Camilo A. Enciso V.
25 Mayo 2022

Camilo A. Enciso V.

El baile de las mariposas

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

La vida y la muerte se entrelazan en nuestra patria en una danza que tiene tanto de macabra como de liberadora. Es un baile cruel, que horada cada día la humanidad que hay en nosotros, pero que al tiempo libera destellos rutilantes con el chocar de los tacones contra el piso. Es un estallido angustioso que recoge bien la pulsión de nuestra colombianidad.
 
La obra de Jesús Abad Colorado retrata de forma magnífica, acaso triste, ese baile. El tema constante de sus fotografías es esa tensión. Muestra a un hombre aterrado por la violencia pero aún capaz de cargar amoroso a su hijo en brazos. Retrata a una niña que mira por el ojo de un vidrio perforado por una bala, iluminada sin embargo por el gozo de la vida que trasluce una mueca alegre.

Algunas de sus fotos me han conmovido especialmente por estos días. 
 
En una entrevista  de El Colombiano al Comando Central del ELN en 1995, realizada en la serranía de San Lucas (sur de Bolívar), en compañía de un equipo liderado por Pax Christi, en la que conversaron con Antonio García y Nicolás Rodríguez (conocido como Gabino), Abad fotografió una mariposa posándose sobre el pecho de un guerrillero, que no quería que se viera su rostro. Lo que me impresiona de la imagen es el contraste entre la belleza azulosa del insecto, por un lado, y la indiferencia y determinación con que el guerrillero empuña el arma, por el otro. Listo para cargarla y matar lo que se atraviese.

2
Foto: Jesús Abad Colorado.

Otra similar la tomó en Cristales, San Roque (en Antioquia), en agosto de 2000. En el curso de una misión que tenía por objeto entrevistar al excapitán del Ejército y paramilitar Mauricio García, conocido como Doble Cero, Abad inmortalizó el instante en el que una mariposa se posaba sobre la mano con la que uno de los paramilitares cargaba la canana de su arma. El brillo cobrizo y la aspereza de los proyectiles se yuxtapone con el aguamarina encendido de la mariposa, su antítesis alada. El paramilitar no quería que le tomaran la fotografía a la mariposa que había osado posarse sobre su canana, como diciendo “detente”. Jesús Abad le pidió el favor de quedarse quieto por un momento. 

1
Foto: Jesús Abad Colorado

Mientras tomaba la foto la algarabía se tomaba el lugar. Los guerreros, adoctrinados en el repudio de cualquier forma de sensibilidad, entre carcajadas le huían a la mariposa que revoloteaba por el campamento. “Al que se le pegue la mariposa, es marica”, decían. Según Abad, “por un momento la fragilidad de la vida puso a reír a todo el mundo”. Todos se burlaron del muchacho de la canana y de él, que obstinado quería tomar la fotografía. 

En octubre de ese mismo año la guerrilla secuestró al fotógrafo. Además, el ELN asesinó a un policía que estuvo secuestrado con él. Eso lo desastilló. Conociendo la depresión que lo embargaba, Marta Lucía Villafañe y Alberto González  lo invitaron a su casa ubicada en Envigado. Le enseñaron a Jesús su jardín donde cultivaban distintas mariposas. A Jesús Abad le encantaron las crisálidas de las mariposas monarcas porque parecían piedras preciosas y por el significado que le daban a la vida.
 
Ahí tuvo un momento de iluminación. Abad entendió que no podía seguir haciendo lo mismo. Ser fotógrafo del periódico El Colombiano era, por supuesto, importante, pero sentía que hacía las cosas sin tiempo, sin acompañar a la gente. Empezó a cultivar mariposas monarcas con sus hijos, que le ayudaron a entender que debía morir un poco –como el gusano que trasciende a mariposa– para coger vuelo y ver las cosas desde arriba. Ahí emprendió un nuevo camino como fotoperiodista independiente, más cercano, más comprometido con Colombia, con su pueblo.
 
Eso lo llevó a recorrer el país de punta a punta y a presenciar episodios horrendos. No solo masacres, desplazamiento y violencia de todo tipo, sino también agresiones irreparables contra el medioambiente. En 2003, tomó una fotografía en Orito, Putumayo, de una mariposa ahogada en un río de crudo. Una fotografía que simboliza el ecologicidio que el ELN decidió perpetrar de forma infame en todo Colombia, que ha quedado bañada e incendiada por barriles de petróleo, gracias a sus voladuras de oleoductos.

Foto: Jesús Abad Colorado
Foto: Jesús Abad Colorado

Las mariposas son portadoras de mensajes, le escuché a alguien decir hace unos días. ¿Qué mensajes traería esta mariposa azul, inerte pero aún brillante, sobre el crudo derramado? ¿Cuáles llevaría aquella que hizo estallar en risa a los paramilitares y al guerrero de la canana? ¿Cuáles habrá depositado sobre el pecho del guerrillero indiferente por allá en el noventa y cinco? ¿Qué voces nos traen de nuestros ancestros, de nuestros compatriotas que viven en la Colombia que la mayoría no conocemos? ¿Qué gritos? ¿Qué súplicas?
 
Quizás lo más importante es que en su volatil perfección, con su simple vuelo nos recuerdan la belleza y alegría de la vida. 

Después de una entrevista con un excomandante de las Farc, Jesús Abad intentaba filmar –sin éxito– una mariposa emperadora azul –que pensaba que podría encontrar en el bosque selvático de la Serranía del Abide, en la zona que conecta a Córdoba con Antioquia–. Cuando ya iba a montarse al carro, decidió devolverse con la intuición de que se iba a encontrar con ella. Se paró en un puente a esperar y a observar el agua y la vegetación. Al cabo de unos minutos vio a la mariposa aproximarse y pudo grabarla.
 

Cambio Colombia

 

Quien lo acompañaba también capturó en video el momento mágico desde otro ángulo. Si se esfuerzan, verán a la mariposa revoloteando. Y en algún momento escucharán la voz de Jesús Abad Colorado, gritando en éxtasis, sorprendido por el milagro de la vida: “¡Gracias te doy, Dios mio!”

Cambio Colombia

La mariposa tenía los mismos visos azules que aquella que había encontrado inerte en Orito. Y la misma fragilidad que aquellas que se posaron sobre el pecho del guerrillero, sobre la mano y la canana del paramilitar, la misma de aquella mariposa flotante sobre el oro negro, la misma de las monarcas que cada año vuelan más de 2.000 kilómetros para renacer en bosques de México o en jardines de nuestro país, como los de Martha Lucía y Alberto en el Valle de Aburrá.
 
Pero en medio de su fragilidad, con su vuelo furtivo y sus alas esplendorosas, era un recordatorio de lo extraordinaria que es la vida, así esté en constante tensión con la muerte. También era una muestra de la belleza gloriosa de nuestra tierra, de nuestra naturaleza, que se resiste a sucumbir en medio de las bombas, los rifles y la metralla.

 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas