Luis Alberto Arango
27 Mayo 2022

Luis Alberto Arango

El cambio en reversa

La mayoría quiere un cambio del liderazgo actual, pero no para terminar en lo mismo debido a la arrogancia, la soberbia y las malas compañías.

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Colombia va a votar por un cambio, se necesita. De eso no hay duda. A juzgar por la popularidad del presidente Iván Duque la mayoría no quiere más soberbia y arrogancia en la Casa de Nariño. La respuesta de Iván Duque a la primera pregunta que le hicieron en el programa Hard Talk de la BBC, la semana pasada, es un reflejo de esa arrogancia, señalando que sería reelecto en estas elecciones, si pudiera ser nuevamente candidato presidencial. 

“No solo la mayoría no quiere más arrogancia ni soberbia, sino que no quiere que suceda algo que ya se está comenzando a ventilar públicamente… las malas relaciones entre el presidente y la vicepresidenta”.

Para sustentar su conclusión dijo que la votación que obtuvo en primera vuelta como candidato presidencial fue del 39 por ciento y que esa es la cifra de su popularidad actual –la realidad es que es todavía más baja: del  23 por ciento según Invamer–, por lo tanto, que si pudiera hacerse reelegir, mostrando los resultados de su gobierno sería reelecto en segunda vuelta. 

No solo la mayoría no quiere más arrogancia ni soberbia, sino que no quiere que suceda algo que ya se está ventilando públicamente, que en el Palacio de Nariño primen las malas relaciones entre el presidente Duque y la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez. Flaco favor le hace al país que no se hablen constructivamente. Eso tiene que cambiar.

“La mayoría no quiere que se nombren consejeros de paz que más bien parecen consejeros de guerra”.

La mayoría no quiere un gobierno que dice propender por la unión pero que hizo lo posible por bloquear a funcionarios del gobierno Santos, y que trabajaron por la paz, para evitar que consiguieran trabajo alguno mientras durara la presidencia de Duque. Esa forma de gobernar es mezquina y tiene que cambiar.

“La mayoría no quiere más furibismo, uribismo y centro democrático gobernando con espejo retrovisor, sembrando cizaña, promoviendo el radicalismo…”.

La forma de dirigir un país tiene que cambiar. La mayoría no quiere que el presidente esté rodeado de consejeros y asesores por pagar favores y complaciendo a quienes lo adularon en el pasado y no por su preparación y experiencia.

La mayoría no quiere más furibismo, uribismo y centro democrático gobernando con espejo retrovisor, sembrando cizaña, promoviendo el radicalismo y ejerciendo el poder como si la de ellos fuera la única verdad revelada. Esa forma de gobernar debe cambiar.

La mayoría quiere una política honesta y de frente y no con respuestas esquivas cuando se les hacen preguntas difíciles. Un gobierno que responda que se equivocó sin tener que buscar excusas en las acciones de otros, un gobierno que celebre mancomunadamente los triunfos y no buscando los aplausos de la galería.

La mayoría quiere un presidente que tenga experiencia de vida y de cargos, pero en especial de logros reales que mostrar, pues gobernar un país no es fácil y hemos aprendido en estos cuatro años que ser liderados por la inexperiencia de un gobierno que va aprendiendo año tras año, no es el motor ideal para dirigir los destinos de una nación.

Todos los candidatos a la Presidencia de Colombia dicen ofrecer un cambio, pero el que más lo anuncia como frase es Gustavo Petro. 

“El cambio no puede ser un permiso explícito para la improvisación y el mal gobierno”.

Su eslogan de campaña se hizo más famoso por el tristemente célebre video del alcalde de Medellín, Daniel Quintero, que lo mostraba metiendo el cambio de un automóvil y diciendo “El cambio en primera” en medio de una risa socarrona, como mensaje para animar a que sus seguidores voten por Gustavo Petro para que quede elegido en primera vuelta. Su forma de hacer política solapada no es precisamente el cambio al que se quiere llegar.

Siguiendo con Petro, muchos no quieren en su gobierno cambios en reversa como lo hizo cuando modificó el modelo de aseo de Bogotá. Pensó que un cambio como esos, era pasar de primera a quinta y lo que hizo fue poner reversa cuando el automóvil iba a 100 kilómetros por hora. Fue tal la cantidad de equivocaciones, descoordinación y confusión que el modelo fracasó causando traumatismos en la ciudad y varios miles de millones de pesos de pérdidas producto de la improvisación, la falta de planeación y de la inexperiencia para gobernar. 

Tampoco queremos que los cambios de un gobierno de Gustavo Petro estén inspirados en el episodio de la compra de motocicletas eléctricas para la Policía de Bogotá, que terminaron en condenas de funcionarios de su gobierno, dadas las irregularidades durante el proceso de puesta en marcha de ese modelo de operación. O que los cambios estén inspirados en la máquina tapahuecos que también fracasó en la alcaldía de Petro. Eran buenas ideas sí, pero muy mal planeadas y ejecutadas.

Tampoco queremos que el cambio que propone se inspire en el bloqueo que hizo Petro al desarrollo de la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO) en Bogotá, aumentando así las horas de desplazamiento de la carga que cruza la ciudad afectando la productividad, la economía, el desarrollo de la ciudad y del país. 

Muchos no quieren que el cambio que propone Petro esté en cabeza de malas compañías. Es decir, de la política altanera, grosera y chabacana que representa Armando Benedetti o de la vieja política con prácticas cuestionables de Roy Barreras y mucho menos acompañado por trasnochados ideales de la izquierda que representa Piedad Córdoba.

“El mayor temor que tienen quienes no votarán por Petro es que... sus cambios sean producto de ser un gobernante impredecible, arrogante, soberbio, rodeado por personas que lo alaben y que no lo aconsejen” 

Muchos tampoco quieren que el cambio sea que la línea de comunicación gobierno-oposición esté enmarcada bajo el modelo confrontacional y polarizador de Gustavo Bolívar. 

Muchos no quieren que, de manera apresurada, tal y como pasó con el fracasado modelo de aseo, el cambio sea cometer la terrible equivocación de suspender la exploración petrolera que le trae riqueza al país mientras no tengamos un plan claro que reemplace esos ingresos. El cambio no puede ser un permiso explícito para la improvisación y el mal gobierno. 

El mayor temor que tienen quienes no votarán por Petro es que si queda elegido presidente, sus cambios sean producto de ser un gobernante impredecible, arrogante, soberbio, rodeado por personas que lo alaben y que no lo aconsejen o de quienes no oigan su consejo, imponiendo su voluntad sin planeación y sin ejecución profesional, así crea él que está acompañado y respaldado de las mejores intenciones. De ser así, en realidad nada habrá cambiado. Sus cambios siempre serán en reversa.

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