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Estaba a instantes de enviar el correo electrónico con la columna que llevaba escribiendo durante todo el día cuando —de repente— esa vieja manía periodística de revisar todo una última vez me llevó derechito al Twitter y allí estaba: cuatro palabras, un emoticón y una tremenda foto que me saltó a la cara y que me quedé viendo un muy buen rato, como esperando que pasara algo. Sí, ya sé que es una foto y que nada va a pasar, que nada se va a mover, pero yo esperaba que sí; y no, al momento de escribir esto, no estaba ebrio. Puede que después sí.

En el retrato se veía a un tipo montando bicicleta con las manos arriba, apretando el casco, soltando el timón, con una cara de pillo tremenda, y arriba una provocadora frase que —debo decirlo con total franqueza— me impactó: Mira mamá, sin manos!! Y al lado, el ícono amarillo con gafas, que significa nerd.

Y digo que me impactó porque a pesar de haber andado tantos y tantos kilómetros en bici, jamás logré hacerlo. Sí, ya sé que es algo realmente fácil y que casi todo el mundo puede, pero pues yo no. Cada quien tiene sus habilidades y la de pedalear en bicicleta sin coger el timón, pues no es la mía. Felicito a los que pueden.

Pero eso no es lo importante. Resulta que el de la foto es el único ciclista colombiano, qué digo, latinoamericano que ha ganado el Tour de France, el gran Egan Bernal.

Entonces revisé la fecha y hora de la publicación, viernes primero de abril, cinco y treinta y ocho de la tarde. No puede ser.

Busqué afanosamente el día de la noticia del accidente en el que el capo se estampilló rodando a 62 kilómetros por hora contra una flota en la carretera central del norte, saliendo de Bogotá. A propósito, qué irónico resulta que le digamos carretera del norte a una gran vía como la de esa zona y autopista norte a una carreterita de quinta categoría como la que tiene esta ciudad. En fin, dejemos eso para después.

Egan se accidentó el pasado lunes 24 de enero, por la mañana, hace apenas 66 días, y digo apenas porque el diagnóstico fue aterrador: luxofractura de las vértebras del segmento torácico T5 y T6 de la columna vertebral con hernia discal traumática; luxación de la segunda vértebra cervical; fractura subtrocantérica conminuta del fémur derecho; fractura abierta de la rótula derecha; fracturas costales; fractura del segundo metacarpiano de la mano derecha; fractura dentoalveolar; y trauma cerrado de tórax con hemoneumotorax.

Para quienes no somos médicos, transcribo la versión informal: se rompió once costillas, un fémur, una rótula (eso es en la rodilla), las vértebras torácicas 5 y 6, el odontoides (en la columna cervical), un metacarpiano y hasta un dedo pulgar, ese dedo al que nunca le pasa nada. Además, se rompió un diente, se perforó los dos pulmones y perdió más de dos litros de sangre (un adulto tiene entre cuatro y medio y seis). Obviamente, casi se muere.

Pero no. No se murió. Apenas 66 días después monta bicicleta por un paraje cercano al del lugar del accidente, mientras le manda ese mensaje a la mamá. Fuera la mía, me había buscado y dado con el casco.

Unos días después, este señor de otro planeta escribió que —en algún momento— alcanzó el 95 por ciento de posibilidades de haber quedado parapléjico “y casi perder la vida haciendo lo que más me gusta hacer”.

El hombrecito de 25 años sobrevivió a cinco operaciones en interminables horas de cirugía y ya sus huesos se soldaron, sus tejidos se fortalecieron, sus heridas se cerraron y está en una carretera montando como si se hubiera raspado una rodilla, jugando a soltar el timón de su bicicleta. Qué hombre, por Dios, qué hombre. Diez más así y esta nación sería otra.

Otra bien diferente a este país que se autodestruye, que se escupe en la cara, que se revuelca en sus propios desperdicios, que insulta a su oponente a más no poder y a los días le está lamiendo las suelas; es el país de los rabiosos que se cebaron en Ingrid insultándola junto con su mamá mientras ella estuvo secuestrada; es el país de Ingrid que huyendo de las maquinarias se refugia en el rabioso partido de gobierno; es el país de Petro estigmatizado toda la vida mientras con su tuitero dedo señala a otros de neonazis; es el país de Fico proclamando a los cuatro vientos que no es el candidato del continuismo con una frase jamás de los jamases escuchada: “y lo que funcione bien lo voy a continuar y a mejorar, y lo que no funcione lo voy a cambiar…”. ¡Vaya! Menos mal lo aclaró. Bobos los que pensamos que los presidentes continúan con lo que está mal y cambian lo que está bien. Un momento, eso nunca ha pasado, ¿o sí?

Entonces aclaremos, que —en estos momentos— Colombia es Egan cinco segundos después de impactarse contra la parte trasera del bus: un país roto por dentro, un país casi infartado, un país en emergencia, un país necesitado de cuidados intensivos, un país fracturado, ya insensible por los golpes, mejor dicho un país vuelto chicuca, por no usar el reconocido y maloliente sustantivo.

Y es en este momento cuando estamos escogiendo si lo llevamos a la clínica especializada, o al hospital del pueblo, o al puesto de salud, o sacamos el botiquín y le hacemos algunas curaciones, o llamamos al culebrero, o si lo dejamos ahí tirado, cuán largo y ancho es, a la vera del camino, solo, jadeante, agonizante, moribundo.

O podemos ser Egalombia, salvado de la implacable parca porque hubo quienes tuvieron cabeza fría y decidieron con la cabeza y no con el estómago y tomaron la mejor decisión en el peor de los momentos: llevémoslo rápido a una clínica, a la unidad de cuidados intensivos, a operarlo, a curarlo, a sanarlo.

Somos todos nosotros los de esa decisión. Y me parece que esa foto dice más que cuatro palabras. Esa foto no solo envía un mensaje a la mamá del campeón. Ahí no solo se ve a un ciclista divirtiéndose mientras hace lo que más le gusta. Esa foto muestra el tesón de un hombre, la voluntad de mejorar, la decisión de derrotar a la adversidad. Esa foto muestra a Egan convertido en un soplo de esperanza. Ojalá el jefe de filas que elijamos agarre ese timón como debe ser y no se desvanezca con el pasar de los días.

O entonces, dejen que Egan conduzca.

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