Gabriel Silva Luján
26 Junio 2022

Gabriel Silva Luján

Congratulations, Mr. President

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Sorprendió a muchos el que el presidente Biden llamara al mandatario electo de Colombia, Gustavo Petro, para felicitarlo y tener una primera conversación a los dos días de su victoria. Ese primer paso fue seguido por explícitas manifestaciones provenientes del Departamento de Estado en el sentido de que, en temas como la lucha contra el calentamiento global, la sustitución de cultivos y la transición energética, existen convergencias significativas.

En diplomacia los gestos son tan importantes como las palabras. El próximo gobierno arrancará con ambos apuntando en la dirección correcta. Contrasta este comienzo con la ausencia de mensajes y de señales que durante meses le tocó padecer en agonía a Duque. Sin embargo, a pesar de esos positivos pasos iniciales, aquí cabe un mensaje de cautela para que en medio de la euforia natural de la victoria y ante la agilidad de la reacción de la Casa Blanca no se cometa el error de creer que el manejo de las relaciones con Washington ya es pan comido.

No es gratuito el legendario dicho que afirma: “El que quiera un amigo en Washington más vale que se consiga un perro”. La política exterior gringa es el resultado de una compleja matriz de vectores que se combinan y contraponen generando una dinámica que está lejos de depender de la exclusiva voluntad de quien ocupe la Casa Blanca. De allí que entender de manera objetiva dichos factores es clave para ser eficaces en el manejo de las relaciones bilaterales.

La llegada de Petro al poder coincide con uno de los momentos más complejos y desafiantes para los Estados Unidos. La campaña en curso para las elecciones parlamentarias y regionales está caracterizada por una beligerancia extrema promovida por el ala mayoritaria del Partido Republicano liderada por Trump. En ese contexto es inevitable que los republicanos se aprovechen del perfil ideológico de Petro -y de la buena acogida que recibió de Biden- para caracterizar a los demócratas como cómplices activos y pasivos del ascenso de la izquierda y el totalitarismo socialista en América Latina. De hecho, desde antes de su elección, y con más razón ahora, el presidente electo ha sido objeto de ataques llenos de calificativos absurdos e inapropiados pero que para buena parte del electorado trumpista tienen credibilidad.

Con alta probabilidad, las mayorías en el Congreso estadounidense cambiarán este próximo noviembre, pasando de un control demócrata a uno republicano. Además, inmediatamente pasadas las elecciones de este año arranca la campaña para suceder a Biden en la que Trump muy posiblemente será el candidato de los republicanos. Así las cosas, Petro llega al poder en un escenario doméstico estadounidense de máxima vulnerabilidad y con un alto riesgo de que el consenso bipartidista que soporta la política bilateral con Colombia se termine de desmoronar. Y eso sin contar que no sorprendería que el uribismo, como lo hizo durante la administración Santos, se dedique a hacer una guerra soterrada y sucia contra Colombia en los corredores del Capitolio.

La “democracia excepcional” de Madison y de Washington está sufriendo un proceso de involución que no es particularmente amigable con la tolerancia, la diversidad y el pluralismo a nivel doméstico y tampoco en el escenario internacional. La toma del Capitolio, la falacia del fraude electoral y las decisiones de la Corte Suprema sobre el porte de armas, los “Derechos Miranda” y en particular la del aborto (Roe vs. Wade) anuncian actitudes que privilegian más la política del “gran garrote” que la del “buen vecino”.

Finalmente, el desafío geopolítico existencial que está sufriendo la hegemonía estadounidense tiene a Washington en un estado de “irritación estratégica”. El ascenso de China y el guerrerismo de Putin, que han tenido sus manifestaciones en el hemisferio, reducen la paciencia y la tolerancia hacia actitudes desafiantes que privilegien los nuevos rivales. De allí que hay que tener un inmenso cuidado para que no se confunda una política exterior pluralista y universalista con una alineación estratégica con aquellos estados que son percibidos como antagónicos a los intereses fundamentales de Washington. Entonces, por favor, no confundamos un coqueteo con una propuesta de matrimonio.

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