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Como este muerto no le importa a nadie, hablaré por él. Como nadie sabe dónde queda Chochó, los ubicaré. Como doña Carmenza está desconsolada, me pondré de su lado. Como hay autoridades por ahí acusando a su hijo asesinado de pertenecer a un grupo delincuencial, escribiremos los hechos.

Jesús David adoraba las motos. Una que otra tarde, cuando salía del colegio, se iba a una calle del corregimiento y se sentaba en el andén a mirar y admirar a los practicantes de stunt, una particular habilidad que consiste en hacer piruetas sobre una motocicleta.

El lunes por la tarde, la Policía pasó por el lugar y varios salieron espantados pensando que estar en la calle es un delito. Entonces los agentes dispararon, hiriendo en una pierna al adolescente, aunque ni cuenta se dieron. No faltará quien diga que para qué corrió, que el que nada debe nada teme, que quién lo manda a estar callejeando, que por qué no estaba haciendo tareas. No falta el imbécil.

Repetiré lo que todos ya saben: José Carlos transportó a Jesús David hasta la casa, allí su hermana decidió llevarlo al hospital, los tres se montaron en la moto, unas cuadras más adelante un retén los detuvo, los policías los tiraron al piso, los policías los patearon en el piso, inermes, un vecino que pasaba por el lugar se detuvo a preguntar a los policías por qué los pateaban, los policías lo detuvieron, los policías los arrastraron hasta una camioneta y los montaron a los tres, a Jesús David herido levemente arribita de la rodilla izquierda, a José Carlos y al vecino Carlos Alberto, todos vivos, golpeados pero vivos, heridos más en su orgullo de ser pateados sin poder defenderse, pero vivos, insultados sin poder responder, pero vivos, señalados de bandidos sin siquiera poder negarlo. Pero vivos, al fin y al cabo.

“Estaban bravos, con el revólver en la mano, diciendo cosas feas, como alterados”, me contó Cindy, la hermana de Jesús David. “Yo les gritaba que no les pegaran, pero lo que hicieron fue cogerme de los brazos y alejarme del lugar”.

- Pero, ¿tú viste cuando los montaron o te contaron?

- Sí claro, yo alcancé a ver cuando los montaron en la camioneta. Los tres estaban vivos.

Los tres llegaron muertos a la clínica María Reina, los tres aparecieron con tiros en el pecho y Jesús David con dos balas en la cabeza, a quemarropa, a sangre fría.

¿Ya podemos decir que los tres jovencitos fueron asesinados a tiros mientras estaban en manos de la Policía o debemos esperar a que suspendan a quienes se los llevaron? Porque hasta la tarde del viernes nadie había sido suspendido, apenas unas investigaciones de oficio abiertas. En cambio, sus jefes ya los habían defendido a capa y espada, con comunicados de prensa, con entrevistas en los medios, con declaraciones puntuales contra la honra de estos tres hombrecitos que tuvieron la desgracia de cruzarse en el camino de unos policías salidos de control, ciegos de la ira por el crimen de uno de ellos, otro jovencito víctima del tenebroso `plan pistola´ que los traficantes de la zona impusieron en la región y nadie puede detenerlos. Ni siquiera la propia policía.

El comandante de la Policía de Sucre, el coronel Correa, dijo tranquilamente: “…logran herir a estos delincuentes los cuales son interceptados ya mal heridos y posteriormente también fallecen cuando eran trasladados a centro hospitalario”.

No eran delincuentes, eran tres muchachos decentes del pueblo; no los interceptaron, se los encontraron en un retén y los subieron vivos a una camioneta; no estaban mal heridos, estaban golpeados por los policías, pero nada más. Ojalá desenmascaren a los asesinos. Espero que haya justicia pronto. Muy pronto.

Jesús David cumpliría diecinueve en noviembre. Ese mismo mes se graduaría de bachiller del San Isidro de Chochó. Su mamá le prepararía sancocho, él la llenaría de besos porque era el más amoroso, su hermanito menor lo miraría como a un ídolo, después saldría con sus amigos, diría dos chistes por minuto, jugaría fútbol un rato, volvería a casa al caer la noche y doña Carmenza respiraría tranquila porque su niño estaría a salvo, porque ella sigue pensando que es un niño. En realidad, lo era.

Jesús David también dedicaba tardes enteras a practicar bailes folclóricos con su grupo de danza, ¿qué adolescente dedica las tardes a practicar bailes folclóricos? Uno muy niño, uno muy bueno, uno buen tipo, uno respetuoso, uno de esos niños bonitos que hay en cada casa, en la mía, en las de mis hermanos, en la suya, en la de sus familiares, en la de sus amigos, esos niños todos bien puestecitos, decentes, amables, que dicen sí señora, esos niños buenísimos por dentro.

Por eso me duele este muerto. Porque unos miserables se lo llevaron por delante. No les importó que bailara currulao y porro, no les importó que fuera la adoración de Carmenza, no les importa nada, van con sus armas en la mano, disparando al que sea y nadie los detiene, nadie les dice nada, y pasa en Chochó y pasa en Bogotá, y allá y acá siempre hay quien los defienda, y por eso nos seguimos matando, y por eso nos llevamos por delante lo mejor de nuestro país, y por eso otra madre llora sin consuelo, y a nadie le importará porque el sopor de los goles del domingo meterá en el olvido lo que pasó este horrible lunes.

Diré por él que quería ser mecánico del Sena, que quería trabajar para ayudar a su hermanito menor, el que lo idolatraba, que era mal futbolista, que era buen hijo, que odiaba meterse en problemas, que su delito fue confundir el respeto a la autoridad con el miedo y por eso cuando sintió la moto policial salió a correr como si estuviera cometiendo un crimen, asustado como si fuera un niño. Es que era un niño, el de Carmenza.

 - ¿Y tu mamá?

- Destruida, lo único que quiere es Justicia, que el nombre de mi hermanito quede limpio.

No le pediré al presidente de la república que haga algo al respecto, él no mira redes sociales, además tampoco le gusta poner tuits solidarios con las víctimas en este tipo de situaciones. No lo hizo antes, no lo hará ahora. El jueves, en Cali, dijo: “Ninguna muerte de un policía quedará en la impunidad”. Ojalá así sea. Aunque los colombianos esperaríamos que lo mismo sucediera con los crímenes a sangre fría de Carlos Alberto y José Carlos.

Y por supuesto con el de Jesús David, el Bolita, como todos le decían al amor de Carmenza en Chochó, el tranquilo pueblito a las afueras de Sincelejo que se quedó sin su más querido bailarín.

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