En el año 2001, el Departamento de Digital, Cultura, Medios y Deportes (DCMS), institución encargada de impulsar el crecimiento y promover a Gran Bretaña en el extranjero, es decir, como nuestro Ministerio de Cultura y nuestro Proexport, define las industrias creativas como aquellas que están basadas en la creatividad, el producto final son el talento y habilidades individuales que podrían generar ingresos y empleo a través del desarrollo de la propiedad intelectual.
En el año 2003 la OMPI , Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, se refiere a las industrias protegidas por el derecho de autor, a aquellas que se dedican a la creación, producción y fabricación, interpretación o ejecución, el producto son contenidos para la radiodifusión, comunicación y exhibición, o distribución y venta de obras y otro material protegido. (Traducción propia de OMPI, 2003, p. 29).
En 2007, la Unesco define las Industrias Culturales:“Aquellas que producen productos creativos y artísticos tangibles o intangibles, y que tienen el potencial para crear riqueza y generar ingreso a través de la explotación de los activos culturales, el producto son los bienes y servicios basados en el conocimiento (tanto tradicional como contemporáneo). Lo que las industrias culturales tienen en común, es que todas usan su creatividad, conocimiento cultural, y propiedad intelectual, para producir productos y servicios con valor social y cultural. (Unesco, 2007, p 11).
Las tres, lo que buscan es, identificar los ingresos, egresos, tributación de actividades creativas y culturales y su impacto en la economía.
En 2012 aparece el libro La Economía Naranja: Una Oportunidad Infinita, publicado por el BID con una anotación que dice: “Las opiniones expresadas en esta publicación son exclusivamente de los autores y no necesariamente reflejan el punto de vista del Banco Interamericano de Desarrollo, de su director ejecutivo, ni de los países que representa”, libro escrito por Iván Duque, actual presidente de Colombia y por Felipe Buitrago, actual embajador de Colombia en Alemania. Duque y Buitrago cogieron las tres anteriores, le echaron agua, azúcar, edulcorante y apareció la Economy Orange. Acá el producto son todas las anteriores, ¿cómo miden eso?
Es claro que en todo caso, ninguna de estas es más importante que la complejidad, e integridad de la totalidad del sector cultural y que sobre todo no son sinónimo de cultura. La razón que encuentro en Duque y Buitrago para hacer esto, fue la necesidad de mostrar rápidamente resultados, sin tener en cuenta que, medir todas las expresiones creativas o patrimoniales o de creación individual de una misma forma, llevaría a una desconexión total con los y las creadoras, con lo humano. Por ejemplo, las cantaoras de Timbiquí que por más años que lleven cantando alabaos, jamás podrán ser merecedoras de un crédito con Bancoldex. Pero más allá,¿están sus procesos sujetos a lógicas de producción económica? Peor aún ¿cómo medir con exactitud lo que aportan a la economía si se compara el trabajo de ellas, con el de un vocalista de una banda indie de Bogotá?
Colombia tiene un sector cultural como el mismo país, diverso, un puñado de empresas con trayectoria que interactúan con otras informales, cada uno por supuesto,debe buscar mantenerse a flote, algunos sobrevivir, otros ampliar sus servicios. Por eso, tratar de unificar la manera como se miden sus aportes al PIB es un craso error. ¿La gestión cómo se mide? ¿Cómo se unifican los objetivos?
De hecho, con gran orgullo el Ministerio de Cultura saca pecho al mostrar que las empresas naranja fueron las que arrojaron grandes resultados en exportaciones, por supuesto, los principales productos: software y servicios de tecnología. O sea el golpeado Cauca, o la diversa Amazonia. o la frontera por el Catatumbo, pues ni media naranja.
La Economy Orange de Rappi, ha generado una enorme concentración de los beneficios económicos del sector cultural en pocas empresas cuyo impacto se ubica tan solo en las dos principales ciudades del país, dejando excluidas a las demás regiones de esta fuente de financiación. Un enfoque monetarista y excluyente que fracturó el diálogo social en el sector cultural. Puso en el foco de las prioridades la agenda monetarista y utilitarista de la cultura y redujo el ministerio a un lugar que tendrá que ser reparado con amor, cultura, arte, creación, gestión, en diálogo con los territorios, con enfoque de género y con una mirada de cultura para un país que necesita recuperar su tejido social.
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Ayer estaría cumpliendo años, el cronista, el escritor, el periodista, el comisionado, el papá, el tío, el esposo, el abuelo, el jefe de la gran tribu Molano: Alfredo Molano Bravo. Ayer mismo se lanzó su Fundación y, como dijo su sobrina en las palabras de lanzamiento, Alejandra Salazar Molano, “honrarlo significa juntarnos para seguir caminando la palabra sencilla y la voz colectiva” La fundación pondrá al servicio de la ciudadanía archivo material de Alfredo, publicarán escritos y su método de trabajo. El gran propósito, develar injusticias, contar historias, para el bien común, colectivo, ese que es de todos.