Es comprensible que un nuevo gobierno, en particular uno que nunca ha ejercido el poder, llegue lleno de creatividad, energía, nuevas ideas y con la euforia de revolcar todo lo que existe. Para eso es que la gente escoge el cambio. Sin embargo, en el caso del próximo gobierno se les ha ido la mano. La profusa verborrea que siguió a la victoria no solo le va a complicar la vida al presidente electo Gustavo Petro si no que ya está creando expectativas altamente perniciosas.
Poseídos por el síndrome de la incontinencia verbal, varios de los funcionarios designados y elegidos, en muchos casos poco familiarizados con las complejidades propias de la administración pública, andan dedicados a soltar propuestas a diestra y siniestra. Buscar titulares antes de empezar a gobernar no es una buena idea. Los titulares de hoy son los compromisos de mañana. Además, ese no es el mejor camino para la formulación de políticas públicas eficaces.
Abundan las ideas y escasean los lineamientos. Por ejemplo, en el tema del TLC con Estados Unidos se anuncian públicamente los propósitos de emprender una renegociación sin haber siquiera pensado en una estrategia integral para las relaciones bilaterales que logre la mayor eficacia en la defensa de los intereses nacionales. ¿Estamos seguros de que la prioridad en las relaciones con los gringos es iniciar una negociación que -con muy alta probabilidad- está destinada a fracasar?
Quienes conocen las realidades de la industria ganadera saben que es un entorno altamente propenso a la evasión y que es indispensable diseñar un nuevo marco tributario para esa industria. Sin embargo, para mandar el mensaje de que se quiere alcanzar dicho objetivo no es necesario plantear un impuesto por animal que equivaldría aproximadamente al 15 % de la ganancia promedio mensual de peso de un vacuno en Colombia. Así, anunciando medidas puntuales e inconexas, se corre el riesgo de arruinar el objetivo de montar una política urgente y necesaria para poner a la industria ganadera a tributar de verdad. Me imagino cómo se estarán preparando desde ya los ganaderos para recibir en las espuelas cualquier esfuerzo para que paguen lo justo. Y para no hablar del impuesto con destinación específica a las bebidas endulzadas que castiga severamente a una de las principales y más baratas fuentes de calorías para los sectores de menores ingresos de la población.
No es particularmente prudente amenazar anticipadamente con severas sanciones penales para los evasores o insinuar un posible control de capitales y de cambios en medio de un entorno nacional e internacional de altísima incertidumbre que está promoviendo la emigración fiscal y la fuga de capitales. En materia de decisiones económicas el silencio hace toda la diferencia porque precisamente el oficio de los banqueros, los inversionistas y de los mercados es anticiparse a las decisiones desfavorables.
Las declaraciones de Francia Márquez, sumadas a algunas de Gustavo de Petro, en combinación con la falta de disciplina política del equipo de empalme y de los funcionarios designados -con notables excepciones- muestran una gran incoherencia en el proyecto político del petrismo, que por sus orígenes ideológicos debería mostrar una visión integrada de país en la que las piezas calcen nítidamente. Sería desafortunado que las esperanzas de cambio se frustren no precisamente por la obtusa oposición de los intereses creados, si no por la falta de profesionalismo y la ausencia de un entorno de seriedad en la formulación de las políticas públicas necesarias para lograr un cambio real y sostenible.
Aunque el inmediato damnificado de esa profusa e inconexa creatividad sin freno es Petro y su gobierno, lo más grave es que también puede afectar a la democracia. Cuando fracasen muchas de esas ideas sueltas al viento, despojadas de coherencia, inviables por razones políticas e institucionales, surgirá la tentación de culpar al establecimiento, a las instituciones, a los conspiradores que impiden el cambio. Y a renglón seguido no faltarán quienes en el entorno cercano al gobernante lancen la igualmente irresponsable idea de que hay que tratar de imponerlas a la brava porque así lo manda el pueblo.