Velia Vidal
22 Octubre 2022

Velia Vidal

De víctimas a culpables

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Las vitrinas y estantes de los supermercados se fueron quedando vacíos, a los hospitales se les agotaron los insumos para atender pacientes, se acabó la gasolina y con ello la posibilidad de transportar enfermos en las ambulancias. Parece el inicio de un cuento de horror, pero este fue el panorama de Quibdó, Istmina y Tadó durante los primeros diez días de octubre.

Las dos carreteras que comunican al Chocó con el centro del país, por el Eje Cafetero y por Antioquia, estaban bloqueadas por legítimas protestas de algunas comunidades indígenas. Varios comerciantes decidieron, como respuesta a los bloqueos, cerrar sus negocios con lo que tenían disponible y convocar una protesta contra quienes protestaban en las carreteras.

Aunque algunas personas escribieron en las redes sociales, este asunto no fue noticia nacional y las autoridades se tardaron bastante en mediar para encontrar una salida. Como en una secuencia de hechos absurdos, el día que se levantaron los bloqueos de los pueblos originarios, entraron en paro los camioneros, y en cuanto estos decidieron volver a las actividades hubo un derrumbe en la vía Quibdó-Medellín, que retrasó unas horas más la normalización de la circulación. El viernes catorce de octubre en la mañana se restableció efectivamente el servicio en las carreteras, pero era el inicio de un puente festivo, de modo que solo hasta el martes dieciocho empezaron a llegar muchos de los productos que escasearon. Al día siguiente fue noticia nacional la protesta de algunos miembros de una comunidad embera del Alto Andágueda que sigue asilada en Bogotá, que terminó en disturbios y graves agresiones. Y el jueves veinte se registró la toma de la alcaldía de El Dovio, Valle del Cauca, por parte de una comunidad embera chamí que habita en los límites de este departamento con el Chocó.

Basta ver las noticias, las declaraciones del gobierno nacional, los tuis o escuchar los comentarios en las calles de Quibdó para evidenciar todas las formas de racismo contra los pueblos originarios que han salido a flote.

Como se hace indispensable en estos casos, debo precisar que rechazo completamente las agresiones a la fuerza pública, a servidores distritales y a otros ciudadanos en los hechos violentos registrados en Bogotá; que comprendo, como habitante de Quibdó, el impacto de los sucesivos cierres en la vía. Pero así mismo considero indispensable la reflexión profunda y la mirada más amplia sobre estas situaciones en las que de manera irresponsable y ligera, algunas fracciones del gobierno, medios de comunicación, ciudadanos y comerciantes, en el caso de Quibdó, han convertido a las víctimas en culpables, desconociendo los asuntos de fondo y recurrentes que llevan a las comunidades a manifestarse.

Hablemos del racismo estructural: ni las comunidades que se manifestaron en los últimos días, ni ninguna otra comunidad indígena en Colombia tienen plena garantía de derechos. Estos les han sido negados sistemáticamente a lo largo de la historia, además, a pesar de haber asumido diversos compromisos, es evidente que los gobiernos han mirado con desprecio a nuestros pueblos originarios, que el seguimiento y cumplimiento de los acuerdos adquiridos no han sido una prioridad. Es bastante absurdo que el presidente exprese con tanta naturalidad que solo a partir de la conversación posterior a los hechos violentos y las protestas se enteró de las pésimas condiciones en las que viven estas personas y que estamos victimizando una y otra vez a las víctimas.

Por su parte, los medios de comunicación, con contadas excepciones, han demostrado sus sesgos racistas tanto en el uso de un lenguaje que generaliza y estigmatiza, como en el desequilibro informativo; del mismo modo que los opinadores de redes sociales, pasillos y callejones, con el uso de expresiones que exotizan, animalizan e incluso amenazan de muerte a las comunidades.

Sí, hay que responsabilizar individualmente a quienes cometieron los actos violentos y agresiones físicas, pero la discusión a la que nos abocan los hechos no es, de ninguna manera, la culpabilidad de los pueblos indígenas, tendríamos que estarnos preguntando sobre las razones que nos mantienen en una espiral de muerte y exclusión sobre las comunidades racializadas y minoritarias, cuya únicas herramientas para reclamar terminan siendo las vías de hecho.

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