Mariana Garcés
4 Marzo 2022

Mariana Garcés

“De agache”

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Pasar agachados o 'de agache' se ha vuelto un deporte nacional. Se trata de aquellas personas que no ponen la cara, que prefieren mantenerse al margen sin comprometerse con lo que piensan; aquellos que jamás emiten una opinión que los pueda poner en aprietos; aquellos que no están dispuestos a responsabilizarse por sus actos o por sus omisiones.

Muchos colombianos aplican de manera permanente este proceder como si fuera un asunto natural.

Pasan de agache muchos de los candidatos que toman parte en la contienda electoral. Sus asesores de imagen o asesores programáticos de campaña les prohíben decir una u otra cosa, tratar tal o cual tema, porque pierden el favor del electorado.

Por ejemplo, Alejandro Char no participa en los debates y explica que su ausencia se debe a que prefiere estar cerca de la gente. Aunque, también hay que decir que, los debates no aportan mayormente al conocimiento de las ideas del candidato, la verdad es que Char no asiste de manera sistemática. Parece que prefiere administrar su falta de conocimiento sobre diversos temas -o su miedo- no dando la cara.

Los electores tenemos derecho a conocer a fondo las propuestas; sin embargo, estas prácticas nos obligan a hacer esfuerzos enormes para tratar de distinguir entre la imagen que le han sugerido proyectar y el fondo de sus ideas y conceptos, la manera de aproximarse a los problemas y sus opciones para resolverlos.

Es una utopía pensar que quienes aspiren a administrar a Colombia estén lejos de reducciones como popularidad o favorabilidad, y más bien dispuestos a salir de sus zonas de confort y proponer discusiones sobre los temas de verdadero interés nacional y regional para tener la esperanza de un mejor país en los próximos cuatro años.

Pasa de agache Laureano Acuña después de la difusión de los audios donde se ve comprometido con corrupción electoral manteniéndose como presidente de la Comisión de Ética del Senado de la República. El solo hecho de que sobre él recaiga la más mínima duda en su proceder por la compra de votos, debería ser motivo suficiente para abandonar no solo esa designación sino su curul como senador de la República y responder ante la justicia.

Pasan de agache los congresistas que no tuvieron el valor para legislar y regular sobre el aborto y cuando lo asumió la Corte Constitucional como un asunto de salud pública y no de política criminal, salen a rasgarse las vestiduras y a deslegitimar y criticar las decisiones adoptadas.

Pasa de agache la Procuraduría cuando le solicitó a la Corte Constitucional declararse inhibida para pronunciarse de fondo sobre la demanda del aborto, aunque era claro que el Congreso no estaba en disposición de asumir ese trabajo.

Pasan de agache los partidos políticos al dar aval a ciudadanos cuestionados violando su promesa básica de luchar contra la corrupción.

Pasa de agache Marta Lucía Ramírez en su función como canciller al no explicarle al país su imposibilidad para acompañar al jefe de Estado en visitas oficiales por cuanto por mandato legal no pueden viajar en el mismo avión presidente y vicepresidente. O lo que sería aún peor, si decide acompañarle, su viaje representaría un doble costo para el erario pues ella estaría obligada a viajar en línea comercial o en otro avión de la precaria flota estatal. Esta debería ser una inhabilidad para el ejercicio de ese cargo, pues un canciller debe acompañar al presidente en sus viajes oficiales al exterior.

Pasan de agache los organismos de control nacional y regional que responden a los gobiernos de turno y en más de una oportunidad no  investigan lo que deben investigar.

Pasa de agache el Consejo Nacional Electoral al no girarles los recursos en oportunidad a los candidatos a ocupar las curules por la paz. Ese recurso les llegará cuando entrará a regir la ley que no permite concentraciones políticas una semana antes del día electoral.

El gobierno del Centro Democrático que hoy administra a Colombia lleva casi cuatro años pasando de agache en la implementación integral de los acuerdos de paz, permitiendo el recrudecimiento de la violencia, sobre todo en el campo. Las cifras de los asesinatos de desmovilizados, campesinos, afrocolombianos, indígenas y líderes sociales, son alarmantes.

Estos grupos de ciudadanos parecen no tener derechos. Reciben un trato de segunda y lo que sobra, es destinado a darle solución a lo que a ellos les falta.

Los índices de pobreza son crueles; además las ciudades están pobladas por muchos que si acaso comen una vez al día. No acceden a la educación, a la salud, a una vivienda digna o a la cultura. Viven del rebusque. Piden de todas las maneras ser oídos y claman por una oportunidad.

Cuando reaccionan, cuando llega el levantamiento social, el paro y la resistencia, entonces el miedo nos invade y nos sorprendemos como sociedad. “Ellos” son los malos. Los que decidieron intranquilizarnos. No tenemos respuestas. Esa es una realidad que se desconoce, de la que no se habla, porque no nos toca; esos colombianos se convierten en una cifra más para las estadísticas porque perdimos la humanidad. Y es mejor, entonces, pasar de agache y hacerse los sordos y los mudos.

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