Juan Camilo Restrepo
24 Noviembre 2022

Juan Camilo Restrepo

El falso proteccionismo

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Se está poniendo de moda en los círculos gubernamentales hablar mal de las importaciones. Da la impresión, escuchando a los voceros del gobierno Petro, y a él mismo, que el ideal de Colombia sería que nos volviéramos una autarquía cerrada al mundo exterior. Una especie de Corea del Norte. Ya ni siquiera como China, porque a este gran país solo le queda del proteccionismo su muralla, toda vez que en lo comercial es uno de los países más abiertos del mundo.

Por ejemplo: para explicar el reversazo en cuanto a los días sin IVA el presidente dijo: “Hay que dejar de comprar productos importados”, y el director del Departamento Nacional de Planeación afirmó en el lanzamiento del informe nacional de competitividad (haciendo eco al mantra tantas veces repetido en estos días contra el petróleo y el carbón) que “vimos pasar las importaciones de alimentos básicos de un millón de toneladas a 15 millones. El pésimo manejo que hicimos de la bonanza del petróleo y del carbón nos llevó a destruir el aparato agropecuario del país”.

¿Es esto cierto?, ¿es correcto afirmar que el aparato agropecuario del país está destruido y que por lo tanto de allí provienen las amenazas a la seguridad alimentaria? Nada de esto es cierto. Y es bueno recordarlo para que no terminen los estribillos gubernamentales enturbiando la veracidad de los hechos. 

Es evidente –y está documentado– que en Colombia hay síntomas de inseguridad alimentaria que se exacerbaron sobre todo a partir de la pandemia. Uno de cuatro hogares colombianos encuestados por el Dane dice no poder comprar una de las tres comidas del día. Eso es inseguridad alimentaria ciertamente. Pero es una inseguridad generada por carencia de ingresos, por pobreza, por indigencia, pero no porque se haya destruido la agricultura colombiana, o porque no haya oferta de alimentos.

El doctor Hernán Avendaño Cruz (conocedor de estos asuntos) escribió recientemente lo siguiente en el periódico Portafolio del 24 de noviembre “es obvia la necesidad de profundos cambios para sacar el agro del atraso. Pero, según el Dane, este año el sector agropecuario ha generado el 5.9 % del PIB; más que la construcción (4.8 %), el sector financiero (4.8 %), la minería (3.9 %) y las comunicaciones (3.2 %), y ninguno de ellos está destruido. Además, ese aporte supera al de México (3.4 %), Brasil (5,2 %) y Chile (3.3 %), que son destacados exportadores de productos agropecuarios”.

Hay que seguir haciendo esfuerzos para ampliar la oferta doméstica de alimentos. Sobre todo de maíz que es el principal rubro de nuestras importaciones agrícolas. Colombia tiene una vieja vocación maicera que debe rescatarse. Nosotros hace algunos años desde el Ministerio de Agricultura echamos a andar un programa que se denominó “País maíz” que dio muy buenos resultados en ampliación del área dedicada a este producto básico tanto para la alimentación humana como animal. Pero hay que tener cuidado en no montar estos incrementos de la producción nacional sobre bases artificiales como podrían ser los subsidios inmoderados que a la postre terminan golpeando es al consumidor. O a la producción de carne, leche, huevo o pollo.

La reciente evolución de la tasa de cambio es de suyo un buen escudo de protección para la producción nacional. Debe tenerse cuidado, por tanto, de no creer que con destempladas afirmaciones contra las importaciones en general, o contra el petróleo y el carbón, o lanzando frases alarmistas como la de que el “aparato agrícola de Colombia está destruido” cómo se van a corregir los síntomas innegables de inseguridad alimentaria que provienen de insuficiencia en la demanda en algunos sectores desvalidos (a los que hay que ayudar por supuesto), pero no de un desfallecimiento en la oferta agropecuaria. Ni tampoco resulta correcto afirmar que hay que cerrar el país con un falso proteccionismo para corregir los síntomas de inseguridad alimentaria. 

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