
¿Qué va a pasar con el dólar? Es la pregunta que le disparan a quemarropa en cualquier reunión a una persona cuando saben que es economista, porque a esa profesión le atribuyen cierta capacidad de pronosticar el futuro. Pero hay que reconocer que en temas como el comportamiento a corto plazo de la tasa de cambio los modelos económicos tienen tanta capacidad de predicción como las cartas del tarot.
La verdad es que lo que saben los economistas es pronosticar el pasado, y aún en ese oficio no solo se equivocan, sino que existen muchas diferentes opiniones. A riesgo de equivocación trataré de dar una respuesta no a la pregunta de moda, sino a otra distinta: ¿Qué ha pasado con el dólar?, mostrando la incidencia del gran desequilibrio externo de la economía colombiana sobre la tasa de cambio.
La volatilidad de la tasa de cambio
Cuando se pone en un gráfico la evolución del precio del dólar en lo corrido de este año, se encuentra algo muy parecido a una montaña rusa con subidas y bajadas de vértigo que crean pánico o entusiasmo, pero que en todo caso dificultan la planeación y la toma de decisiones en las empresas que tienen riesgo cambiario.
En los primeros cuatro meses del año el dólar perdió 9,2 % de su valor (es decir una revaluación del peso) al pasar de $4.082 a $3.706, pero en mes y medio -hasta el 15 de mayo- el peso se devaluó y el dólar recuperó esa pérdida y llegó a un valor superior al del inicio del año ($4.110).
Vino una nueva bajada, más rápida aún, pues en solo 15 días la revaluación del peso fue de 8,1 % y la tasa de cambio bajó a $3.776. A partir de ese momento empezó un ascenso más empinado que los del Tour de Francia y en cuarenta días subió $850 hasta tocar un máximo histórico de $4.776, solo para descolgarse más de $300 en la semana siguiente, y volver a subir $100 el 21 de julio.
Un aspecto llamativo del comportamiento del precio del dólar es que se ha perdido la estrecha correlación (inversa) que tenía con el precio del petróleo. Hasta el inicio de la pandemia cuando bajaba el petróleo subía el dólar, y viceversa. En los dos últimos años el precio del barril de crudo ha pasado de menos de U$30 a más de U$100, y el dólar en lugar de bajar subió de unos $3.800 a $4.400.
El fortalecimiento del dólar
En medio de esta volatilidad hay una tendencia clara a la devaluación del peso, pues en este año el precio del dólar ha subido 8 %. Los asustados con el nuevo gobierno dicen que esto es el “efecto Petro”, y es cierto que ha habido algo de salida de capitales por esta razón, pero no es la principal ni mucho menos de la devaluación del peso, porque es una tendencia que está afectando a muchos países.
En efecto el DXY, que es el índice que mide el valor del dólar frente a la canasta de monedas de sus socios comerciales, se ha revaluado este año casi 12 %, como consecuencia de la devaluación de las monedas otros países. Por ejemplo, el euro ha perdido un 12 % de su valor se cotiza a la par con el dólar ; similar devaluación (13 %) ha experimentado la libra esterlina, y es todavía mayor la pérdida de valor del yen japonés que alcanza el 20,3 %. Es muy poco probable que en Europa, Inglaterra o Japón estén preocupados por la elección de Petro.
Los analistas coinciden en atribuir la subida del dólar a que en todo el mundo la gente está buscando comprar más dólares por dos razones: primera, la subida de intereses del Banco de la Reserva Federal (FED) en los Estados Unidos para combatir la inflación y, segunda, los temores de una recesión mundial inducida por esta política monetaria restrictiva y por las consecuencias económicas de la invasión rusa a Ucrania y las secuelas de la pandemia de covid-19. De nuevo no parece que Petro tenga mucha influencia sobre Putin o sobre Jerome Powell, el presidente de la FED.
El desequilibrio externo
En América Latina el peso se ha devaluado más que la mayoría de las demás monedas, con excepción de Chile y Argentina, pero de nuevo esto tiene una explicación más económica que política, y es la gran vulnerabilidad externa del país por el enorme déficit en nuestro comercio exterior.
En la medida en que importemos más que lo que exportamos, la demanda de dólares va a ser mayor que la oferta y el precio va a subir. En otras circunstancias este déficit se ha financiado fácilmente con ingresos de capitales externos (préstamos, inversión directa y capitales golondrina), pero ante la incertidumbre mundial, los capitales internacionales buscan refugio en EE.UU. que es la economía más fuerte, más aún cuando allá empiezan a encontrar mejores retornos para sus inversiones.
La cuenta corriente de la balanza de pagos registra todas las compras y ventas de bienes y servicios que hacemos con el exterior. No siempre puede estar en equilibrio, ni mucho menos ser positiva, y los flujos de capitales equilibran la oferta y demanda de dólares. Sin embargo en el caso colombiano llevamos 20 años de déficit continuos y además crecientes, como se observa en el siguiente cuadro.

El año pasado ese déficit llegó a casi U$18.000 millones, equivalente a 5,8 % del PIB y superior en U$8.633 millones al registrado en 2021. No es el más alto que hemos tenido, pues en 2014 había sido de U$19.800 millones, pero ese fue el año de la descolgada de los precios del petróleo que bajó hasta USD 30 por barril, mientras que el año pasado estuvo por encima de USD 70 por barril.
Este año la situación pinta peor, pues hasta el mes de abril el Dane registraba un déficit de la balanza comercial de U$6.490 millones, superior en U$1.100 millones al de los mismos meses de 2021. Más preocupante aún, este aumento del déficit se da a pesar del fuerte incremento en los precios del petróleo que se ha cotizado en promedio cerca de los U$100 por barril.
La tasa de cambio flexible es un mecanismo que debe equilibrar la oferta y la demanda de dólares, y los grandes desequilibrios externos del país son una de las causas principales de su tendencia de largo plazo, a pesar de la volatilidad diaria.
