Juan Camilo Restrepo
27 Octubre 2022

Juan Camilo Restrepo

El mantra de los hidrocarburos

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Es curioso: contra toda evidencia el gobierno Petro (él mismo y su ministra de Minas y Energía porque Ocampo no ha sido perentorio en este sentido), se empeñan en afirmar que debe prohibirse la nueva exploración de hidrocarburos en el país.

El profesor Moisés Wasserman escribió recientemente un brillante artículo en El Tiempo mostrando lo absurdo de darle la espalda a conceptos técnicos y unánimes de los especialistas que recomiendan no paralizar la exploración de hidrocarburos. Se sigue machacando el mantra petrista, inventado durante la campaña, que afirma que la mejor manera de avanzar hacia la transición energética es cerrar desde ahora los grifos de la nueva exploración.

Este mantra petrista envuelve un equívoco monumental: todo el mundo desea avanzar en la transición hacia energías limpias y renovables ante las amenazas de cambio climático. Pero prácticamente nadie recomienda hacerlo a la manera petrista, es decir: sofocando la oferta futura de crudo y gas natural en vez de desalentar desde ahora la demanda de hidrocarburos fósiles. Que es como lo está haciendo todo el mundo. Y que consiste sencillamente en orientar los precios hacia niveles más realistas que desalienten su consumo desaforado.

¿Lo estamos logrando en Colombia con una de las gasolinas más baratas de la región y con un tímido ajuste de 200 pesos mensuales durante tres meses, y sin tocar el diésel? Ciertamente no. Estos ajustes no le hacen ni cosquillas al monumental déficit del fondo de estabilización de los combustibles que ascenderá al finalizar este año a más de 30 billones. Lo que es equivalente a una vez y media los recaudos esperados con la nueva reforma tributaria.

Con el sofocamiento de la oferta que es a lo que conduce el extraño mantra petrista, es decir, restringiendo la disponibilidad futura de combustibles fósiles en vez de desalentar desde ahora su demanda, no vamos a lograr avances significativos en el loable empeño de orientar la transición hacia combustibles limpios. Lo que sí vamos a lograr es sembrar las semillas de un gigantesco déficit fiscal cuando decaiga la producción; a comprometer la viabilidad empresarial de Ecopetrol; a poner en riesgo la sostenibilidad energética de Colombia adquirida luego de tantos esfuerzos; y a caer en la peor de todas las condiciones: depender de aleatorias importaciones para atender el mercado doméstico.

Durante la última semana, el gobierno desplegó una intensa campaña de trinos repitiendo que se respetarán todos los contratos de exploración de gas y de petróleo que están firmados. Este no es el punto, sin embargo. Es apenas una obviedad. Los contratos firmados hay que respetarlos si no queremos vernos expuestos a costosas demandas. La cuestión relevante es si se firmarán o no NUEVOS contratos de exploración de hidrocarburos. La respuesta a esta pregunta la evadieron sigilosamente los profusos trinos gubernamentales de la semana anterior.

Uno de los estudios de expertos más convincentes que se han producido en los últimos días, a los que se refería el profesor Wasserman, es el titulado “Transición energética en Colombia: política, costo de la carbono-neutralidad acelerada y papel del gas natural” de los profesores Juan Benavides, Sergio Cabrales y Martha Delgado (Fedesarrollo, 2022).

La tesis de este documento es abrumadoramente convincente contra el simplismo del mantra energético petrista:  argumenta que es un disparate y un desperdicio económico gigantesco apresurar alocadamente la transición energética, dejando inutilizadas plantas y facilidades dedicadas al gas y a la refinación de crudo cuando aún están sin amortizar. Demuestra también cómo comprometer la producción futura dejando de explorar hoy es una barbaridad económica por donde se le mire. En fin: al que le quede alguna duda de las equivocaciones de todo orden que entraña la teoría petrista sobre la transición energética le bastará leer este magnífico ensayo de los profesores citados que acaba de salir de las hornadas editoriales de Fedesarrollo.

El problema de equivocarnos ahora radica en que los costos para el país de una decisión errada solo los veremos varios años adelante. Entre el momento en que se deja de explorar un yacimiento y aquel en que hubiera entrado en producción pasan no menos de seis años. Es cuando se evidencia que no es posible reponer las reservas languidecientes de hidrocarburos; cuando se recibe el golpe por el derrumbe de los ingresos fiscales ocasionados por la menor producción; y cuando se encara la desagradable evidencia de que habremos perdido la autosuficiencia para entrar en el menesteroso camino de las importaciones.

Pero para entonces ya habrá terminado el gobierno de Gustavo Petro.

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