Rodrigo Lara
26 Octubre 2022

Rodrigo Lara

Duque no se ha ido, está en el Banco de la República

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

El hecho de que la ministra de Minas haya controlado esta semana sus declaraciones sobre el sector petrolero —tan autodestructivas para su propio gobierno— ha traído mayor tranquilidad al panorama económico inmediato del país. Por otro lado, el acuerdo político sellado entre Gobierno y Congreso despeja la aprobación de la reforma tributaria, lo cual significa que el Estado no será mal pagador y sirve de bálsamo a la ansiedad de los mercados y la presión sobre el peso.

Ahora todos los ojos estarán puestos en las decisiones de alzas de las tasas de interés que empiece a tomar a partir de mañana el Banco de la República. Nadie pone en duda el hecho de que el emisor no puede sustraerse del alza global de las tasas dictada por la Fed. Pero la controversia sí debe girar en torno al nivel de las alzas, dado que una subida muy agresiva de la tasa rectora puede tener un efecto peligrosamente recesivo. Al secar demasiado la liquidez de la economía, sectores intensivos de capital como la industria, la vivienda, la obra pública y el agro pueden sufrir serios reveses, provocando una recesión y su estela de hogares quebrados, empobrecimiento y mayor informalidad.

Poner los ojos sobre la Junta es hacerlo sobre Alberto Carrasquilla, decano del bloque mayoritario que nos dejó el gobierno Duque. Carrasquilla es un hombre inteligente y con una habilidad que a lo largo de su carrera le ha permitido convertirse en un connotado político de ideas conservadoras. Su monetarismo me recuerda a Domingo Cavallo, el exministro de Hacienda argentino que en nombre de la lucha contra la inflación terminó provocando en 2001 una de las crisis económicas más dolorosas que ha padecido ese país y a la postre la caída del presidente De la Rúa. Carrasquilla en su ideología cree firmemente en posturas que para sus adeptos constituyen verdaderas leyes metafísicas: “Bajar impuestos a los más ricos es bueno para los pobres”; “subir el salario mínimo destruye el empleo”; “para bajar la inflación hay que subir agresivamente las tasas de interés, al precio que sea”. Leyes imaginarias, por no decir imposturas, presentadas como certezas científicas bajo la falacia de que “no existe alternativa distinta” ni grados o matices.

Algunos inquisidores de esta religión moderna saldrán a decir que cualesquiera sean las decisiones que tome el banco, siempre serán prístinas y apolíticas porque obedecen a certezas científicas, dictadas por ingenieros sociales exégetas de leyes inasequibles para los profanos y a las que todos hemos de obedecer por su carácter dogmático e indiscutible. Una lógica muy parecida a la del stalinismo económico.

El problema es que detrás de las decisiones del banco, de sus modelos econométricos y sus proyecciones existen personas de carne y hueso, regidas por sus concepciones sobre el ser humano y su interacción social, que no están exentas de darle un uso inadecuado a los instrumentos matemáticos y estadísticos, incluso a veces de manera forzada, con el fin de demostrar su propio punto de partida ideológico.

Basta con mirar la carrera política de Alberto Carrasquilla para entender que estamos ante un político y no ante un científico, que a lo largo de su vida pública ha tomado decisiones muy políticas y desacertadas:

  • Carrasquilla, dos veces ministro de Hacienda, fue banquero en la sombra de centenares de municipios pobres a los que quebró con sus leoninos bonos de agua. Para convocar a los alcaldes en tan nefasto negocio era necesario desplegar habilidades políticas dignas del más avezado congresista.
  • Carrasquilla en 2018 concibió la primera reforma tributaria del gobierno Duque, basada en su ley imaginaria de que regalarles exenciones tributarias a los más ricos crea más empleo, premisas similares a las de la fallida y breve PM británica Liz Truss. Preguntado en 2019 sobre el crecimiento del desempleo y por el fracaso de sus proyecciones, con cinismo político se limitó a decir que “no entendía las razones” del aumento del desempleo.
  • Carrasquilla, siendo ministro de Hacienda de Iván Duque, tomó la decisión política de gastar poco durante lo más álgido de la crisis del covid. Tanto así que se demoró hasta junio de 2020 para aprobar los desembolsos del Paef, luego de negárselos por decreto a las microempresas que son el sustento de la clase media, lo que dejó a millones en el desempleo.
  • No contento con provocar la quiebra de millones de microempresas al negarles el Paef, el mismo Carrasquilla concibió la reforma tributaria de 2021, cuya fuente principal de recaudo era el IVA a los alimentos de la gente que se quebró en 2020. La consecuencia fue el estallido social, más el bloqueo de todo el suroccidente del país durante 45 días.
  • Desde el Ministerio de Hacienda, con arte de orfebre de la política, Carrasquilla se dedicó a construir lo que sería su propia mayoría en la Junta del Banco de la República, que conformó con personas jóvenes que en otras circunstancias políticas se habrían tomado más tiempo para llegar a esa dignidad y que necesariamente llegan con sentimiento de lealtad hacia quien les permitió saltarse a tantos para llegar.
  • En 2020 Carrasquilla propuso fusionar el DNP con el Ministerio de Hacienda a fin de concentrar en sus manos el poder de ordenar el gasto junto con el de viabilizar los proyectos de inversión de regalías, lo que le habría otorgado un poder político omnímodo sobre gobernadores y congresistas. Cuando la indignación del país hizo fracasar su iniciativa, se las rebuscó para lograr de facto su propósito político nombrando a un muchacho muy joven en el DNP que, bajo la misma lógica antes citada, le debía lealtad por su prematuro ascenso al cargo. Las consecuencias de esta decisión politiquera se resumen en el escándalo de los Ocad Paz, uno de los hechos de corrupción más espantosos de los últimos tiempos.

La inflación del país no es producto de un excesivo gasto público, como tampoco es consecuencia de que exista demasiado dinero en circulación para muy pocos bienes y mercancías como ocurría en los años sesenta. Es una inflación producto del costo de los alimentos importados y de los combustibles. La sociedad colombiana debe estar muy alerta ante las decisiones que tome la mayoría liderada por Carrasquilla en el emisor y estas deben ser objeto de controversia pública. Un alza agresiva no debería extrañarnos conociendo las inclinaciones ideológicas de Carrasquilla y sus desaciertos políticos del pasado. Esto nos puede llevar a la postración de sectores como el de la vivienda y a la quiebra de hogares colombianos mientras produce ganancias exorbitantes para los bancos. En una democracia sana un banco central debe ser independiente, pero también responsable ante el país por las consecuencias de sus decisiones.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas