodolfo Hernández que lo último que le importa es la Constitución en su visión hitleriana del Estado. Y está Petro, que tiene el as bajo la manga de controlar “la calle”, a la cuál recurrirá para presionar a las instituciones y al país para que le den patente de corso para implementar sus barbaridades, entre ellas supongo el regreso de la reelección. 

Así las cosas, no se sorprendan que en caso de que ganara cualquiera de esos tres los veamos cogiditos de la mano encabezando las marchas y conspirando en el Congreso para robarnos la Constitución más popular en la historia de Colombia. En el momento de votar hay que primero preguntarse quién tiene el valor de proteger la Constitución y quién la quiere desmantelar.

Continium. Y ya hay funcionarios en cargos decisivos para la protección de la Constitución como el registrador, el fiscal y la procuradora que no son precisamente sus mejores amigos.
 
 

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