Velia Vidal
8 Julio 2022

Velia Vidal

De hadas y mandarinas

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Que soy el hada de las mandarinas, dijo Irene. Esto es porque le conté que en los primeros tiempos de nuestros clubes de lectura, cuando me iba en colectivo a los barrios El Futuro Dos o El Paraíso en Quibdó, a leerles cuentos a los niños y niñas, compartíamos agua y mandarinas. Decidimos no dar productos ultraprocesados ni con azúcares añadidas en nuestros encuentros, queríamos que siempre fueran distintas frutas, pero nuestro presupuesto solo alcanzaba para mandarinas. Muy pronto los niños pasaron de referirse a lo que compartíamos como refrigerio o fruta, a nombrarlo como lo que siempre era: “la mandarina”. En una ocasión que se me quedaron las frutas y solo llegué con los libros, respondieron a mis excusas que ellos no venían por la mandarina sino por el cuento. 

Eran épocas difíciles, mi esposo y yo habíamos decidido dedicarnos solamente a la recién creada Corporación Educativa y Cultural Motete, montamos un café cultural repleto de libros disponibles libremente y yo me encargaba de la promoción de lectura en ese espacio y en varios barrios. Sin patrocinadores ni grandes proyectos, cada cosa era un esfuerzo sobrenatural. Los ingresos del café eran insuficientes y con los días mis preocupaciones crecían al igual que nuestro endeudamiento, pero a pesar de eso jamás dejamos de hacer los clubes de lectura.

Estábamos a punto de reventar cuando llegó la Fundación Sura, entonces en los clubes infantiles de lectura pasamos de comer solo mandarinas a elegir entre manzanas, peras o granadillas. Empezamos a tener salarios, a sumar promotores de lectura remunerados por un trabajo que ya era amoroso y a comprar los libros que preferimos para nuestros programas. Con Sura llegó la dignificación de una labor a la que queríamos entregar todo nuestro tiempo y esfuerzo, sin detrimento de la calidad de vida de quienes hacemos parte de esta organización. 

Aunque siempre hemos estado convencidos del valor de nuestro trabajo, una vez nos presentamos a la convocatoria permanente de la Fundación, tuvimos dudas de la posibilidad de ser elegidos como aliados culturales porque todos nuestros procesos se desarrollan en el Chocó y este departamento, en términos comerciales, no representa nada para esta compañía. Por eso, cuando me llamó Julia a darnos la noticia que cambió la historia de Motete, entendimos entre las lágrimas de alegría que no se trataba de una transacción, sino de un compromiso real con una apuesta cultural y educativa en uno de los lugares del país donde más se necesita. 

Ese día empezó una relación horizontal que no opera bajo la lógica de beneficiarios que tienen que mostrar su agradecimiento y sumisión a un benefactor que exige un lugar dentro de la organización a la que aporta. Esta es una relación muy respetuosa de nuestros procesos internos y programas, con un interés evidente por nuestro bienestar como líderes dentro de una comunidad y por nuestro fortalecimiento institucional. 

Somos una organización pequeña, con muy poca visibilidad, pero con un impacto directo en casi dos mil familias del Chocó del que la Fundación Sura es tan responsable como nosotros, puesto que, aunque ahora contamos con nuevos aliados, varios de ellos llegaron gracias a la confianza que les generó una corporación que ya tenía el respaldo de Sura. 

Hace unos meses empezaron a publicarse ataques contra Sura, después vinieron las Ofertas Públicas de Adquisición. Hemos sido lectores de noticias y comentarios que hablan de inversionistas, accionistas, OPAS, asambleas, superintendencias y una larga lista de términos y relaciones desconocidas para nosotros, que solo sabemos del trabajo en nuestro territorio.

Hemos percibido hostilidad hacia Sura en algunas situaciones que han incluido tergiversaciones y ataques personales; ante todo esto, que evidentemente no nos es ajeno a pesar de nuestro desconocimiento técnico, nos ratificamos en la idea de que el valor de una compañía se mide en sus principios y su compromiso con la sociedad, y esto es algo que percibimos de cerca todos los días con Sura y su Fundación, cada vez que en Motete se lee un cuento, se le reconoce dignamente a un promotor de lectura su trabajo o se intercambia una manzana junto a una palabra de amor.
 

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